Aquí, el día 27, en este blog, hay dos cantos conmovedores: la Partita núm. 2 de Bach y un bello poema a esa composición, que espero perduren en la nube del ciberespacio para siempre.
Soy un melómano empedernido. Entiendo desde edad muy temprana que sólo el arte puede dar sentido a esta vida envuelta en miseria y sufrimiento; una vida en la que sólo instantes puntuales nos transportan a otras dimensiones agradables de la existencia. Y escuchar esta chacona, una de mis tantas piezas favoritas, es uno de esos momentos.
Ambas cosas, la partita y ese poema, han tocado mi fibra sensible; mi fibra sensible contaminada de aspereza por tanto desafuero, tanta injusticia, tanto abuso y tanta necedad si uno no está ajeno por completo a lo que ocurre fuera de la propia mismidad. Parte de mi vida ha discurrido orientada, atenta a lo poco de sublime que la vida pueda ofrecerme. He podido mantenerme a distancia del negocio, de la ganancia fácil, del sobresalir, de la zafiedad: de lo que interesa, en fin, a la mayoría de la gente. Pero del mismo modo que la música clásica eleva mi espíritu a las alturas, dificultando por cierto en buena medida mis relaciones sociales ordinarias pues en España la música clásica sólo gusta a minorías demasiado reducidas en comparación con el interés que despierta en los países europeos, dados los movimientos sísmicos sociales, activa al mismo tiempo mi espíritu revolucionario. Todo encaja, pues "el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor".
El caso es que no sé si la lucidez o la iluminación de los que nos encontramos en una edad en la que ya a nada se teme, las peripecias, los dramas, los agravios constantes por parte de sectores sociales a los que no se les puede perdonar el inmenso daño que han hecho y siguen haciendo a esta sociedad, al arte, de un tiempo a esta parte le venía prestando poca atención. Porque es una evidencia a la que es muy difícil no prestársela, que lo que sobresale por encima de todo en España son la crispación, la querella, la pobreza, el desencanto y la desesperanza en un futuro armónico más allá del vivir voluptuoso y superficial. Menos mal que gracias a la audición de la Partita núm. 2 de Bach y a la escucha de ese poema podré vivir por un tiempo en una dimensión para la inmensa mayoría absolutamente desconocida…