El 21 de enero de 2008 se convirtió en el lunes negro de las bolsas internacionales. Los bancos de EEUU, Europa y Asia, perdieron cantidades enormes de dinero. La crisis monetaria que apenas está empezando (podría durar meses o años), ya se anuncia como el mayor reventón provocado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Y es inquietante recordar que ese mismo conflicto –sesenta millones de muertos– fue consecuencia de la crisis económica de los años anteriores. ¿Qué está pasando ahora, y a qué se debe la crisis de hoy? No es mi objetivo el entrar en el laberinto de las finanzas. Pero una cosa es cierta: los bancos y los economistas se han ido lanzando en operaciones de corte especulativo extremadamente inseguras, asumiendo riesgos cada vez mayores, con el objetivo de aumentar las ganancias en forma incontrolada. Construir un edificio sobre una burbuja de aire provoca, tarde o temprano, una caída estrepitosa. En el mercado hipotecario estadounidense, los responsables han tomado esta decisión insensata, y comprometen al mundo entero en su caída. Por la inevitable globalización, la crisis tendrá –tiene– un impacto mundial, y causará un bajón considerable en toda la vida económica.
Una vez más, los pobres están destinados a perder.
Tal crisis es, evidentemente, política antes que económica.
El hecho de sustraer el control de la economía a los políticos para dejarlo totalmente en manos de los financistas a nivel mundial, es un error mayúsculo y fundamentalmente antidemocrático. Sin embargo, así vivimos desde hace décadas, empezando por el gran país del Norte que pretende dar lecciones de democracia al mundo entero.
Frente a ese trágico error, ¿dónde, pero dónde, pues, se encuentran los moralistas religiosos? ¿Para cuándo un documento papal, o de una Conferencia Episcopal en su pleno, que acepte salir de la cocina eclesiástica, de las tradicionales consideraciones mezquinas, para pronunciar, por fin, una palabra fuertemente profética frente a los desmanes económicos que siguen maltratando al pobre en el mundo entero? ¿Para cuándo un grito en altísima voz, recordando que "no se puede servir a dos amos, a Dios (¡los pobres!) y al dinero"?
Sacerdote de Petare