En 2005 la revista francesa de izquierda Marianne llamó a Bush “bombero pirómano”. El neoliberalismo consiste en proclamar unas zarandajas teóricas ramplonísimas para encubrir el privilegio absoluto del capital, del supply side, del lado de la oferta, o sea, de los ricos. Ahora Bush propone resolver la crisis provocada por ese privilegio mediante un “salvataje”, como le andan diciendo hasta en francés. Salvataje no aparece en ningún diccionario. No importa, los hablantes tenemos derecho a crear o derivar palabras para asuntos nuevos o por cualquier otra causa, hasta por novelería, que también es un derecho. Salvataje no me gusta demasiado porque hay palabras más adecuadas y rancias como salvamento, auxilio financiero o atraco, la más exacta. Es decir, el bombero pirómano quiere apagar el incendio rociándole gasolina.
El capitalismo es un jet que necesita propulsión todo el tiempo porque de otro modo cae como una guaratara. Si no produce ganancias, porque el mercado se satura de bienes y servicios transables, ponle, entonces los inventa mediante la especulación bursátil, es decir, vendiendo fuertes a nueve reales, como se decía antaño en Venezuela. “Real llama real”, dice mi tío Rafael Alberto Montoya. Cierto, no hay como ser rico para ganar dinero. No es ni un bushismo ni un rosalismo, sino una cantinflada. Cantinflas decía algo complementario: “Ser pobre sale muy caro”. Tan caro que le puede tocar echarse un banco al hombro como un bacalao, como dice Alberto Nolia. Ese es el Plan Bush, aparte de magnicidios, golpes e invasiones.
¿Qué va a ocurrir? En diversas ciencias se habla de singularidad, es decir, cuando puede pasar casi cualquier cosa. Sugiero extender el concepto a las sociedades que entran en un proceso como el actual, en que pueden producirse extremos impredecibles, desde la Revolución Bolchevique hasta el nazi-fascismo, como ocurrió en Europa durante y luego de la Primera Guerra Mundial, Gran Depresión incluida.
Así como Venezuela fue el primer experimento neoliberal a gran escala, también a Venezuela le corresponderá dar respuesta a esta guaratara que amenaza arrastrarnos en su caída. No sería la primera vez que vencemos un imperio en decadencia.
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