Que el sistema capitalista mundial ha entrada en una crisis es una verdad que empieza a vislumbrarse con toda sus fuerza y contundencia en todos los escenarios del mundo. Por más que los llamados medios de comunicación de masas (MCM) hayan intentado taponear, desvirtuar y hasta negar la crisis, esta se ha hecho manifiesta en los centros financieros con una impetuosidad y rebeldía que las élites imperiales, sencillamente no pueden contener.
Distintos analistas sostienen que la crisis que ahora se expresa como financiera y que dentro de poco se estará evidenciando como general, abarcando al conjunto de la economía, es decir, afectando a los sectores industriales, primarios, de servicios y de tecnología de punta; tocando irremediablemente, a todo el proceso productivo y económico y haciendo ineficientes las políticas fiscales y monetarias implantadas en las últimas décadas; es una crisis orgánica que apunta, incluso, a revolucionar los cimientos mismos del proceso civilizatorio.
Por supuesto que para los teóricos e intelectuales, defensores del actual sistema, la explicación que intentarán imponer es la de la crisis temporal, simple, sin mayores implicaciones estructurales, que el mismo sistema podrá recomponer aplicando las reformas económicas y las políticas – ideológicas represivas que sean menester para encausar el derrotero capitalista, propiciador de nuevos períodos de bonanza y de acumulación de la élites internacionales. Para estos sectores no esta aconteciendo la extinción de la versión imperialista neoliberal sino una crisis de las tantas que ha sabido afrontar y superar el capitalismo.
Pero, ciertamente, para quienes nos ubicamos en el campo revolucionario, la actual crisis que se le avecina al sistema capitalista mundial la vislumbramos como el punto de ruptura civilizatoria que ubica a la humanidad en el tránsito hacia el camino alterno al ya conocido y nefasto derrotero capitalista. Es la disyuntiva entre socialismo o extinción, entre socialismo o barbarie.
Más que un enfoque signado por el voluntarismo y la aspiración de coronar, al fin, la utopía posible, es el análisis reflexivo de una situación que cada día se hace más explosiva e insostenible para la existencia y permanencia de la vida en el planeta tierra.
La explotación capitalista, imperialista, neoliberal a la que ha sido sometida la naturaleza y la humanidad en estas últimas décadas conduce forzosamente a la destrucción. Detener esa voracidad depredadora es la tarea que tenemos por delante los revolucionarios y los pueblos explotados y subyugados del mundo, incluyendo, naturalmente, al pujante pueblo estadounidense al igual que a los pueblos del resto de los países capitalistas avanzados.
La crisis del sistema capitalista es estructural, es orgánica, es de “pronósticos reservados”, ello no indica que su derrota sea inminente e inexorable. En todo caso su agonía será larga y altamente peligrosa. Si la elite lacaya y pitiyanqui venezolana ha podido jorungar la paciencia e intentar, una y otra vez, retomar las riendas del país como será la reacción de la élite estadounidense con todo el poder que tiene en su agonía histórica por mantener la hegemonía. Esa vaina es pa´coger palco. La aurora de la humanidad bien vale cazar esa pelea…
miguelugas@gmail.com