Desde la guerra de agresión de los Estados Unidos contra Afganistán, la Ilegal Base Naval de Guantánamo ha sido noticia, por lo insólito de transformar en cárcel una base militar en Cuba, por mantener presos en ella a personas capturadas en distintos escenarios situados a miles de kilómetros de este destino en el Caribe.
En los últimos años, a pesar de las medidas de seguridad y cerco, de silencios establecidos por los norteamericanos, las noticias fueron filtrándose, escapando cual vapor a presión, hasta convertirse en un escándalo colosal que ha eludido la autocensura de la gran prensa, que se ha fugado de entre las manos hechiceras de los halcones y personeros de la Casa Blanca, que ha hecho añicos el silencio cómplice que la unión Europea y otros aliados pretendieron erigir cuando se logró impedir la resolución presentada por Cuba, que solicitaba una investigación por un grupo de trabajo de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, sobre los hechos de torturas y de asesinatos que repetidamente eran denunciados por distintas vías. Por eso, han sido muchas las demandas de que se proceda al cierre de la cárcel en la ilegal Base de Guantánamo, por el tratamiento integral aplicado a unas 500 personas recluidas en dicha improvisada cárcel, donde han sido torturados tanto física como mentalmente. Se han conocido casos de intentos de inmolación por parte de prisiones a fin de terminar por esta vía con las humillaciones y penas sin fin que recibían en ese infierno carcelario erigido por Estados Unidos.
Por eso hoy existen algunas preguntas que sirven para remarcar el carácter de esa instalación militar de Estados Unidos en Cuba: ¿Base Naval legítima o ilegal? ¿Cárcel de nuevo tipo para violar los derechos humanos y las normas carcelarias más elementales? ¿Prisión para desconocer tratados y leyes nacionales e internacionales? ¿Antro de terror para enjaular como bestias a reales o presuntos terroristas? ¿Campo de concentración y ensayo institucional para el imperial siglo XXI norteamericano? ¿Centro experimental de ignominia en los campos militar, jurídico, político, médico, humano, y en otras esferas, para practicar el ostracismo, la tortura y la muerte de personas declaradas, con prueba o no, como enemigos? ¿Limbo jurídico internacional, donde el derecho penal civil y militar es letra muerta, donde el derecho humanitario es desconocido e inaplicable, donde los reos sospechosos deben abandonar toda esperanza a la protección, a la defensa, y, lo que es humanamente más importante, el derecho a la visita normal de sus familiares? ¿Cuántas preguntas generales y específicas caben hacerse a la luz de lo que ha acontecido allí desde la creación de esta cárcel, de lo que han sufrido personas de carne y hueso, de lo que han contado y denunciado personas inocentes liberadas, de los tratamientos, métodos y medidas punitivas aplicadas colectiva-mente o personalmente, de las consecuencias reversibles o irreversibles que ha tenido la prisión en tales condiciones en este sitio para quienes tuvieron las desgracia de vivir esas experiencias terribles y terroríficas.
Por eso, el cierre de dichas cárceles y la liberación de los prisioneros, sería una medida que provocaría simpatía en todo el mundo, aunque no se pueda perdonar lo imperdonable, que un presidente norteamericano tuviera la osadía de inventar en pleno siglo XXI una institución tan despreciable e inhumana.
Ahora bien, el asunto medular y más importante está dado por la necesidad de que después de más de un siglo, Estados Unidos cierre definitivamente la Base Naval asentada en Guantánamo a partir de tratados que hace mucho tiempo carecen de todo fundamento jurídico y moral, y proceda a devolver a Cuba ese territorio que es ocupado actualmente en forma ilegal y en contra de la voluntad del gobierno y pueblo cubanos.
Obama debe conocer que la Base Naval
de Guantánamo tiene una historia triste e indignante para el pueblo cubano, y es
reflejo de la perfidia y prepotencia de la política de Estados Unidos con
respeto a Cuba. Esta Base Naval es un producto de la ilegítima Enmienda Platt,
aprobada por el Congreso de Estados Unidos el 2 de marzo de 1901, e impuesta a
la fuerza a los constituyentistas cubanos, quienes la aprobaron con verdadera
angustia en el alma el 12 de junio de 1901. Sancionaron con ello, la más
oprobiosa forma de dominación de una nación, apelando mentirosamente a los
supuestos fines altruistas de la gran potencia sobre la garantía de la
independencia del país que había peleado por ella durante más de treinta años y
aspiraba legítimamente a conquistarla al fin sin cortapisas.
Uno de los
aspectos contenido en dicha Enmienda a la Constitución cubana especificaba: “A
fin de que el gobierno de los Estados Unidos pueda mantener la independencia de
Cuba y proteger a sus habitantes así como atender a las necesidades de su propia
defensa, el gobierno de Cuba venderá o arrendará a los Estados Unidos tierras
para el establecimientos de puertos proveedores de carbón de bases navales,
tierras que determinarán de común acuerdo los dos gobiernos”. Lo realmente
alcanzado por Estados Unidos con esta Enmienda quedó palmariamente recogido en
carta fechada el 25 de octubre de 1901, por el General Leonardo Wood, gobernador
norteamericano en Cuba.
“Con el control que ejercemos sobre
Cuba por medio de la Enmienda Platt, control éste que indudablemente pronto
habrá de convertirse en posesión (…) Y la isla, bajo el ímpetu de una energía y
un capital nuevos no sólo se desarrolle, sino que se americanice gradualmente, y
en su oportunidad lleguemos a contar con una de las más ricas y apetecibles
posesiones del mundo.
Leonardo Wood también declaró “(…) la misión
norteamericana en Cuba era edificar una república anglosajona, en un país
latino” (…), “establecer en poco más de tres años, en una colonia militar
latina, una república calcada exactamente de nuestra gran
república”.
Razón tenía Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria
y Primer Presidente de la República de Cuba en Armas, cuando afirmó “(…) por lo
que respecta a los Estados Unidos tal vez estaré equivocado; pero en mi concepto
su gobierno a lo que aspira es apoderarse de Cuba sin complicaciones peligrosa
para su nación (…) éste es el secreto de su política.”
De acuerdo con la Enmienda Platt impuesta en febrero de 1903, los presidentes de Cuba y Estados Unidos suscribieron el acto por el cual Cuba arrendó a los Estados Unidos: “Por el tiempo que las necesitasen y para el objeto de establecer en ellas carboneras navales, las extensiones de tierras y aguas ubicadas en Guantánamo y Bahía Honda”.
Quedó conculcado con esta firma lo que hoy persiste, más de un siglo después: la presencia humillante e indignante de la Base Naval de Guantánamo a pesar de la denuncia del gobierno revolucionario y del pueblo de Cuba para terminar con la ocupación ilegítima de ese pedazo del territorio nacional y recuperar con ello la plena soberanía sobre todo el territorio nacional.
Cesen pues las cárceles en la Base Naval de Guantánamo. Cese la presencia de la Base Naval en territorio cubano y procédase a restituir a Cuba ese pedazo de tierra ilegítimamente usurpado hasta el día de hoy.
Este es el reclamo que Barack Obama, en su momento, como Presidente debe escuchar y debe decidir ejecutar. Con ello no perdería nada el prestigio y el poderío de los Estados Unidos, sino al contrario. Esa sería una actitud valiente del Presidente de Estados Unidos ante la historia actual y pretérita. La historia no requiere, tal vez, otra cosa, pues ya está cansada de tantas actitudes cobardes, desde el punto de vista moral, de los gobernantes de los Estados Unidos. Es hora de empezar los cambios, si de cambios verdaderos se trata en esta época crucial del siglo XXI.