“Que el fraude electoral jamás se olvide”
Por más que leo y vuelvo a leer el discurso y el planteamiento del gobierno espurio relativo a la crisis por la que atraviesan México y el mundo, no puedo más que convencerme de que el destino inmediato sólo nos depara la catástrofe. Por lo dicho y lo actuado en sesudas cuan improvisadas reuniones, de lo que se trata es simplemente de nadar de muertito y esperar que la solución venga por sí sola. Pareciera que la capacidad tecnocrática para diagnosticar la realidad se quedó guardada en alguna gaveta del escritorio por elemento inútil; para qué hacer el diagnóstico si se puede comprar hecho y, además, con el aval de los organismos financieros internacionales. Si los tecnócratas no fueron capaces de formular un diagnóstico válido para la situación de PEMEX, mucho menos podrán hacerlo respecto del conjunto de la economía. No conozco ningún documento oficial que describa verazmente el estado que guarda la economía nacional, ni siquiera el de los criterios de política económica, que constituye la premisa del presupuesto de egresos. Se manejan cifras y estadísticas, todas elaboradas a modo de justificar lo ya decidido, pero no se identifican los elementos analíticos que determinan las propuestas. Simplemente se trata de envolver la realidad en una maraña de autocomplacencias. Así las cosas, jamás podrá formularse un planteamiento serio para afrontar la crisis, menos aún si se escuda en el argumento de que es mundial pero que nos halla mejor preparados que en otras ocasiones. Con un dogmatismo pionónico (propio de Pío IX, el de la infalibilidad del papa católico) la tecnoburocracia en el poder formal apuesta al sostenimiento del modelo neoliberal de mercado, sin percatarse de que lo que está en crisis en el mundo es precisamente el dicho modelo.
Un diagnóstico mínimamente honesto tendría que reconocer que la apertura al exterior no funcionó; que se exporta mucho pero se importa mucho más; que los empleos generados por las exportaciones son bastante menos que los que se han perdido por las importaciones; que las inversiones extranjeras no han generado plazas de trabajo suficientes, sea por ubicarse en el sector financiero especulativo o por destinarse a la compra de empresas ya establecidas; que la producción de alimentos registra un alto grado de insuficiencia y el campo va quedando abandonado por sus pobladores; que el financiamiento a la producción es mínimo, en tanto que el que se otorga al consumo es demasiado caro; que el mercado interno languidece flotando en la corriente de la economía informal: por sólo mencionar algunos rubros. Tal diagnóstico tendría que reconocer que el significado real de tales inoperancias implica el aumento de la pobreza de gentes que son de carne y hueso, no simples números estadísticos.
A la, de por sí, nula capacidad de convocatoria del régimen, resultante de su ilegitimidad de origen, se agrega su incapacidad de ofrecer un proyecto convincente. Ni siquiera a sus patrocinadores y cómplices les ofrece seguridad la actuación gubernamental ante la crisis. Tampoco se prevé el menor intento de aprovechar el arribo de Obama a la Casa Blanca para corregir los acuerdos que cancelan la capacidad de maniobra del estado mexicano en materia económica, no obstante la valiosa oportunidad que para ello significa la crisis actual; en su reciente entrevista, Calderón sólo supo pedir más de lo mismo, haciendo gala de masoquismo extremo, propio para un estudio freudiano.
La circunstancia obliga al diseño de una fórmula genuina de solución del conflicto económico y a ejercer un liderazgo eficaz para aplicarla. En este sentido es que afirmo que la respuesta a la crisis está en la política y en los políticos, mas no en la tecnocracia y sus especialistas fracasados. Es urgente identificar y caracterizar con mayor detalle el proyecto alternativo de nación, para sumar a la población mayoritaria en torno a su realización, en términos de forzar a quienes detentan el poder formal a aplicarlo o, en su defecto, a su reemplazo; no nos merecemos esperar cuatro años a un nuevo proceso electoral.
El Senado de la República ya anunció que convocará a un debate nacional en relación al tema, tomando como formato la experiencia del debate en materia petrolera. Es una buena noticia; ahí podrá clarificarse el diagnóstico que hace falta y las propuestas de solución. También podrá evaluarse la disposición del régimen para entender y atender sus resultados.
Pero lo importante sigue siendo lo que se haga acá en el llano con la movilización popular. La convocatoria de AMLO está encontrando mayor respuesta en la organización de comités y brigadas; los sindicatos independientes se acercan a coincidencias de objetivos y medios de lucha; pequeños y medianos industriales y comerciantes se convencen de la inoperancia de las propuestas calderonistas y se suman a la búsqueda de las soluciones alternativas; pescadores y transportistas adelantan ejercicios de paro nacional en demanda de soluciones eficaces y, en general, la población toma conciencia de la necesidad del cambio profundo en el modelo de economía.
El proceso electoral de este año se presenta como una gran oportunidad para que los de a pie ejerzamos el derecho de imponer una composición camaral que responda al reclamo del proyecto alternativo de nación. Ojalá no nos perdamos en las pequeñeces de los intereses particulares.
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