El presidente número 44 de los Estados Unidos ha heredado tantos problemas, conflictos, crisis y guerras, a consecuencia de las políticas desacertadas, presentes y pasadas, de los anteriores mandatarios de la nación, que, en medio de la actual crisis económica a nivel nacional e internacional, no le resultaría fácil, aunque fuera mago o genio, enfrentarlos todos o la mayoría en su llamada era de cambios que proclamara en su campaña electoral, y que fue un factor decisivo en el éxito final en su carrera hacia la Casa Blanca.
En varios artículos anteriores he abordado los asuntos fundamentales que constituyen herencias dejadas a Obama y su naturaleza de mayor o menor monta. Considero que serán prioritarios los asuntos internos derivados de las crisis que en varias esferas sufre el pueblo norteamericano. Pero pienso que aquellos hechos que han enlodado en grado sumo el prestigio de la nación norteamericana, debían merecer una atención urgente.
Con respecto a Cuba, aunque en forma indirecta, determinó por una orden ejecutiva el cierre de la prisión ubicada en la Base Naval de Guantánamo, algo que, según afirmé antes de su arribo a la presidencia, podía decidir de un plumazo, toda vez ue lo había prometido en su campaña electoral. Eso significó, en cierta medida el cumplimiento de lo prometido. Pero, sin embargó, defraudó en la tardanza que significa el plazo de un año, un cuarto de su período presidencial, para poner fin a este problema que afecta tanto el prestigio de los Estados Unidos desde hace años y que mantendrá aún, en un limbo jurídico, a cientos de prisioneros secuestrados en diversos países del mundo, y trasladados en forma forzada, como esclavos capturados de la época de la esclavitud, a esa base militar situada ilegalmente en Cuba, para ser sometidos a tortura y tratos crueles. Recientes noticias señalan que la abogada militar Ivonne Bradley denunció el 9 de febrero las golpizas en masa contra los reclusos de la prisión en este enclave militar. Al menos 50 prisioneros en huelga de hambre fueron golpeados, amarrados a sus sillas y alimentados a la fuerza. El abogado Clive Stafford Smith denunció en enero que ese centro de detención representa un signo de los más infames abusos contra los derechos humanos. Por ota parte la mayoría de los prisioneros liberados de esta cárcel han denunciado que durante los interrogatorios fueron expuestos a temperaturas extremas, y otros tratos crueles. Más de 800 personas, “combatientes enemigos” según los calificara el régimen nefasto de W. Bush, han experimentado en carne propia el laboratorio de prueba diseñado para infligir un trato degradante.
¿Por qué Obama ha actuado tan conservadoramente, en cuanto a la urgencia que merece la restitución de la justicia para los prisioneros y la contribución para restañar el prestigio norteamericano en este terreno, cuando se conoce que, por el contrario, George W. Bush construyó las cárceles en un santiamén y, a la vez, inició la cacería y traslado de personas en una operación top secret? ¿Existe alguna razón fundamentada en lo político, lo ético y lo legal, para darle larga a un asunto tan lesivo para el respeto de los derechos humanos por parte de los Estados Unidos y para prolongar la existencia de esta creación diabólica de cárceles en bases militares, de cárceles secretas, y la práctica de procedimientos ilegales que violan los más elementales principios del derecho internacional y de los propios norteamericanos? ¿Cómo podrá defender el gobierno de Obama ante el Consejo de derechos humanos de la ONU, una dilación a todas luces injustificada, cuando quién debiera estar respondiendo por sus actos ante los tribunales es su antecesor W. Bush?.
En conclusión, debe existir premura en algunos cambios. Todo el andamiaje terrorífico, concebido por Bush y su camarilla genocida, que ha sido condenado en todo el mundo, no merece la más mínima consideración como institución de una nación, y por eso urge desmantelarlo con prontitud y enjuiciamiento crítico moral y legal. Eso es lo que corresponde al actual gobierno de Obama en nombre de la justicia, el humanismo y los principios de una política verdadera y responsable. Contemplar en calma un crimen, es cometerlo, y en la justicia no cabe demora, como expresó el Héroe Nacional de Cuba, José Martí.
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(*) Profesor de Mérito