No pasa de una leve perturbación cuando viene solo de unas pocas personas, dispersas, inconexas. Pero si se trata de una multitud cohesionada, la vida social puede rodar cuesta abajo hacia la desintegración.
¿Qué pasa cuando un sector se ocupa de construir y otro se ocupa de demoler? ¿Qué pasa cuando un sector produce vías y otro las obstruye? ¿Qué pasa cuando un colectivo enseña y los medios privados solo propagan antivalores? ¿Qué pasa cuando se sabotea la principal industria del país, se pierden deliberadamente veinte mil millones de dólares, se desabastece y, en fin, se destruye el país dizque para que Chávez no lo destruya? ¿No es anomia estafar, encima, los ahorros de su propia gente? ¿No es anomia bramar que hubo fraude electoral, prometer las pruebas para el día siguiente y no presentarlas nunca? ¿No es anomia exigir a Indepabis que permita que los comercios nos sigan robando? ¿No es anomia mentir e instigar pánico y odio sistemáticamente a través de los medios de comunicación? ¿No es anomia tener obsesiones en lugar de estrategia? ¿No es anomia preferir quedarse ciego que ser tocado por un médico cubano?
Con razón André Gunder Frank escribió un libro llamado Lumpenburguesía y lumpendesarrollo. Lo demostraron durante sus gobiernos, en la América Latina y ahora también en los países que pomposamente se llamaron “desarrollados”, en el supuesto de que nosotros los subdesarrollados éramos seres incompletos, diferidos, incapaces del pleno desarrollo humano, cretinos, hipotiroideos, raquíticos, anquilosados, tullidos, baldados.
No. Los países llamados subdesarrollados son en realidad países explotados, es decir saqueados por las metrópolis, que ahora están padeciendo su propia anomia capitalista.
Porque uno de los principales generadores de anomia es el capitalismo, que conduce a las poblaciones y a los países explotados a esto que llamamos subdesarrollo, es decir hambre, carencia de elementos básicos: alimentación, educación, vivienda, vestido, etc. Eso conduce a toda clase de anomias, delincuencia desbordada, formas atroces de resistencia, ignorancia insolente, represión monstruosa y, por supuesto, a las que enumeré en el segundo párrafo y muchas mas que tú sabes.
rhernand@reacciun.ve