Hoy América Latina se encuentra en una encrucijada. En algunos países ha ocurrido una ruptura abrupta con el modelo neoliberal y se proclaman nuevas vías socialistas de desarrollo. En otros hay un intento manifiesto de paralizar e incluso desmontar el modelo explotador e injusto denominado neoliberalismo con la aplicación de políticas de centro izquierda. En unos pocos, los gobernantes se apegan al modelo neoliberal con su alianza con el imperio norteamericano. Estos últimos se aferran a la tabla de “salvación” o de suicidio político, y tal parece que a corto plazo tienen los días contados. Lo ocurrido recientemente en El Salvador es una prueba fehaciente.
Son grandes los desafíos para la América Latina y, ante ellos, se impone una política audaz, hacer una especie de locura sublime, mejor dicho de lucidez y realismo sublimes, que encare los problemas del mundo en una forma radicalmente diferente. Pero sobretodo está el desafío de evitar el retroceso de esta realidad esperanzadora de hoy, evitando que un reflujo reaccionario inunde el panorama latinoamericano.
Si en nuestra época, con tantas lecciones aprendidas sobre los asuntos político–sociales en el transcurso histórico, no nos decidimos a intentar lo imposible, ¿cuándo lo habremos de intentar? Por lo tanto, lo que tenemos que intentar es eso, lo supuestamente imposible. Y más temprano que tarde, podremos comprobar que la locura quijotesca, si así quisieran verlo algunos de poca fe, con el intento perseverante se convertirá en la cordura de la realidad promisoria.
Retos imposibles existen miles que aparecen por todas partes como cabezas de dragón. Hay que desafiarlos una y otra vez, desafiarlos siempre, hasta vencerlos. El triunfo en las elecciones frente a la máquina infernal de los partidos tradicionales era en el pasado un reto enorme y decisivo, que ya se ha comprobado que se puede hacer añicos. Luego, la toma del poder es una victoria indudable pero no es aún suficiente. Lograr implantar los cambios que se necesitan frente a los graves problemas actuales de los pueblos, es la tarea de primer orden para consolidar los procesos revolucionarios y evitar el resurgimiento de los reaccionarios.
Cómo dar pleno acceso a todos a la educación, a la cultura, a la salud, a la ciencia, a los deportes y la recreación. Cómo lograr que todos participen con su voto en las elecciones democráticas de los órganos del estado a todos los niveles, para que participen en forma variada en el gobierno del país. Cómo lograr que las riquezas de la nación se puedan distribuir con equidad entre todo el pueblo. Cómo hacer dueños plenos del país a todos sus habitantes, eliminando la explotación de unos por los otros y la exclusión más espantosa. Cómo romper las miles ataduras, visibles e invisibles, que entorpecen la actuación plenamente libre de todos los ciudadanos. Cómo iluminar las conciencias para mejor entender el oscuro laberinto y el extraño entramado que constituyen el sistema político y social en que se ha vivido desde siglos. Cómo despejar las brumas y tinieblas de un tiempo pasado que se niega a morir. Cómo eludir los cantos de sirenas de los poderes imperiales dominantes. Cómo defenderse con un escudo de luz de las arremetidas, las acechanzas, las amenazas, las agresiones y hasta las guerras que son capaces de desatar esos poderes derrotados en cada país liberado de sus tutelajes tiránicos.
Estos son algunos de los imposibles que cabe enfrentar en el poder o fuera del mismo. Y los políticos revolucionarios tienen que poner en práctica la ciencia de hacer la política y utilizar los métodos y los medios capaces de derrotar tantas maldiciones de imposibles, y empezar a inaugurar en la vida de los pueblos la fiesta de todos los posibles merecidos y esperados durante años, pues como señalara José Martí: “(…) el libro que más me interesa es el de la vida, que es también el más difícil de leer, y el que más se ha de consultar en todo lo que se refiere a la política, que al fin y al cabo es el arte de asegurar al hombre el goce de sus facultades naturales en el bienestar de la existencia”.
Ya este proceso empezó en América Latina. Y es conocido que se hace camino al andar. Ahora se trata de arribar a la tierra prometida donde imperen la libertad, la justicia, la igualdad y la felicidad.
Les aseguro que sí se puede llegar, aunque la marcha sea larga y difícil. YA ESTAMOS LLEGANDO A DÓNDE QUEREMOS EN AMÉRICA LATINA. DESPUÉS VEREMOS QUÉ PASA EN EL RESTO DEL MUNDO.
(1) Profesor de Mérito
wilkie@sierra.scu.sld.cu