Las industrias de la música y el cine están luchando contra la historia. Es como si las empresas de carretas del siglo XIX hubiesen impuesto a los trenes el uso de ruedas de madera para no perjudicar las carretas. Es decir, anular la nueva tecnología.
La burocracia de Hollywood y de la industria disquera impone barreras artificiales, retrógradas, a la tecnología digital para obligarnos a pagar más por menos o comprar el plástico sádico de mala calidad, de cajas quebradizas y que saltan de las manos apenas las abres y se les rompen las bisagras al caer, con lo que el disco queda desamparado y rueda en diversas direcciones; y lo peor: son discos de pésima calidad que encima se dañan de quedárseles viendo. Pocas veces se ha visto diseño más miserable, que si el Marqués de Sade hubiese sido verdaderamente mala gente, hubiera inventado el CD y el DVD.
Y a veces es solo para mantener un ambientetico que los brutos entiendan. Hay mil modos de ganar dinero en el medio digital, como ha probado la iTunes Store, a pesar de las limitaciones que les impone la industria, si a capitalismo vamos, cosa que me tiene sin cuidado, por cierto. Porque los capitalistas no quieren nada gratis. Le pasó a Hollywood, que denunció el vídeo como el Apocalipsis de la industria cinematográfica, hasta que perdió el juicio que incoó y ahora gana más con la venta de vídeos que con la taquilla. El fracaso más exitoso que se conoce.
Esta batalla durará solo lo que duren los actuales burócratas. El epistemólogo gringo Thomas Kuhn decía que las revoluciones científicas no convencen a los antiguos de las nuevas verdades, sino que se mueren y son reemplazados por los jóvenes que ya no creen en el flogisto, ponle. Los artistas regalarán su talento y vivirán más queridos que antes, porque vivirán.
Ni la imprenta acabó con el libro ni el cine con el teatro ni el disco con la música en vivo ni la radio con el disco ni la fotografía con la pintura ni la televisión con el cine ni Internet con nada.
Es posible digitalizar copias impecables e infinitas de toda información, qué problema para los anticuados, qué maravilla para los modernos. Es la vieja batalla de antiguos y modernos. Me cuadro con los chamos.
Ver “La llamada piratería”, en