El poeta ruso-francés Claude Aveline dijo en 1966 por Radio France Culture que no sabía qué hay después de la muerte. Suponía que nada, pero, como no lo podía asegurar, concluía que “la muerte es un misterio que nos pertenecerá a todos” (« la mort est un mystère qui nous appartiendra à tous »). Pero mientras tanto uno tiene que verlo todo desde la vida porque desde la muerte no sabemos qué se ve, ni si se ve.
Rafael Cortijo postulaba que “después de muerto no se puede gozar” y que la reencarnación es una incógnita. “¿Y si no reencarno na, ah?”, se preguntaba el sabio puertorriqueño.
Un cantante alemán, perdón por no recordar su nombre, dijo que “hay vida antes de la muerte". Después no sabemos qué hay o es cosa de fe, pero antes sí sabemos y es seguro, apodíctico, tanto como “pienso, luego existo”. O lo que dijo alguien más, creo que una mujer, también pido perdón: “Que la muerte me sorprenda viviendo”.
Heidegger decía que “el hombre es un ser para la muerte". Pero no, no acepto ese destino, entre otras cosas porque no me da la gana de morirme. Va a pasar, lo sé, porque me coge una enfermedad o me atropella una gandola sin frenos, pero no porque yo lo tenga presupuestado. Improvisaré cuando me toque apropiarme del misterio.
La muerte es una interrupción brutal e indescifrable. Wolfgang Goethe decía en su vejez que “había hecho planes para 100 años”. El periodista revolucionario francés Jean-Louis Carra dijo al pie de la guillotina en 1793: “Lástima, me hubiera gustado ver la continuación”.
Ahora veo el mundo, sus calles, sus escaleras, tanto catorce en la existencia y sé que ahí no estará la escritora Stefania Mosca con su mirada zahorí para explicarnos lo que descubriría. Me inquieta estar al lado de una persona inteligente, porque sé que percibe en el mismo horizonte combinaciones que yo no advierto.
Y si esa persona inteligente es además mujer y bella y erudita y sensible y amorosa y revolucionaria, entonces me rindo y me entrego y asiento y anoto y consiento y consulto. Me reprocho no haber consultado más con Stefania, pues tendría unas cuantas cosas más claras y algunas las conocería, porque me alarma saber que hay otras cuya existencia nunca sabré, si acaso, sino cuando descubra el misterio.
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