Políticos de ambos sexos, jefe y/o jefa de estados que no sea cumbrero es un desfasado del montón que crece todos los años nada circunstancial con la sana intención de oírse unos a los otros: lo que ya se sabe de antemano sin privacidad alguna y, como los medios están de por medio, nada escapa a la imagen con recuerdos y sueños entre unos más que otros que, se abrazan al presente en busca del futuro que para algunos es incierto y con un pasito suave aquí y otro más allá, se busca la cercanía de causas que el más poderoso está en libertad de ofrecer a los más vulnerables para calmar tempestades inciertas que a la mitad de la acera se olvidan en el camino de regreso y, para afianzar el momento vienen los regalos planificados que le dan la vuelta al mundo en menos de lo que tarda un gallo en cacarear, se disfrutan las amenidades que solemnemente se ofrecen como vapores de la fantasía recreativa: toma tú y dame acá, para no seguir desangrándote por las venas abiertas por donde se les ha ido la vida a miles de latinoamericanos que nacieron para sacrificarse por los demás y, en ese compartir de ilusiones finaliza un capítulo más de nuestra eterna novela con preámbulo sin conclusión que declare el fin de la larga espera de nuestro cansado y maltrecho espíritu, y apenas como souvenir gracejo: “Bye bye, my friend” a la frase contrahecha: Mr. Obama, “I want to be your friend”. De lo que diría un español efusivo de envidia, “¡coño, hombre te botaste!” y con toda la razón de la madre patria quedan los desvelos y la larga espera sin aplausos y mucha rasquiña en corazones languilanguilá.
Esta vez Cuba fue la llama del fuego de toda consideración que atrajo recuerdos, aunque pasados, nada lejanos, o sí o no, to be or not to be y el presidente de los EEUU, gozando un balompié rutinario en medio de la diatriba encendida en el pebetero de la sonrisa complaciente, entre hermanos nada hermanados a la esperanza de que el día llegará con cambios o sin cambios, porque lo inmediato es esperar que el tiempo hable y cincuenta años son medio siglo que no pasaron sin dejar profundas huellas y como huellas al fin marcan distancias.
Escritores venezolanos: manos a la obra y escriban algo que sea digno de regalar en una cumbre que, por lo visto no tenemos nada de realce que incluir como crítica y modelo que nos afiance en el tiempo, a no ser el diente roto de los políticos venezolanos, entre las lanzas coloradas del pasado que hoy desgastan, dinosaurios como Antonio Ledezma y Manuel Rosales y, por lo que se ve y se oye, nuestros insignes escribientes no han trascendido el espacio latinoamericano y nos hemos convertido en recipientes literarios para premiar al mejor que lo haga en los concursos que patrocinamos con cierta periodicidad matemática. Mientras, Obama, late echado con todo el rigor político que olfatea desde su guarida patriarcal rezongando de vanidades cumbreras que, divierten los vaivenes del poder del Estado insaciable que anda en bancarrota con problemas de toda índole que lo satura de inmoralidad y, aún así tiene la misericordia del buen pastor de ofrecimientos, de por lo menos oírnos y aconsejarnos, gústele o no a la disidencia cubana en particular y opositores comunes de los gobiernos de turno en el planeta que no quieren nada con lo que huela a libertad con justicia social para los pueblos del tercer mundo con gobiernos progresistas, aunque sea en la retórica diaria.
Entre cumbres y más cumbres se desordena la búsqueda del tiempo perdido.
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