Cuando escuchaba decir que en la patria de Bolívar botaban miles y miles de litros de leche para mantener su precio, me preguntaba: ¡chico!, ¿es capitalismo eso habiendo tantos niños desnutridos a quienes regalársela, por ejemplo? Porque si bien la demanda del ‘líquido perlino de la consorte del toro’, como decían los cursis de mi época, resultaba deficitaria para una eventual oferta sobrancera debido a un error de cálculo en la producción, ¿por qué no se le regalaba entonces a los niños pobres en vez de botarla, como quiera que para los efectos del precio, resultaba lo mismo? ¿Es acaso ético semejante despropósito? Luego entendería que el capitalismo es así, y sin tener que haber hecho ningún posgrado en Stanford University. Para el capitalismo los pobres que se jodan o se mueran: esa es su consigna, aunque haga ver que su lastimera acción, es para ellos.
Pero cuando creía que eso sabía, aunque sin entenderlo, leo de pronto que el laboratorio gringo Pfizer se ofrece a regalar hoy varios medicamentos con sólo demostrar que se está pelando con motivo de la crisis. Y, dentro de esos medicamentos a regalar, se hayan la Viagra y el Lipitor. En el caso de éste último, me lo explico, porque en una aguda pelazón el hambre pudiera calmarse comiendo manteca de cochino pura, que seguro devastaría las arterias de la futura demanda agregada, al pasar la crisis. ¡Y si es que pasa! Pero, ¿la Viagra para qué, si es bien sabido que en las pelazones, dentro del capitalismo, la líbido baja tanto como bajaron los precios del petróleo? ¿Por qué entonces no botan la Viagra sobrancera al río Potomac para mantener su precio, como se hacía con la leche en el Guaire? ¡Ah, porque la solución es política (dependiendo) y no económica! Y porque no es lo mismo pelar gozando, que pelar sufriendo. Y porque la Viagra crea una demanda artificial de goce, que no genera la leche. Y por saber que el que goza tiende a conformarse aunque pele. Y que el que goza pelando tiende a relacionar el goce con la pelazón y, por tanto, a enervar su capacidad de expresar su disconformidad, o su protesta política. Vale decir entonces, que bajo una demanda artificial de goce, pudiera propenderse a la estabilidad política dentro del capitalismo, al expresar los peladores y peladoras: ¡cómo se goza en una peladera, vale! ¡Con esta gozadera, Mijit@, que siga por dios la pelazón!
Pues sí, hay cosas que me han resultado siempre, o bien extrañas, o bien desnaturalizadas, o bien desvaídas desde el punto de vista conceptual y ético. Creo que decir que en Venezuela, por ejemplo, ha existido o existe capitalismo, me suena fingido, y eso por empeñarme en ser generoso. Diría más bien que lo esculpido aquí no ha pasado de ser un simple bandolerismo empresarial, o un cuatrerismo ramplón. Por eso pienso que, si a Marx se le hubiese ocurrido estudiar las leyes del capitalismo, en Venezuela, seguro que al tan sólo arribar a la primera conclusión, no hubiese hecho otra cosa que -y alarmado- llamar al CICPC, apagar la luz y largarse a otro sitio con su exigente proyecto, agarrándose incluso la cartera, porsia, saliendo de cualquier ‘empresa’ privada.
Y la verdad es que no he logrado concienciar aún, si el título que parí para este artículo puede lucir confuso o demoníaco. Pues, si fuera cierto que Albert Einstein dijera alguna vez, ‘que cada día sabemos más, pero entendemos menos’, entonces me atrevería a manifestar mi total acuerdo con esa afirmación, para refigurar, de tan sendo pana socialista.
Pero como puede verse, entonces, no resulta nada fácil, saber, sin entender.
(Y para Aporrea, sus gestores, administradores, y colaboradores, felicitaciones con motivo de su séptimo aniversario).
canano141@yahoo.com.ar