En el pasado, la izquierda venezolana siempre se pronunció en forma vehemente por la existencia de la representación proporcional de las minorías en las elecciones. Criticábamos sistemas como el estadounidense, en el que dos partidos se reparten la totalidad de los escaños del congreso, dejando sin representación a porcentajes importantes de norteamericanos. Otro tanto se afirmaba de las elecciones inglesas, en las cuales, de nuevo, los dos partidos más grandes controlaban la casi totalidad del parlamento, sin permitir la representación de quienes no los apoyaran. Recuerdo al Partido Liberal que, a pesar de tener una votación nada despreciable, apenas obtenía unos pocos puestos en el Parlamento inglés.
Reprochábamos a esas “grandes” democracias precisamente por ser muy poco democráticas, al excluir a sectores importantes de su población de tener representación en los cuerpos legislativos. Si no recuerdo mal, el propio Hugo Chávez Frías efectuó críticas de este tipo cuando era preso político y como candidato opositor. Lamentablemente, parece que se le olvidó la parte de su vida en que fue minoría. Contraponíamos a aquellos regímenes el de Venezuela, en la que los partidos minoritarios obtenían siempre alguna representación, la que les permitía una presencia política que no dejaba de ser importante.
Recordemos a José Vicente Rangel, Pompeyo Márquez, Teodoro Petkoff, David Nieves, entre muchos otros, diputados gracias a la representación proporcional de las minorías, que fue crucial muchas veces en caso de discrepancias entre los dos grandes partidos, lo que permitió que el Congreso tomara decisiones de carácter popular, a pesar de ser un órgano de la burguesía. Los revolucionarios se colaban y en determinados momentos influían decisivamente. El Partido Comunista de Venezuela, el Movimiento Electoral del Pueblo, la Liga Socialista y varios otros partidos pequeños tenían su representación, así esta fuera de un solo hombre.
Por lo anterior no estoy de acuerdo con prácticas electorales reñidas con la representación proporcional. No lo estuve con las morochas cuando fueron utilizadas y no lo puedo estar ahora cuando se pretende legalizarlas, para garantizar la hegemonía de quien tenga la primera mayoría, en este caso el partido del Presidente. Si el gobierno tiene 55% de los votantes, debe tener 55% de los diputados en la Asamblea; si la oposición tiene 40% de los votos, deberá tener ese mismo porcentaje de asambleístas. Si un 5% no está con ninguno de éstos, ese sector deberá estar representado con el equivalente en diputados. Hacer otra cosa no es democrático; es ventajismo del o los partidos mayoritarios, se llamen éstos Demócrata y Republicano en EEUU o PSUV en Venezuela.
Sol de Margarita, pp 10, 19-5-2009, Porlamar
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