Como dice el columnista de oposición Domingo Alberto Rangel Mantilla, uno de los pocos de esa tendencia que vale la pena leer, sostiene que tal vez el Comité del Nobel, influido por Donald Trump, confundió el Premio de Paz por el Premio Miss Simpatía.
Claro, Obama es simpático, aunque en eso no debemos dejarnos influir por Bush, es decir, no es suficiente no ser Bush para merecer cualquier premio, por desacreditado que esté. Mientras hay ganadores que enaltecen el premio, los hay que lo deshonran.
Normalmente no hay polémica alrededor de los premios científicos, entre otras cosas porque pocas personas están en condiciones de discutir unos premios formulados en una terminología intransitable. Esta vez fue más fácil, porque el de Medicina recayó en investigadores que buscan prolongar la vida, pero poca gente estará dispuesta a objetar tal propósito. Solo sugiero que se apuren.
Pero premios como el de la Paz, Economía, Literatura, están siempre sujetos a disputa. Una de las diferencias entre las llamadas ciencias “duras” y las humanas es que en las primeras todo está en el objeto y en estas en el sujeto. No es cuestión de que alguien diga:
--Esto es un omoplato.
Y otro responda:
--Bueno, omoplato es, pero tirando a fémur.
En cambio si alguien dice que le gusta una novela, cualquiera puede discutirle que esa novela no es tan buena o que el Premio de Literatura lo merecía más Fulano que Perenceja.
En este caso del Premio de la Paz la cosa se ha vuelto una guachafita. Es que es difícil tomarlo de otra manera. No voy a repetir los muchos chistes que se le han dicho porque se me llena la columna de chacota, lo que no sería mala idea, pero de todos modos no añadiría nada a este amago de dilucidación.
Otros, menos zumbones, han pasado por bolas a este comité noruego que creíamos tan serio, por más que darle ese premio a Teddy Roosevelt, el del Gran Garrote, luzca poco circunspecto. Pero dicen que a Obama le dieron un premio cargado de paz, que embarazaría sus acciones de guerra. No parece. Apenas agradeció el premio, salió casi en volandas a aprobar el envío de como diez mil soldados más a Afganistán. Es el capitalismo, que no cree en formas sino en concreciones poderosas, por brutales que sean.
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