La Humanidad está en crisis, es profunda, terminal. Son tiempos definitivos: se decide si somos una especie peste, destinada a acabar con la vida planetaria, o si somos el futuro armónico que la vida precisa.
Se decide si la especie es capaz de pensar, si el pensamiento es una maldición, si esa facultad sublime significa el final.
Las señales de la crisis son claras: se originan en el interior del alma de la humanidad, allí reside el mal. Las puertas que conducen a lo mejor de la especie fueron cerradas por el capitalismo, nos transformaron en sociedades zombis: las del norte, enceguecidas en su consumismo, aislamiento y egoísmo patológico, las del sur, los que pueden, viven imitando, los otros deseando, y los más, excluidos, viviendo el desasosiego de una existencia miserable. Todos sumergidos en la misma lógica, en la misma cultura que nos conduce a la extinción.
La especie contempla impertérrita la contaminación brutal de los mares, la extinción de especies animales y vegetales, la transformación de bosques en desiertos, nada nos perturba, contempla fría en su egoísmo la prisión de hermanos sometidos a las más crueles torturas en cárceles clandestinas, como Guantánamo, los genocidios de Irak, Palestina y Afganistán, nada nos perturba.
Todos vemos los cambios climáticos que presagian extinción, y enterramos la cabeza cual avestruz.
Si estudiamos la crisis nos daremos cuenta que es una crisis de ideas, y de la demostración práctica de la viabilidad de esas ideas. El mundo está atrapado en la lógica del capitalismo, vemos con tristeza a países que otrora fueron esperanza para la humanidad, Rusia, China, Vietnam, ahora, con mayor o menor disimulo, se convirtieron a la lógica del capitalismo, son productores de mercancías, explotadores de sus trabajadores, comerciantes del sudor y la sangre de sus pueblos y, lo que es peor, verdugos de la esperanza.
No hay dudas, la crisis está aquí, y reclama medidas drásticas para resolverla a favor de la vida.
Nosotros en Venezuela, en la ALBA, estamos llamados a señalar el rumbo de la redención, a ser grandes, a romper las cadenas de una cultura que nos condena, a reafirmar las ideas revolucionarias, a construir su soporte material, a demostrar, a señalar al mundo el camino.
Nosotros debemos asombrar a la humanidad, levantar la pasión de cambio que levantan las grandes ideas, que levantó el Cristianismo, la Revolución Francesa. No podemos conformarnos con menos. No se trata de hacer un buen gobierno, de ganar unas elecciones, la tarea es mayor: convertirnos en una sociedad modelo.
Es en ese ambiente que debemos analizar, evaluar a nuestra Revolución, a nuestra sociedad.
Somos la esperanza, tenemos la posibilidad de transformarnos, de zafarnos de la lógica capitalista, de fundar una nueva cultura, y eso ya es un milagro, eso justifica la existencia de la Revolución. Debemos seguir adelante, convertir la esperanza en concreción.
Ahora debemos nutrirnos del acervo universal de ideas revolucionarias, socialistas, adaptarlas a nuestra realidad, inventar, sustentarlas con la práctica, asombrar al Mundo.
¡Chávez es Socialismo!