El calentamiento global es un negocio

Cualquier freno al calentamiento global es imposible dentro de la perspectiva capitalista que domina el escenario mundial, porque para esa visión del mundo, el ambiente también es un negocio y las tragedias permiten movilizar capitales. Lo acaban de ratificar los presidentes reunidos en el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico en Singapur, cuya declaración más importante gira en torno al rechazo a cualquier tipo de proteccionismo y a la necesidad de mantener abiertos los mercados para las inversiones y el comercio. Es decir, fue un cónclave más de reafirmación capitalista y contrario a la conservación del medio ambiente, porque poco importa si el cambio climático arrasa con la mitad del planeta, siempre y cuando la otra mitad, la desarrollada por supuesto, pueda pagar por su existencia. Claro que eso de atacar el proteccionismo es algo tan hipócrita, como la foto “en familia” que suele hacerse en ese tipo de eventos, porque ninguno de los países desarrollados participantes en el encuentro, está dispuesto a suspender las barreras que protegen a sus nacionales en las áreas que más les interesan.

Mantener los mercados abiertos al comercio, garantiza que los países industrializados sigan inundando a los subdesarrollados con sus mercancías desechables, guiados por las modas que nos imponen desde el norte a través del cine, la TV y todos los otros medios de comunicación de masas. Libertad de comercio significa que la Monsanto y otras transnacionales del negocio agrícola, sigan controlando la producción de alimentos en el mundo, con el sacrificio africano y de cuantos carecen de recursos para pagar sus servicios; y que el Pentágono y la CIA continúen dirigiendo el complejo militar industrial cultural judío-gringo que manda en el planeta.


Harían falta varios milagros para que, desde las entrañas del capitalismo, surgiera un hilo de conciencia planetaria que impusiera el sentido común para la sobrevivencia colectiva, sobre el interés de amasar dinero que mueve a los magnates. El primero de esos milagros sería que el propio imperio sufra directamente las consecuencias del calentamiento global, y no las islas caribeñas o asiáticas, que suelen recibir tsunamis, terremotos y tormentas, que de paso sirven para que los países ricos, hagan sus típicos gestos publicitarios “en favor de los pobres”. En el capitalismo cierta caridad aumenta las ventas y cualquier desgracia ajena da pie para que las empresas tipo Halliburton, hagan sus “inversiones”, si es que no se aprovecha la ocasión para invadir con los marines, tal como pretendieron hacer aquí durante la tragedia del estado Vargas.

Pero quizás el milagro más importante es que en los países subdesarrollados, nos percatemos de que es imposible y completamente INUTIL seguir copiando el modelo de desarrollo antiecológico y materialista, basado en el despilfarro y la ostentación, que ha impuesto el imperio en casi todo el mundo. Que tenemos que usar nuestro ingenio y creatividad de manera autónoma, sin la muleta del norte industrializado que amarra a muchos gobernantes tercermundistas, que hasta se dicen avanzados, y abrir nuestro propio camino, arropándonos hasta donde nos llegue la cobija, pero de una manera GENUINA, acorde con las características naturales de esta parte del mundo.

En la evolución orgánica, la adaptación fisiológica ante los cambios naturales del ambiente y el aprovechamiento de recursos limitantes, ha jugado un papel más importante que la destinada a contrarrestar la competencia. De ahí la enorme biodiversidad que caracteriza el trópico. La ecología tiene mucho que enseñar a la economía, si ésta última decidiera deslindarse de su manto de supuesta suficiencia.

camilopalmares@yahoo.com


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Camilo Palmares

Profesor universitario.

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