Decían los viejos campesinos que el clima de cada uno de los días del mes de enero anuncia el clima que prevalecerá en cada uno de los meses del año. A tales días se les conocía como las “cabañuelas”. Si tal método de predicción meteorológica fuese valedero y si, además, su aplicación se extendiese al clima político y económico, confirmaríamos que el año que comienza “pinta color de hormiga”. Siguiendo con las consejas de la sabiduría popular, habría que incluir la de la “cuesta de enero”, que hace referencia al tremendo esfuerzo que implica el transcurrir por el primer mes, después de las fiestas del fin del año, antaño abundantes en materia de comer y beber (antes de las crisis recurrentes) o las apreturas resultantes del exceso de gastos propios de la temporada (también de antes de las crisis) así como también por los ajustes a la alza de los precios de las mercancías, después de las ofertas navideñas. Cualesquiera que sean las vías de la prognosis, todas apuntan tremendos nubarrones, en tanto que la de enero ya no es una simple cuesta sino un acantilado al que hay que trepar con las uñas, sin cuerda ni malla de protección, y no sólo en enero sino para todo el año.
Por más que se esfuerce Calderón para convocar al optimismo, no se hallan asideras para lograr tal estado de ánimo. La recuperación en Estados Unidos va lenta y, además, acompañada por una intensa campaña para reducir las importaciones, con lo que la expectativa de recuperación por la vía de las exportaciones a ese mercado es negativa. Por su parte, el mercado interno, que debiera ser el principal motor de la recuperación, languidece ante la galopante desocupación y el alza de los precios provocada por el aumento de impuestos y de costos de la energía, nítida expresión de la demencia que caracteriza al régimen espurio, que no convence ni a los de su propio partido. Como es costumbre, desvían las críticas hacia los eslabones más débiles de la cadena, argumentando que las alzas de los precios de las subsistencias obedecen a la codicia de los pequeños comerciantes e industriales, en tanto que se amenaza con fuertes multas por la Procuraduría del Consumidor, sin que cuenten con instrumentos legales para hacerlo, cuando se ha privilegiado el supuesto ajuste natural por las fuerzas del mercado libre, haciendo la vista gorda ante la evidencia de su estrepitoso fracaso.
La política no canta mal las rancheras. Salvo los altos jerarcas del PAN, nadie avala la política económica del régimen. Los zorros priístas, después de haber sido copartícipes de la nefasta alza de impuestos, se visten de toreros y electoreros para criticar al tal Calderón, cuya ocupación forzada de la oficina presidencial apoyaron, “haiga sido como haiga sido”. Muy orondos citan a los funcionarios responsables de la política económica y energética a comparecer, para que informen de las razones que justifiquen las medidas adoptadas, comparecencia en las que los funcionarios desquitan el voluminoso salario aguantando horas de diatribas e improperios, sin que suceda absolutamente nada más. Tú haces como que me atacas y yo hago como que te respondo. El ejercicio del poder legislativo se satisface en el circo declarativo para los efectos mediáticos que allanen el camino de la alternancia bipartidista.
En el mismo camino electorero y con pleno abandono de sus principios fundacionales, el PRI entra en alianza con lo más oscurantista del clero católico para votar la penalización del aborto en más de la mitad de las entidades federativas. Su delfín para la sucesión presidencial se exhibe en el Vaticano, acompañado por ocho obispos, para dejar constancia de su fe católica y anunciar su próxima boda de corte telenovelero, en una reedición del argumento de la serie romántica de Vicente y Marta. De su parte, la jerarquía católica se sirve con la cuchara grande y se pasa por el arco del triunfo la añeja laicicidad del estado mexicano. Los obispos se sueltan la melena y despotrican abiertamente contra el PRD del Distrito Federal que promovió la legislación que reconoce la capacidad de los homosexuales para formar asociaciones matrimoniales entre sí y para permitir la adopción de hijos, que no tiene más significado que el del respeto a los derechos de las minorías, sin importar si irán al cielo o al infierno. En tanto que tales personajes hacen mutis, y hasta se complacen, ante muchas otras violaciones a su propia doctrina, entre las que sobresalen.: la pederastia de los curas y monjas; las “costumbres disolutas” promovidas desde la televisión; el genocidio provocado por la política económica; la mentira empleada como instrumento de gobierno por Calderón; la gula de Carstens, y tantos otros más.
Es urgente un golpe de timón que arrase hasta con el timonel. Es necesario salir a la calle a convencer a la gente de que sí se puede provocar la transformación de la realidad desde la calle, para contrarrestar la enajenación televisiva y futbolera; para decirle a los jóvenes que sí hay expectativa, sin necesidad de caer en las redes del crimen organizado; que, en verdad, el pueblo unido jamás será vencido; que sólo el pueblo puede salvar al pueblo. Tenemos líder y proyecto; tenemos la razón y la verdad de nuestro lado ¿Qué esperamos? Para luego es tarde.
gerdez999@yahoo.com.mx