Es buena esta catarsis que hacemos publicando nuestra opinión con respecto a los resultados electorales del pasado 26 de septiembre. Como autocríticos, como creyentes de este proceso de cambios que adelanta el Presidente Hugo Chávez, creo que es necesario, sino casi obligatorio, opinar sobre el asunto. Ahí la razón de ser de este escrito. El proceso electoral, para escoger a los miembros de la Asamblea Nacional, fue de por si complejo. Se hace en medio de un intento de consolidar un proceso revolucionario que plantea cambiar la estructura se la sociedad venezolana, con el máximo objetivo de lograr la justicia social y por ende la mejora sustancial en la calidad de vida de quienes habitamos este país.
Tales cambios no son bien vistos por todos, menos aceptados por todos. Esa es la realidad y así hay que asumirla. Los intereses individuales y grupales comienzan a sentir fuertes amenazas cuando se trata de socializar los beneficios que el Gobierno intenta hacer llegar a todos y cada uno de los miembros de esta sociedad. La reacción es obvia. Hay quienes apoyan y hay quienes se oponen a estos cambios. Sólo se espera que en ambos casos exista honestidad, pero no es así. La realidad es otra. Los que se oponen, de los cuales hablaremos en esta oportunidad, se han valido de todo absolutamente para quebrar e impedir, de una manera oscura, estos cambios. Una de sus estrategias ha sido el manejo mediático de la mentira. Trabajo mediático que no sólo ha tenido un apoyo nacional sino también internacional (ver como ejemplo El Nacional, Globovisión, CNN y RCN).
En efecto, todo trabajo positivo del Gobierno nacional, es inmediatamente destruido, por las posturas adversas, a través de los medios de comunicación. Y cuando hablamos de medios de comunicación no sólo nos estamos refiriendo a la prensa escrita, televisiva o radio, nos referimos también a las redes electrónicas actuales, así como a la transmisión del mensaje persona a persona, bien sea en la peluquería, en el mercado, en el estadium, en cualquier sitio. Para ello, la mentira ya sembrada en muchos, es usada para que a su vez los creyentes de esas mentiras se transformen en defensores y difusores efectivos de ellas, casi que con religiosidad, con fanatismo.
Lo antes expuesto se refleja en muchos ejemplos. Recientemente el Presidente puso en marcha un programa para que la gente pueda adquirir, con facilidades de pagos, equipos electrodomésticos. Esto es sumamente positivo, por supuesto. Sin embargo, a las pocas horas del anuncio, en los medios opositores se decía que ni con la regaladera (primera mentira) de lavadoras, cocinas y neveras el Gobierno iba a lograr que el pueblo dejara de votar contra el comunismo que está acabando con el país (segunda mentira). Así sembraron, de una vez, la duda entre la gente. De seguro, presumimos, la gente compró su lavadora, pero también compró la idea opositora.
Tal vez es atrevido decir que manejar mediáticamente la mentira ha resultado “n veces” más positivo, en términos electorales, que todos los recursos invertidos por el Gobierno en políticas públicas. La gente aprendió, con la mentira ya inoculada, a recibir los beneficios del Gobierno y a ir, en los procesos electorales, en contra dicho Gobierno. Tal vez, en la cuarta nunca fue así. Ahora, la gente aprendió, por la mediática mentirosa, a vestirse de rojo-rojito, gerenciar una importante empresa del Estado, ir a Barrio Adentro, comprar en Mercal y PDVAL, ir a las marchas, mítines, concentraciones, pero a votar en contra del Gobierno.
La oposición lo manejó muy bien: reciban todo del Gobierno, vayan a los actos públicos de rojo-rojito, pero voten por nosotros pues aquí le ofrecemos algo más importante que la comida y salud pública, le ofrecemos defender la libertad de expresión y la democracia. La gente aprendió, repetimos, a través de la mentira mediática, que no había libertad de expresión en el país ni democracia, pero además que lo dicho por la oposición era lo más importante y por eso había que apoyarla; no importándole al mediatizado eliminar a este Gobierno que le ofrece comida y salud, pero que además es, en verdad, un defensor de la democracia y la libertad de expresión.
Hay entonces, que aprender a manejar, como lo hace la oposición, los medios de comunicación para contrarrestar dichas mentiras y sus nefastos efectos. Para ello debe revisarse profundamente lo que hasta el día 26 S se venía haciendo, en materia comunicacional en pro del Gobierno. Por ejemplo, cuándo y cuántas veces se ha mostrado en los medios la mega construcción que se está haciendo en el centro del país para el desarrollo del sistema ferroviario venezolano. Cuántas imágenes de esas, con las super maquinas trabajando día y noche, construyendo grandes túneles, terraplenes, muros de concretos, inmensas estructuras de acero, la importancia de la obra, los obreros en plena faena, los contratistas, los beneficios inmediatos de la población, entre otras tantas cosas, han sido mostradas. Igual aplica para el desarrollo de los proyectos ferroviarios en Lara, Guárico y otras infraestructuras como el tercer puente sobre el Orinoco.
Qué imágenes conoce la población venezolana de las extensas superficies, que en estos momentos abarcan cientos de miles de hectáreas, sembradas de distintos rubros a lo largo y ancho del país, donde se utiliza tecnología de punta que va desde el uso de avionetas a modernos tractores (ver por ejemplo los estados Portuguesa, Monagas, Barinas y Yaracuy), demostrando que el Gobierno sí invierte en la seguridad alimentaria. Cuántas imágenes se han mostrado de los grandes complejos agroindustriales, localizados en distintas partes de la geografía nacional, en permanente funcionamiento, desde donde diariamente se procesan toneladas de productos alimenticios que son transportados en miles de modernas gandolas para toda la nación. Pero igual no se muestran las miles de fincas, en casi todo el país, con millones de cabezas de ganado vacuno y porcino. De igual modo, la proliferación de la piscicultura a nivel nacional, con miles de lagunas artificiales distribuidas en casi toda la república, donde se cultivan miles de toneladas de peces, camarones, entre otros.
Dónde están las imágenes de los grandes empresarios, constructores, entre otros, que reciben las mayores ganancias de las inversiones que se hacen en el país, hablando ellos, no el Presidente, de los proyectos que están ejecutando y del avance que se ha tenido durante la revolución. Dónde están las imágenes de los puertos y aeropuertos nacionales e internacionales, que muestren la inmensa movilización de mercancías y personas que hora a hora, todos los días y meses del año se hacen en este país, tanto a nivel nacional como internacional. Por qué no vemos imágenes de los cientos de supermercados, mercados populares y otros sitios de expendio de comidas y bebidas, tanto públicas como privadas, donde se muestre que la gente, muchísima gente, todos los días, compra, come y bebe en este país. Por qué no se muestran las cifras de las incalculables ganancias que diariamente reciben estos centros.
Cuánto cuesta mostrar imágenes de los sitios de ocio y distracción, como las playas por ejemplo, donde se agolpan todos los fines de semana y feriados millones de personas, disfrutando. Por qué no se muestran todas las autopistas recién construidas y antiguas, así como otras vías de comunicación del país, llenas de cientos de miles de vehículos de diversos tamaños, precios y modelos, indicativo de una importante capacidad de compra por parte de la población. Acaso cuesta mucho ir a los grandes centros comerciales y mostrar imágenes de la gente comprando, divirtiéndose, en cientos de miles diariamente. Por qué no reportar, mediáticamente, que casi permanentemente están llenas las capacidades hoteleras de casi todo el país, sin importar si se trata de un hotel de bajo o alto precio, casi siempre ocupados. Qué tiene de difícil mostrar imágenes de escuelas, liceos y universidades, donde se aprecie que en el país asisten diariamente más de nueve millones de venezolanos y venezolanas a recibir la debida educación. Igual, por qué no se muestran los avances culturales, como la Villa del Cine, galerías públicas y privadas, sala de conciertos, teatros, cines, entre otros, y que diariamente son visitados por miles de usuarios.
Es que acaso cuesta mucho mostrar los centros de servicios de salud pública y privados que han proliferado durante la revolución, bien sea por políticas del Gobierno o por el incremento del poder adquisitivo de la población, por toda le geografía venezolana. Igual que la proliferación de redes de farmacias, incluyendo las públicas y privadas. Costará mucho darse una pasada por El Morro y Lecherías, en el Edo. Anzoátegui y mostrar las hermosas viviendas, con sus canales y yates. Será muy difícil mostrarle al país imágenes del recién inaugurado metrocable de Caracas, del moderno tren desplazándose hacia los Valles del Tuy, el trolebús de Mérida, los metros de Maracaibo y Valencia. Cuánto costará para que imágenes de ferias y festivales de los pueblos y ciudades, donde además de la diversión, se comercializan millones de bolívares fuertes en productos y servicios, sean mostradas al país. Costará mucho mostrar las imágenes de centros de desarrollos endógenos consolidados, donde se produce, investiga y comercializan productos del campo dentro de un concepto socialista (ver por ejemplo casos concretos de Lara y Barinas). Cuán difícil será mostrar imágenes de todos los eventos deportivos, que a lo largo y ancho del país se desarrollan todos los meses del año, en instalaciones modernas construidas en su gran mayoría durante la revolución.
Cuánto cuesta mostrar la construcción de miles de nuevas urbanizaciones, públicas y privadas, tanto económicas como de lujo y la construcción, en todo el país, de miles de altos edificios para viviendas, oficinas, entre otros usos. Es acaso una debilidad mostrar al país, las instalaciones de la industria petroquímica, entre las que cuentan las más grandes del mundo, para que se vean los logros tecnológicos y sociales allí presentes. Por qué no se muestran, para que se conozcan, por ejemplo, las empresas socialistas que están produciendo, diariamente, miles de jeringas, sacos y paletas para transporte de carga, en la petroquímica del Zulia. Por qué no dar a conocer las inmensas superficies, más grande que el Edo. Táchira, sembradas de pinos, cubriendo los estados Monagas y Anzoátegui. Igual, la gran industria maderera asociada a estas plantaciones forestales.
Convencidos estamos, que mostrando esta visión del país que tenemos, la mentira mediática tendrá problemas para prosperar, aunado a un buen trabajo mediático lleno de inteligencia, buena calidad y gusto, hecho por especialistas que amen de vedad este proceso, y eso es muy, pero muy importante, donde no se coleen especialistas opositores por ser él o ella “light” y porque es bueno o buena en lo que hace. Hay que empezar por modernizar, en todos sus aspectos, las televisoras, radios, periódicos, revistas y páginas WEB del Estado, o que apoyan las políticas del Gobierno. Hacerlos más atractivos a la juventud, recordando que somos un país lleno de jóvenes, vulnerables por desconocer muy poco el pasado inmediato. Jugar más con las imágenes, figuras, programas, periodistas y animadores de programas (a veces se ven como aburridos, sin ganas, descoloridos, muy lejanos de la energía que siempre, pero siempre, expresa el Presidente), entre otras cosas innovadoras. Hay que conformar equipos pluridisciplinarios, que incluya especialistas en las áreas de psicología mediática, sociólogos, periodistas innovadores, aguerridos, sagaces, sobre todo preparados en guerra mediática, con sólidos principios revolucionarios y defensores reales de las políticas del Gobierno nacional.
Es decir, es necesario crear, muy pronto, un sistema mediático que sirva para mostrar una Venezuela y un Gobierno venezolano en positivo, pero que tenga también la capacidad de reacción inmediata ante la mentira mediática opositora (nacional o internacional), para investigarla y rebatirla con ejemplos, que como muro frene ipso facto la manipulación de la información, haciendo que prevalezca siempre la verdad. De este modo se puede evitar que la oposición mediatice con sus mentiras y gane más adeptos dentro la población, lo cual está afectando sin importar condición social o preparación académica. Esto debería ser extendido, si llegara a existir el caso, a cualquier seudo revolucionario, que agazapado en cargos de gobierno o dirigenciales, intente también manipular la verdad. De estos posibles casos estaremos hablando luego.
Tal vez, estas sugerencias
puedan coadyuvar a fortalecer el proceso revolucionario en el futuro
inmediato, pues lo mediático está allí, formando parte de nuestras
vidas y no podemos obviarlo, menos eliminarlo. Los que se oponen al
Gobierno han demostrado eficiencia utilizando la mentira mediática
y están ganando espacios. Eso sería absurdo negarlo. Es justo la hora
de detenerlos. Así quedó claro el pasado 26 S.
(*) Profesor Titular ULA-Táchira