Comenzaré por confesar que, hasta hace poco, nada sabía de la hoy presidenta electa de Brasil. Quizás sea una de esas pocas figuras del amplísimo abanico de la izquierda de América Latina, que nunca había oído mencionar antes que la distinguiesen con la designación de candidata por parte del Partido de los trabajadores.
Pero si de ella nada sabía, pese su presunta participación en la lucha armada de la izquierda de su país y en grandes combates por la libertad y los derechos de explotados, si bastante de la conducta de la derecha continental, Departamento de Estado y organismos policiales de Estados Unidos. También de los núcleos capitalistas que han dominado en nuestro entorno, como en Estados Unidos, los medios informativos y se dedican a postrar a quienes manejen los mecanismos del Estado.
Ser poseedor de grandes capitales, implica entrar en una cofradía que procura que el mundo funcione, mediante el mecanismo pretendidamente monocorde e inexorable que ella diseña. Para ello, se ha apoderado de medios de comunicación y hasta de la forma de pensar de los periodistas que para ella trabaja y articulistas, presuntamente independientes, pero por ella tarifados, que insertan en las páginas de opinión de sus diarios.
Un mamotreto como la SIP, donde militan los dueños de los diarios, reclama libertad para el ejercicio periodístico, mientras estos la maniatan. Atendiendo a esa camisa de fuerza que es la llamada línea editorial, sesgan noticias y hasta las desvirtúan, mediante la titulación, cuando les llegan redactadas de agencias nacionales e internacionales de las cuales se sirven. Implementan campañas orquestadas, con la participación de numerosos y diferentes medios, para difamar. Con holgura se puede hablar de “diferentes”, porque ahora, eso es novedoso, cuanto se trata de descalificar a alguien, se valen de lo que sea, hasta programas infantiles, de moda, eso que ridículamente llaman de “arte” y caridad.
Sus medios se cierran herméticamente a aquello o aquellos que no coincidan con sus intereses u opiniones. Habitualmente los censuran ignorándolos, desvirtuando lo que digan, mediante el recorte estudiado o sacándole de contexto.
Lula, pese a su origen de clase, obrero fabril y dirigente sindical, presidente del Partido de los Trabajadores, haber contado con un nutrido respaldo, tanto que deja la presidencia con una aceptación de la opinión que sobrepasa el 80 %, desarrolló un gobierno, durante dos períodos, en el cual no pudo, ni siquiera intentó, como Chávez, producir modificaciones estructurales en la economía brasileña. Razones sobran para explicar eso y no sería con el simplismo que arrió sus banderas.
Pero no hay duda que Lula Da Silva, le imprimió al Estado brasileño una política digna, respetable y a favor de los intereses progresistas y favorables al cambio en el ámbito de nuestro continente. Su presencia, tanto como la de Chávez, tiene que ver con la creación de Unasur y aptitudes sustancialmente progresistas en las relaciones intracontinentales.
Dilma Rousseff, no tiene el respaldo que goza Lula y menos su trayectoria. Se podría hasta decir, que antes de su candidatura a la presidencia brasileña, era una desconocida y tuvo que valerse del respaldo del presidente para alcanzar su meta.
Esto implica que, no habiendo podido Lula hacer lo que uno podría haber deseado, por su origen y luchas, menos podrá la señora Rousseff. Pero, no obstante, por si acaso –o por si fortis, como decían en Cumaná – ya la derecha, el Departamento de Estado, por intermedio de su aliado, el diario O Globo de Brasil, ha puesto a circular información hasta difamante contra la nueva presidenta electa.
No sólo recuerdan su participación en la lucha armada, sino hasta la difaman, diciendo que habiendo sido detenida e interrogada, delató a algunos de sus compañeros.
Ese proceder es viejo y viciado. Es una simple y vulgar maniobra chantajista. Lo patentó la CIA hace muchos años. Ahora diarios como el brasileño mencionado, hacen de ventiladores.
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