Ese loco, con ese cañón, se va a acabar

Esto lo dijo el Comandante Chávez el año pasado refiriéndose a un directivo de Globovisión. Pero parece que no era un loco, sino varios locos manejando un cañón. Incluso pueden operar este cañón a distancia desde el Congreso de Estados Unidos en Washington, donde recientemente se realizó una reunión de nuestros enemigos de clase de América Latina para atacarnos.

No podemos olvidar que Globovisión es un componente de las fuerzas de operaciones psicológicas del imperialismo en la actual guerra mediática de clases. Globovisión es un arma de guerra. Un arma que dispara mentiras y distorsiona la realidad para exacerbar el odio y agudizar la lucha de clases. Pero eso si, una lucha donde corra la sangre de trabajadores enfrentados a trabajadores, y no la sangre de la burguesía. Porque los burgueses ni siquiera van para las marchas. Ellos mandan a los pendejos.

Hasta ahora la respuesta administrativa del Estado a la ofensiva mediática ha sido débil. Pero eso está cambiando. Según pude leer el miércoles en Aporrea, el Estado venezolano asumió el control del 20% de Globovisión. Es decir, el Estado a través de Fogade tendrá el papel de accionista para percibir dividendos y presentarse en asamblea de accionistas. Algo es algo, pero no es suficiente.

Por lo pronto los directivos de Globovisión y sus operadores políticos perdieron una batalla, y cuando pierden una batalla hacen llamados a la libertad de expresión. Bueno, que agiten, no importa. ¿Qué nos puede importar la libertad de expresión burguesa, cuando ésta nos oprime? Nada. Si nos agüevoniamos con este cañón disparándole a las mentes menos conscientes, podemos perder la revolución. Se han visto casos. Una de las razones por la que se perdió la Comuna de Paris, en 1871, fue la falta de decisión y energía en suprimir la prensa adscrita al gobierno de Versalles.

El camarada Lissagaray, miembro de la Comuna, nos cuenta que el Comité Central dejaba decir, y protegía inclusive a los que le insultaban. De hecho, habiendo invadido una multitud indignada las redacciones de Le Gaulois y de Le Figaro, el Comité Central declaró en L’Officiel que haría respetar la libertad de prensa, porque sus miembros esperaban “que los periódicos tomaran como un deber el respeto a la República, a la verdad y a la justicia”. [1] Es decir, los miembros del Comité Central confiaban que la burguesía algún día tomaría el camino de la verdad, por tanto, fueron tolerantes ante el engaño, las calumnias, la injuria y el ultraje que lanzaba la prensa burguesa.

Demasiada confianza en la burguesía. Ya sabemos lo que ocurrió. La venganza de la alta burguesía fue extremadamente cruel. Fusilaron a veinte mil personas que en sus tres cuartas partes, por lo menos, no habían combatido. Luego Thiers, el despiadado representante de la burguesía francesa, telegrafió a sus prefectos: “El suelo está sembrado de cadáveres. Este espantoso espectáculo servirá de lección”. [2] Esta historia que nos sirva a los trabajadores y trabajadoras venezolanas para entender quién es nuestro enemigo de clase.

Luego Lenin estudió esta experiencia que vivieron las mujeres, hombres y niños de Paris, y entendió la peligrosidad de los periódicos burgueses como arma en la lucha de clases mediática. Para él, el problema de la libertad de prensa no podía separarse de los demás problemas de la lucha de clases. En 1908, en su artículo Lecciones de la Comuna, Lenin advirtió que uno de los errores que destruyó los frutos de la victoria fue la magnanimidad excesiva por parte del proletariado. En lugar de destruir a sus enemigos, este pretendió ejercer una influencia moral sobre ellos.

Poco después de la toma del poder, durante su intervención en la reunión del Comité Ejecutivo Central para defender su proyecto de resolución sobre la libertad de prensa, Lenin dijo: “No podemos ofrecer a la burguesía una oportunidad para calumniarnos. Tenemos que nombrar una comisión de inmediato para investigar los vínculos entre los bancos y los periódicos burgueses. ¿Qué clase de libertad quieren estos periódicos? ¿La libertad de comprar montañas de papel y contratar una multitud de escritores de oficios? Tenemos que evitar la libertad de una prensa dependiente del capital”. [3]

Por su parte, Trotsky distinguía entre lo que es la prensa durante una guerra civil y lo que es después de la victoria. “Una vez en el poder —decía— el proletariado puede verse forzado, por cierto tiempo, a tomar medidas especiales contra la burguesía si la burguesía asume una actitud de abierta rebelión contra el Estado obrero. En ese caso, restringir la libertad de prensa va a la par con todas las otras medidas empleadas en sostener una guerra civil. Naturalmente, si usted se ve forzado a usar artillería y aviones contra el enemigo, no puede permitir que este mismo enemigo mantenga sus propios centros de información y propaganda dentro del campo armado del proletariado”. [4]

Luego, después de la victoria, cuando el poder se consolida, “el monopolio burgués de la prensa debe ser abolido —dice Trotsky—. ¡De otro modo no valía la pena haber tomado el poder! Cada grupo de ciudadanos debe tener acceso a las máquinas de imprimir y al papel (…) El derecho de propiedad de las imprentas y del papel, pertenece, ante todo, a los obreros y campesinos, y sólo después de ellos a los partidos burgueses, que son una minoría”. [5] En otras palabras, algún día tenemos que liberar definitivamente a la opinión pública del yugo del capital. Y esto sólo puede hacerse colocando los medios de producción, incluida la producción de la información pública, en las manos de toda la sociedad.

Por los momentos Globovisión nos sigue atacando. Y lo hace desde el 2002, cuando los medios de comunicación burgueses a través de una operación psicológica modelaron la conducta de la clase media y la condujeron hasta Miraflores. Dieron un golpe de Estado, hubo muertos, y, después de una dictadura de 48 horas, el Pueblo restauró el orden constitucional. Sin embargo, el Estado no tomó medidas contra los medios burgueses. Desde entonces la guerra mediática no ha cesado. Globovisión está día a día en una actitud de abierta rebelión mediática contra el Pueblo de Venezuela, y esta situación nos puede conducir a una guerra civil. Nosotros aún no hemos alcanzado la victoria. Estamos en una lucha de clases de baja intensidad contra la burguesía local y el imperialismo. Y esta lucha se puede agudizar si no tomamos medidas a tiempo.

[1] H. Prosper-Olivier Lissagaray, La Comuna de París. Monte Ávila Editores Latinoamericana C.A. Caracas, 2009, p. 186.

[2] Ídem, p. 582.

[3] Lenin, Reunión del Comité Ejecutivo Central de toda Rusia, 4 de noviembre de 1917.

[4] Leon Trotsky, Libertad de prensa y la clase obrera. Revista Clave, México, octubre de 1938. Sin firma.

[5] John Reed, Diez días que estremecieron al mundo. Ediciones Akal, S.A., Madrid, 2007, p. 268.

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Fernando Saldivia Najul

Lector de la realidad social y defensor de la sociedad sin clases y sin fronteras.

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