Comienzo por lo segundo.
Al igual que millones de venezolanos estuvimos pendientes de la primera
actuación en la Fórmula 1 de nuestro joven piloto Maldonado. Estaba
casa de unos familiares escuálidos y tenían Meridiano TV, y desde
la partida (Maldonado en el puesto 16) estábamos por escuchar de sus
acciones. Los locutores narradores nada. Logramos ver en el cintillo
inferior de las posiciones y nuestro ídolo nacional en el puesto 16.
Y ni un comentario. Luego bajó al 17, un poquito más al 20, luego
al 22 en la vuelta 11. La cámara enfoca el Williams y comentan “problemas
de Maldonado”.
No hay nada más repudiable
que una manifestación en contra de algo o de alguien que sea tendenciosa,
por más que la apreciación pueda estar condicionada a la óptica a
favor de quien la recibe, o de quien la sigue.
O sea, que si una huelga
o paro es de la oposición, aunque ellos la aprueben a nosotros nos
parecerá estúpida. Y viceversa, a pesar de que no la haremos, por
ahora.
Así como que desaprobamos
cualquier manifestación, con o sin razón, que afecte el libre desenvolvimiento
de alguna actividad importante. Por ejemplo, que altere el tránsito
vehicular o peatonal. O las actividades laborales de una empresa de
servicios que trae daños a las comunidades. O que tengan que ver con
la productividad para el consumo nacional.
Peor, aún cuando se
ha hecho costumbre, la que llevan a la interrupción de clases. Recordemos
que el tiempo es lo único no recuperable y perjudica a los estudiantes,
jóvenes o adultos, y a las familias.
Durante años nos preocupaban
las huelgas del magisterio, primaria y bachillerato, que este gobierno
revolucionario ha congelado por cumplirles.
Bien. Las manifestaciones
de protesta, de reclamos, etc., no pueden ser prohibidas dentro de un
régimen que se precie de democrático, sin dudas. Pero debe reglamentarlas
para evitar desmanes, cómicas pantalléricas, o daños humanos, o contra
la propiedad de quien sea.
Por ejemplo, casi todo
el que tiene un problema vinculado con un ministerio quiere que lo atienda
el ministro. Creo que se debe a que casi todas las decisiones las toman
los ministros. Nadie quiere ser escuchado por un director ni un viceministro
y es porque no tienen condiciones para compromisos, mucho menos para
dar respuestas.
En la provincia ocurre
que las personas sólo quieren hablar con el gobernador y/o con el alcalde.
Es más, por eso todo el mundo quiere contactar a Chávez. ¡No creen
en nadie! Muy malo, ¿no?
Debemos crear un mecanismo
y un organismo sumamente serio y creíble que ventile todas las protestas,
y luego de los trámites en las áreas correspondientes dé respuestas
en tiempos establecidos según su complejidad. Deben existir varias
instancias de participación del problema y de no obtenerse respuesta
en los tiempos definidos se podrá ir a manifestaciones de calle, eso
sí… sin alterar la cotidianidad de nadie.
No me vas a trancar la
calle, no vas a quemar cauchos, etcétera. En principio, si se refiere
a peticiones o reclamos comunitarios (harto frecuentes) la respuesta
local debe ser de inmediato sin esperar a que las personas se desesperen
y por no obtener respuesta, ni siquiera atención, recurran a la incomodidad
colectiva de cerrar una vía.
Aquí le cae penalización
a los funcionarios comprometidos.
Con relación a las huelgas
de hambre, muy de moda y que se pueden hacer por cualquier cosa (porque
la suegra se vino a vivir a su casa, porque el novio la dejó, porque
hay un profesor que raspa a todo los alumnos, etc.) no tienen sentido
y mucho menos ya que atentan contra la salud, por lo tanto deben ser
prohibidas. Quien la haga sabrá que las autoridades se lo (a) llevarán,
por su salud.
Con relación de las
huelguitas de hambre de algunos universitarios, que aparecen como unos
héroes, tienen mucho menos razón cuando a niveles de conducción presupuestario
se están realizando conversaciones responsables, la ministra Córdova
con todos los rectores y vicerrectores administrativos, y los chamos
“perreros” empeñados en que no se le dan soluciones al problema
de años de mentiras autonómicas.
Lo que todos sabemos
es que como la situación es eminentemente política, las huelgas son
políticas, y todo lo demás es para desprestigiar y sacar al presidente
Chávez, tratarán de seguir su campaña mediática. Es tan así, que
las autoridades rectorales que están en conversaciones con la
Ministra, representante de Chávez, y habiéndose adelantado aspectos
importantes reconocidos por ellos mismos, se unen a la caminata del
grupo de universitarios hasta la Asamblea.
Y siendo una actividad
“eminentemente estudiantil” vemos a las ridículas autoridades (y
perdonan el término pero aquí no cabe otro) hablando con Soto Rojas,
aun cuando el día anterior habían hablado positivamente con la ministra.
Y los estudianticos se calan que les roben el protagonismo.
Ya basta de ridiculeces
con sentido democrático. Debe ser penalizado quien exprese falsedades,
como lo hemos expuesto en montones de artículos de cómo controlar
el terrorismo mediático. Nos hacen mucho daño en base a mentiras (con
verdades también, que si valen), pero las mentiras ya hieden.
Por seguir en la tónica
estudiantil, escuchamos al que se cosió la bemba “que Chávez
quería apresar a Nixon Moreno”, “que Chávez cerró a RCTV y a
35 emisoras de radio”, y acusa con desfachatez “que Chávez asesinó
a Franklin Brito, consuetudinario huelguista de hambre mediático”
Las acusaciones infundadas,
por lo menos las que se hagan públicas, las mediáticas, deben ser
penalizadas. Si es un chamo confundido –que no lo creemos– para
ser liberado bastaría con que se retractara públicamente en cadena
nacional. (Y condenarlo si en esa cadena dice otra estupidez)
Así se actuaría
con todos los entrevistadores, lectores de noticias, e invitados a los
programas de radio y TV. O simplemente cárcel o suspensión de su ejercicio
profesional.
¡Estamos obstinados de tantas mentiras, de tantas falsedades! ¡BASTA!
edopasev@hotmail.com