Solo aquella maldita expresión de aquel pastor eclesiástico que incitó al asesinato de aquel Chávez cristalino, casi ingenuo, de aquellos años posteriores al golpe de 2002, podría compararse con las aviesas actuaciones entrañablemente antichavistas del retrógrado Jaime Bayly, contra ese ser que todo lo dio en vida para beneficio de los mas pobres. Sus expresiones contra aquel presidente entregado a sublimes propósitos de redención, lesionaban más al pueblo que le seguía que a ese mismo eminente hombre con una capacidad de soporte que sólo aquel cáncer infundido en su humanidad, pudo vencer. Esa sonrisita cáustica que exhibía Bayly con una naturaleza diabólica, se constituía en el lobby de una maldad excesiva a la hora de expresarse de tan querido presidente. Su expresión facial emitía ligeros pucheros de excitación desalmada, cada vez que este individuo osaba ofender a Chávez. Durante los padecimientos del presidente, exacerbó sus odios incontenidos contra Chávez, este mal hijo de ese pueblo Peruano en su mayoría solidario con América y con su histórica moral republicana. Con frecuencia el desventurado mostraba con risas sus beneplácitos ante el cuadro que comprometía la salud del presidente. Y rebuscaba entre la cloaca política de América, los peores exponentes del antichavismo para mostrar en su mugriento programa maiamero las peores manifestaciones contra Venezuela y su glorioso presidente. Pero sobre todo, para mostrar sus falaces sentimientos necrófilos abundados en su deseada muerte de tan ilustre presidente. Cuando ya Chávez quedara vencido en la gloriosa hospitalidad de su pueblo aquel 5 de marzo, Jaime Bayly, llegó a expresar en un alarde de la más perversa forma de comportarse ser humano alguno, que “se sentía contento” con tal acontecimiento. Hoy los medios de comunicación informan que Jaime Bayly padece de un cáncer terminal. No hay alegría, ni siquiera de bajo acento, entre ningún socialista del mundo ante tal situación. Por el contrario el deseo es que salga de ese atolladero existencial. Pero hay una lección fructífera para sus entrañas, que este paciente majadero tendrá que aprender. Ni al más elemental ciudadano de este mundo se le pueden desear tan ominosos males como Bayly lo hizo contra Chávez. Y empezará Bayly en su lecho de enfermo a darse cuenta, que no valió la pena soltar el trapo de risa por las adversidades de Chávez, siendo que ha sido este hombre tan imperecedero, como olvidado en sus postrimerías será el mismo Bayly.