También fue CNN la que, con su esquema de información continua, puso de moda el protagonismo de los periodistas. Desde que el reportero John Holliman pronunció aquella fatídica frase La guerra ha comenzado en Bagdad, y la vimos en vivo y directo, nadie dudó del tremendo poder de los medios de comunicación. Pero la atención estaba especialmente sobre la persona que en off relataba los hechos, es decir, el periodista. Años después hicieron una película sobre ese episodio de CNN, donde precisamente los protagonistas fueron los periodistas, no el drama humano de esa guerra. Ya antes se había iniciado la práctica de los embedded journalists o periodistas asimilados al ejército norteamericano con el sólo propósito de dar cobertura a sus guerras. Entonces comenzaron a verse periodistas vestidos de militar, como un soldado más. No sabemos si disparaban o escribían. ¿Qué más da? Si a veces las ideas son, más bien, balas
Antes de eso, en Armero, Colombia (1985), también fuimos testigos de la lenta agonía de la niña Omayra Sánchez. Un suceso que enardeció al escritor Gabriel García Márquez quien cuestionó el hecho de que primero llegaran las cámaras de TV para transmitir, paso a paso, el sufrimiento de un ser humano, pero no las bombas extractoras de barro que se necesitaban para su liberación. Testigos recuerdan que los reporteros (as) se empolvaban y revisaban su peinado antes de hacer el reporte en vivo mientras la niña sucumbía. La frase de Omayra aún golpea la conciencia de muchos: madre, reza para que esta gente me ayude. Nadie la ayudó pero su muerte, transmitida en directo a millones de televidentes, significó que los ratings se dispararon, entre cuña y cuña, of course
En la escuela de Periodismo de la otrora UCV, la profesora Margarita DAmico decía una y otra vez, en ese tono y estilo que a nadie le gustaba: Me interesa la noticia, no sus anécdotas sobre cómo la consiguió, ¡no me cuente lo que sufrió para conseguirla!. Tremenda e inolvidable lección: y es que la protagonista siempre es la noticia, no quien la busca.
En 1996, durante un sonado secuestro en Terrazas del Ávila una periodista de Venevision fue duramente criticada por el show que montó en medio de aquella tragedia, pues dos personas resultaron muertas. Además, el afán por mostrar las mejores imágenes fue realmente lo que desencadenó el horrible final, ya que los secuestradores vieron por TV que la policía trataba de entrar al apartamento y entonces se desató la balacera. La periodista, vestida de negro, se subía a los techos de los carros tirando físico. La cámara buscaba el mejor ángulo de su rostro (no el de la historia).
Cuando el periodismo se asume como un espectáculo, se deja de lado lo más importante: la esencia del servidor público, del mediador. El mejor oficio del mundo no es mejor porque sales en TV o porque te reconocen en la calle y te piden autógrafos, o porque tienes millones de seguidores en tuiter. Es el mejor oficio porque eres el cronista de lo que te toca cubrir; porque tienes el privilegio de estar donde los demás no pueden; porque realmente puedes ser ojos y oídos de alguien; porque tienes que hacer preguntas incómodas; porque puedes visibilizar a los que están invisibles; porque puedes transformar realidades; porque tienes el deber de inquietar mentalmente a quienes te leen; porque hay que investigar a fondo para poder llegar a la verdad; porque no hay tiempo para perder la capacidad de asombro; porque cada injusticia debe removerte. Por eso es el mejor oficio del mundo.
Hace poco, en un conversatorio para estudiantes de Comunicación Social de la UBV, con la amiga y periodista Esther Quiaro, ella inició su intervención citando el artículo 6 del Código de Ética del Periodista Venezolano: El periodista se debe fundamentalmente al pueblo. Y ese debe ser nuestro sur
Pero ahora se puso de moda renunciar en TV, eso sí, en prime time, tope de audiencia, lote de cuñas cada minuto y medio; sintonía garantizada. Así ¿quién no?. La primera renuncia tipo vaudeville, con canción de Frank Sinatra incluída (¿Porqué tuvo que escoger a Frank? ¿Porqué no a Rihanna?), fue la de Leopoldo Castillo (en Globovision) quien con un monólogo aburrido y lastimero se despidió sin pena ni gloria y hoyHoy ya es historia.
Y el último de la cola es un periodista llamado Reimy Chávez. A ese le faltó el vaudeville, fue más serio que su antecesor pero aprovechó la pantalla chica para sus 15 minutos de fama y, aparte de sumar seguidores en tuiter, ¿qué más ganó?
El periodista tiene derecho a renunciar si no está de acuerdo con la línea editorial del medio de comunicación para el cual trabaja. ¡Pasa todos los días! El asunto esEl show, el espectáculo, el protagonismo. ¿O es que se olvidaron de los censores que pusieron en los medios en 1992?; ¿se olvidó que en esos años los periódicos salían con páginas en blanco donde se leía la palabra CENSURADO? ¿Sabe Reimy Chávez lo que es escribir con un Pedro Pablo Alcántara (censor) a sus espaldas leyendo todo lo que escribe? ¿Le hicieron eso en Globovision?
El profesor Federico Álvarez, ex director de la escuela de Periodismo de la UCV, propuso durante la inauguración de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad de Los Andes en el núcleo del estado Táchira, que los periodistas debían tener participación activa y tomar decisiones en la línea editorial del medio porque sólo así habría un verdadero equilibrio informativo. Eso sí que sería un cambio de paradigma en el periodismo venezolano, pero el esquema capitalista de propiedad de los medios en Venezuela lo impide por una razón muy sencilla: para los dueños de esas empresas informar es un negocio; para los periodistas, informar es un deber y para los usuarios la información es un derecho humano.
Pero todos sabemos qué se busca con estas renuncias prime time. ¿Hay que decirlo?: En primer lugar atizar el momento político que vive Venezuela y en segundo lugar el protagonismo momentáneo que supone ser entrevistado por las estrellas del periodismo de espectáculo vale decir, Cala o Fernando del Rincón (esos sí que no renuncian jamás) en CNN.
Lo dijo un tuitero ayer: @alejandrojrft La semana que viene nadie sabrá quién es Reimy Chávez.