La reacción en Venezuela tiene la particularidad de mantenerse activa a pesar de las sucesivas derrotas propiciadas por las masas populares que respaldan amplia y decisivamente al proceso revolucionario bolivariano encabezado por el Presidente Hugo Chávez. Esta particularidad, sin embargo, no es producto de la sintonía lograda con un vasto espectro de la población venezolana, sino fundamentalmente al hecho innegable de disponer del control de los grandes medios de información, especialmente los radioeléctricos, que –de manera impune y frecuente- distorsionan los acontecimientos, tal como se demostrara con la manipulación de la verdad durante el golpe de Estado del 11 de abril de 2002 y todo lo relacionado con las acciones del gobierno de Chávez. Gracias a dicho control, la reacción sigue propiciando el caos interno, disfrazando realidades y haciendo del odio y de la descalificación las principales herramientas para presentarle al mundo una visión “apocalíptica” de lo que ocurre en la Venezuela bolivariana. Ejemplos los hay de sobra, algunos de los cuales repiten los esquemas que funcionaron exitosamente en Chile, previos al derrocamiento criminal del Presidente Allende.
En la actualidad, vemos cómo tiende a acentuarse la guerra mediática contra Chávez y el proceso bolivariano, sirviendo de base para infundirle terror a unas clases media y alta desideologizadas ante la eventualidad de un supuesto “totalitarismo comunista”, reviviendo con ello los clichés utilizados en plena Guerra Fría cuando los Estados Unidos y la Unión Soviética se disputaban la hegemonía sobre el planeta. Aún así, el efecto logrado es un mayor afianzamiento del proceso revolucionario bolivariano, sobre todo, al conocerse cuáles son los móviles reales que impulsan a quienes demandan un respeto a la libertad de expresión, pero se la niegan a los revolucionarios; la paz, pero la perturban organizando guarimbas; y democracia, pero limitada sólo a ellos. Han sido los reaccionarios, precisamente, quienes desdeñan y atropellan sin pudor alguno tales valores en función de sus mezquinos intereses grupales.
Según lo escrito por el periodista Michel Collon, Estados Unidos desata sus guerras imperialistas precedidas de medias-mentiras, organizadas en cuatro temas esenciales: “1) Personificar el enemigo, 2) hacer originar la guerra en el país víctima, 3) hacer creer que las motivaciones de la guerra son humanitarias, y 4) propagar historias de atrocidades”. Si resumimos, es lo mismo que se ha aplicado en Venezuela con el asesoramiento de Estados Unidos, incluso, desde que se percibiera en Chávez a un factor de perturbación para su sistema de dominación imperialista sobre nuestra América. Los mismos buscan agudizarse ante la inminencia de la reelección presidencial de Chávez el 3 de diciembre. Semejante guerra mediática aviva el rencor clasista de los reaccionarios hasta el paroxismo. No obstante, no logran influir sobre la gran mayoría poblacional, la cual se siente identificada con los logros socio-económicos impulsados por el gobierno chavista. Esto hace que la reacción ya no se cuide de manifestar sus intenciones antidemocráticas al solicitar abiertamente una intervención de las Fuerzas Armadas Nacionales o, en su defecto, de una fuerza multinacional comandada por los estadounidenses.
“Para derrocar el poder político –afirmó Mao Tse-Tung- es siempre necesario ante todo crear la opinión pública y trabajar en el terreno ideológico. Así proceden las clases revolucionarias, y así también lo hacen las clases contrarrevolucionarias”. Esta máxima la desarrollan, a su modo, los enemigos del proceso revolucionario bolivariano. En este caso, los grandes medios de información asumen un papel directriz de primer orden al intentar socavar la legitimidad del gobierno del Presidente Chávez y el apoyo popular que lo sustenta desde 1998. En medio de esta guerra mediática asimétrica, donde el gobierno evidencia una desventaja comunicacional solo sustituida por el mismo Chávez, la mayoría de los venezolanos se mantiene firme en sus intenciones de seguir transitando el camino de la revolución, asidos a la bandera del socialismo en el siglo XXI, sin sucumbir al llamado de aquellos que siempre se creyeron provistos del derecho divino de tutelarla bajo el manto de una democracia representativa sin calor ni soberanía popular.-
¡¡¡REBELDE Y REVOLUCIONARIO!!!
¡¡Hasta la Victoria siempre!!
¡¡Luchar hasta vencer!!
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