Por un lado el aspecto político, que a través de un nuevo partido conformándose desde las bases reduce los riesgos de indisciplina, demagogia y sectarismo. Lo novedoso es que nace de personas que formaron parte de círculos bolivarianos, círculos patrióticos, UBES, Consejos Comunales y demás expresiones de organización de la comunidad, no solo para resolver problemas, definir elecciones, sino para insertarse en la discusión y acción política. Más que el debate, el accionar político va definiendo la militancia, pues aun se debe depurar las necias contradicciones de personas que desean ingresar al PSUV con el pie izquierdo, mientras que con la mano de la discordia promueven referendo a demás miembros del PSUV. ¿Cómo se entiende el que un aspirante a militante del PSUV promueve y actúe en función del fracaso de otro miembro del PSUV?. Demagogia, indisciplina y un ego que impide accionar en un partido socialista y unido. Lo difícil será darle vida a esa organización con reglas de juego claras, además de mantener formada e informada a su militancia.
Este hecho histórico sucede paralelo a otro no menos importante, y es la no renovación de la concesión al canal privado RCTV. ¿Quién podría imaginar que cuando Jaime Lusinchi estableciera en un decreto la duración de la concesión de las televisoras a 20 años, sería el presidente Chavez quien cumpliese su sueño de darle un parao a Marcel Granier?. En más de 40 años de democracia ningún presidente venezolano había llegado tan lejos en la regulación de los medios de comunicación. No por falta de ganas de los presidentes anteriores, incluso Carlos Andrés Pérez, Luis Herrera y Rafael Caldera intentaron regular a los medios, con hipocresía por supuesto, debido a que convivían sin mayor dificultad con un oligopolio cuya fuerza superaba la mafia petrolera gestada en PDVSA.
Si algo aprendieron los dueños de medios en Venezuela, fue esconder el oligopolio que les permitía detener cualquier intento de avance jurídico que pudiese regularlos. El concepto de libertad de expresión fue tan prostituido, que cambiar de canal, más que una alternativa era una emboscada. ¿Qué sentido tenía, apagar la TV y escuchar la radio, cuando existía una alta probabilidad de que el dueño de la emisora fuese el mismo dueño del canal de TV?. Incluso el mismo dueño del periódico, dueño de la cerveza, accionista de otro canal en otro país, accionista de compañías disqueras que en complicidad con la radio imponen los gustos de cantantes, estilos de música etc. Todo un mundo subterráneo de poder que nadie comprendía y que convertían en demagogia cualquier intento de definición de la libertad de expresión o derecho a la información. Tenían casi la exclusividad de administrar la cultura de entretenimiento en el país con el único propósito de acumular ganancias de manera vulgar e ilegal. Vulgar, porque la programación en radio y TV, además del contenido de la prensa y la calidad de sus “artistas” era mediocre, mercantilista, una bofetada al buen gusto; e ilegal, porque controlaban todo evadiendo impuestos, haciendo competencia desleal para controlar el mercado, llegando al colmo de cartelizar los precios para perjudicar a los anunciantes y evitar el surgimiento de otros medios de comunicación. Si el amigo lector ha notado que una chica Polar, es a su vez protagonista de una telenovela nacional o extranjera y además “cantante”, no es por casualidad, ni por buena figura o calidad artística, es por monopolio, porque esas diversas empresas tienen el mismo dueño, el mismo mensaje, la misma ambición. Con la no renovación de RCTV, la sociedad venezolana, después de tantos años, un poco más conciente y organizada devuelve el golpe a quien con el azote mediático la forzaba a la ignorancia, al consumo y al mal gusto.
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