El 12 y el 13 de abril de 2002 vimos en acción la utopía de la oposición: mientras el cogollo deliberaba y crueldeaba en Miraflores y la policía de Alfredo Peña asesinaba por docenas en las calles, los medios pasaban comiquitas. Los medios no pueden mostrar los ataúdes de los soldados muertos en Iraq y solo fluye la información filtrada por el ejército invasor.
El modelo de comunicación que el Imperio ha ido imponiendo en todo el mundo es el de la unanimidad impuesta. Han ido destruyendo o devorando todo medio errabundo, a tal punto que o no queda ninguno (en Colombia hay un solo diario nacional, El Tiempo, dominado por la Familia Real Santos), o los que quedan se ven aplanados y extenuados.
En los Estados Unidos solo unos pocos medios disienten de la historia oficial de Todo. Apenas algunas emisoras marginales, marginadas, algunos pocos periódicos, algunos blogs o medios que solo pueden existir en Internet. Las grandes cadenas cuentan todas el mismo cuento, a menudo con los mismos errores ortográficos.
Como el Emperador desnudo, temen cualquier voz disidente, por débil que sea. Para tomar prestadas palabras de Edgar Morin, de la omnipotencia se pasa a la omnidebilidad. La URSS demostró cómo su omnipotencia se trocó en omnidebilidad por una serie de acontecimientos baladíes que rompieron la ilusión de armonía.
Solo un gobierno débil recurre a una represión como la que vive en los Estados Unidos, por ejemplo, en donde te pueden detener sin habeas corpus, sin debido proceso en una cárcel guantanamera o torturado en un avión en pleno vuelo.
Por eso la reunión de la SIP en Caracas la semana pasada fue un fracaso huracanado. Primero porque siempre es muy antipático que un racimo de ricachones se reúna a alardear de su demasía, por más lector arrastrado de ¡Hola! que uno sea. Y sobre todo porque a pocos metros se le instaló un encuentro contra ellos que les rompió la ilusión de unanimidad. El contraste era patético, mientras ellos denunciaban que el sistema educativo venezolano se propone formar lectores críticos y demás bobolongadas, en el Celarg, a pocos metros, destellaban la inteligencia, la cultura, el humor y la lucidez. No sé, de repente la CIA decide acabar con su SIP, como acostumbran con sus agentes desenmascarados.
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