Sectores que prácticamente discrepaban de la opción golpista, de nuevo están en trance de avalarla. Es lamentable que ésto ocurra porque si en algún momento la vía cívica y pacífica luce prometedora, es en la actualidad. Pero el inmediatismo, la falta de una dirección coherente y seria, así como de un proyecto programático alternativo, produce efectos letales en el campo opositor y coloca a los sensatos en un disparadero. Quienes defendían la conveniencia de asumir el rumbo democrático, ahora están contra la pared. Los que mostraban la disposición a corregir errores y a no volver a pasadas aventuras sienten, según parece, perdida la batalla.
Son muchos los síntomas y las informaciones que apuntalan la conjetura. Nadie puede imaginar que con lo sucedido en el país durante los últimos diez años en materia de conspiraciones e intentos desestabilizadores, haya gente ingenua. O desprevenida. Ya nadie en Venezuela --por suerte-- se chupa el dedo. Los que pretenden engañar a la opinión pública, al chavismo, a los organismos de seguridad e inteligencia del Estado; aquellos que se mimetizan y simulan respeto a la Constitución --los mismos que la violaron el 11 de abril de 2002--, que se manejan en el pantano de la ambigüedad, están pillaos, por más esfuerzos de simulación que realicen.
Hay cúpulas partidistas conspirando. Lo mismo que obispos de la Conferencia Episcopal. Gremios empresariales.
Militares retirados tocando las puertas de los cuarteles y ciertos medios de comunicación que ejercen, de hecho, el liderazgo de la conjura. Participan también los enclaves --aún sin desmontar-- del "bushismo" en la administración norteamericana, con suficiente poder en la CIA, los Departamentos de Estado y de Defensa, al igual que en otros organismos de seguridad de esa nación. Es decir, que opera el mismo complejo político, de inteligencia y militar que tiene más de diez años conspirando contra Venezuela y, de nuevo, trama otro asalto al Estado de derecho. El propósito es buscar muertos como sea. Convertir una manifestación permisada en un problema de orden público. Calumniar y difamar al adversario con el ejercicio canallezco de la libertad de expresión.
Apelar a grotescos argumentos para justificar el golpe, como el de la supuesta existencia de una dictadura. Lo advierto para que nadie baje la guardia.
Porque la insensatez de la oposición no tiene límites. Ni siquiera el de un previsible fracaso, como ocurrió otras veces.
(Volveré sobre el tema).
El opositor perfecto
Chávez tiene una suerte envidiable con sus contrincantes.
Con aquellos que lo han adversado en distintos momentos. Unos lo acusan de represivo porque algunos están siendo procesados o huyen, pero hay que decir --como dicen que decía Gómez--: qué culpa tiene la estaca si el sapo brinca y se estaca. Cada caso es un ejemplo de ineptitud, de torpeza, para combatir a alguien como Chávez. Esto hay que decirlo para que la gente no se engañe con el destino corrido por ciertos oponentes del líder bolivariano.
Un caso por ejemplo: Manuel Rosales. Verdaderamente patético. Cualquiera quisiera tener un contrincante como él: mediocre, más interesado en acumular riqueza que en preservar su condición de dirigente; incapaz de aprovechar, con sentido político, las oportunidades que tuvo para establecer una relación civilizada y fecunda con el Ejecutivo nacional, pero tanto él como su inefable entorno prefirieron el atajo. Si no, ¿cómo explicar que haya sido el único gobernador que estuvo en Miraflores el 12 de abril de 2002, y avaló la carmonada con sin igual cinismo? Dirigente político de vuelo gallináceo --frase de Betancourt sobre cierto político--, terminó como tenía que ser: atrapado en la red de inmoralidad que, lamentablemente, auspició en un estado de la importancia de Zulia: como vulgar prófugo de la justicia por actos de corrupción.
Otro opositor perfecto es Ledezma. En principio hay que reconocerle el coraje del que carece Rosales y capacidad para sobrevivir políticamente.
Pero envanecido con la aclamación de la derecha se ha dado a la tarea, en vez de gobernar, de reactualizar el clima del 2002 con todas sus expresiones aventureras. Ledezma cree que se la come cuando promueve el enfrentamiento con Chávez, no en el plano cívico sino donde éste resulta favorecido: el de la desestabilización. Ya que por un lado está el Presidente, apuntalado en la Constitución bolivariana de la que es padre, y, por otro, Ledezma con la pretensión de socavarla. Revivir el icono de Altamira, plegarse al desfasado delirio fascista del Este de la ciudad, no sólo es un error sino una pendejada. La última demostración de esta política provocadora de Ledezma fue su actitud en el desfile del Primero de Mayo, cuando le arrebató a los dirigentes sindicales la conducción de la marcha y desató la violencia. Con el tiempo veremos a Ledezma -si sigue por ese camino--, como a tantos otros rivales de Chávez: en la cuneta de la historia.
Destino del adversario perfecto. En política, la liga torpeza y odio no paga.
jvrangelv@yahoo.es