Desde La Dolorita, Tierra de Dignidad y Revolución
Una de la tarde de hoy domingo. Poliedro de Caracas. Se envía un mensaje a la camarada Presidenta de la Misión Cultura. No es el, Chávez, ni el Ministro Soto, tampoco es alguien del tren directivo institucional. Es un modesto facilitador de los todavía nuevos, ingresado este año. La camarada Presidenta de la Misión Cultura encuentra tiempo para responder el mensaje y el facilitador, un hombre de 45 años, no puede sino pensar en doce o quince años atrás cuando un jefe jamás se habría “rebajado” a atender a empleados considerados de inferior categoría. El hombre, gracias al mensaje, se desplaza hasta donde están otros-as camaradas de la Misión Cultura. Mientras lo hace llega el Presidente de la República e ingresa a la gran olla del Poliedro de Caracas entre el rugido estruendoso de una multitud que le aclama.
El Presidente Chávez habla sobre la relampagueante gira que acaba de realizar por Asia y Europa. Habla sobre los inmensos progresos logrados por Venezuela con naciones que parecen entender la pluripolaridad mundial. Hace referencia a los primeros 10 años de la Revolución Bolivariana y a la hermosa casualidad de que coincidan con los cincuenta primeros años de la Revolución Socialista Cubana y con los primeros sesenta de la Revolución Cultural China. Habla de los candidatos, a los candidatos: les exige ni una traición más al Pueblo Venezolano, les exige ideología, visualiza los tres próximos años, pide que le permitan acelerar el ritmo de la Revolución, pide no bajar la guardia y trabajar muy duro por concretar el triunfo electoral de noviembre próximo. Exige darle corporeidad y forma concreta al “fantasma”, más bien al espíritu del socialismo, que con Marx afirma ronda la América Latina. Fustiga a la oligarquía gobernante estadounidense y la acusa de desangrar al pueblo para salvar a banqueros; recuerda cómo aquí se hizo lo mismo hace muy pocos años.
A poco menos de las cinco declara que no nos queda otra vía que el socialismo o la muerte, y con esa dura pero muy realista afirmación cierra su alocución de apertura de campaña ante los cuadros del Partido Socialista Unido de Venezuela.
El hombre del que hablábamos antes de pronto es sacado de su ensimismamiento. Le llaman. Voltea hacia el pasillo central del Poliedro y es la Presidenta de la Misión Cultura que ha tenido la deferencia de saludarle.
Al salir del Poliedro, a eso de las cinco de la tarde, cae una llovizna que obliga a apurar el paso.
Seis de la tarde en Petare. El hombre acaba de salir de la estación del Metro. Recibe dos mensajes de texto en su teléfono. Uno es de su esposa, lo lee primero: “Papi, ganó Correa, viva”. El segundo es de la Presidenta de la Misión Cultura: “gracias por el compromiso”. Y el hombre piensa -¿cuál compromiso? Esta es mi revolución, la esperé siempre… le escribe algo similar a la Presidenta de la Misión y ésta vuelve a encontrar tiempo para contestarle.
Con el corazón muy esperanzado y alegre, el hombre se dirige a la bella comunidad de Isaías Medina Angarita, en Petare Sur.
Son las seis y media y ya es de noche en Angarita, como llaman a esta comunidad sus pobladores-as. Unas trescientas personas están reunidas frente a un escenario. Se accede al mismo por una difícil escalerita de aluminio. Todo es confraternidad, alegría, risas. Están a punto de realizar el conteo de los votos depositados por los vecinos y vecinas para elegir el consejo comunal del sector. El hombre tiene allí a dos de “sus” estudiantes: ellos han hecho un trabajo de investigación acerca de la historia local de Angarita, o comunidad de Isaías Medina Angarita. Van a aprovechar el evento y la concurrencia para presentar este trabajo a la comunidad que es SU comunidad. El hombre es objeto de pequeñas pero muy significativas atenciones por parte de sus pollos (él los ve un poco así… ellos-as son jóvenes y él ya tiene suficiente edad como para verse reflejado en ellos veinte años antes). Tales pollos son estudiantes de educación adscritos a la Misión Cultura.
También es atendido por los demás vecinos de la comunidad. Una comunidad de personas que han comprendido la potencia, la energía de la organización popular.
La fiesta vecinal, porque es una verdadera fiesta, transcurre de manera feliz. El conteo de votos se hace largo; se lo desplaza del escenario principal porque la hora avanza. Nadie duda o reclama. El conteo sigue siendo público y en plena calle, sin nada que ocultar.
Una chica hija de la entraña comunitaria, estudianta de Educación con mención en Desarrollo Cultural por la Misión Cultura, una de las-os que el hombre fue a ver, se está alzando con la máxima votación de la comunidad. Ella camina por todas partes, se mueve de un sitio a otro organizando cosas, trabajando sin parar, pero sabe encontrar tiempo para llevarle al hombre, al visitante, un pedacito de parrilla, un vaso de refresco, una arepa rellena… y todavía le pide disculpas por no estarlo atendiendo bien. Él intenta tranquilizarla explicándole que ella a quien debe atender es a su comunidad.
Un joven recientemente adoptado por la comunidad, novio de la chica en cuestión, ha estado organizando la parte artística del evento. Se desvive a las siete y media de la noche porque el sonido que está sobre la tarima llegue a funcionar medianamente bien (el sonido siempre intenta ser el gran saboteador de los eventos populares). Después de una espera larga comienza el baile. Los-as niños-as corren por todo el espacio, felices y más felices. Los vecinos y vecinas bailan, acompañan, cantan, se divierten; el conteo de votos por fin está terminado y se sabe porque un vecino de la comunidad pasea la caja de cartón a la vista de todos, abierta y boca abajo.
Mientras el joven músico y estudiante (activador) de la Misión Cultura acompañado por “El Sabor de la Clave” derrota al mal sonido con unos tambores venidos de lo más profundo de nuestra negritud, de nuestra indianidad, nuestro heroico mestizaje cultural, se ha montado una improvisada mesa construida con la escalerita de aluminio que nombramos antes. Y sobre ella un proyector de videos. Va a hablarse de la historia de Angarita.
El hombre vive lejos, en una comunidad parecida a Isaías Medina Angarita bella y generosa comunidad de Petare. Pasa un carro por puestos y el hombre lo aborda sin despedirse de sus pollos. Están demasiado ocupados haciendo lo que un activador cultural de la Misión Cultura sabe y debe hacer: servir a su comunidad, quererla, trabajar por ella, desarrollarla, organizarla, y en todo momento contribuir a su defensa y liberación.
El Presidente Chávez en el Poliedro no dejó nunca de hablar sobre poder popular, gobiernos comunales, presupuestos participativos, nueva geometría del poder. En Angarita, de la mano de todos los vecinos y vecinas, de la mano también de sus hijos e hijas hoy activadoras-es de la Misión Cultura, todo eso se está haciendo.
Hoy fue un día de victoria popular para la comunidad de Isaías Medina Angarita, para la Misión Cultura, para Venezuela, para el Ecuador y para nuestra Abya Yala (mal llamada “América” por los invasores españoles).
El hombre en su casa escribe… y ya es el día siguiente que será también de victoria popular, como el de ayer, como el de mañana.
julioruiz633@yahoo.com