La guerra es algo que ocurre
mientras estamos sentados
frente al televisor.
Es una guerra no declarada, de esas que llaman "de baja intensidad" porque no se escuchan las bombas ni se ve la sangre. Televisión, radio, prensa, internet y telefonía celular conforman el campo de batalla donde se libran los combates. Allí se producen confrontaciones, emboscadas, persecuciones, linchamientos, delaciones. El objetivo principal a alcanzar es invisible pero concreto: la conciencia de los consumidores de información, que además, son votantes o futuros votantes.
Guerra sucia
El éxito de las operaciones se mide en raiting, seguidores, retuiteos, sondeos de (matrices de) opinión y resultados de encuestas. En esta guerra no hay reglas, códigos de ética ni Convención de Ginebra. Es una guerra sucia. Tan sucia e injusta como la de Israel contra Palestina; la de EEUU contra Irak y Afganistán; o la de EEUU/OTAN contra Libia. Para los agresores de esta guerra el fin SIEMPRE justifica los medios. Por eso utilizan permanentemente la mentira, la traición, la trampa y la manipulación.
Contexto del conflicto
Tenemos un Presidente elegido y ratificado varias veces por la mayoría de los venezolanos. Podrá gustarte mucho, poquito o nada. Podrás estar en desacuerdo con su estilo, su ideología, sus decisiones, su lenguaje. Podrás oponerte públicamente y sin ningún temor a todo lo que no compartas; pero no puedes negar que es LEGAL, que es LEGÍTIMO y que es el Presidente de TODOS los venezolanos.
Sin embargo, junto a su equipo de gobierno, es el blanco principal al que se dirigen los bombardeos sistemáticos de los medios privados nacionales e internacionales. Dijimos que los medios son el campo de batalla, pero su objetivo final es cambiar la realidad. No olvidemos que el 11 de abril de 2002, cuando esta guerra trascendió la pantalla de televisión, el Presidente fue capturado por la fuerza y su cargo usurpado. Fue difamado como responsable de asesinatos y poco faltó para que él mismo fuera asesinado.
Anteriormente tuvimos presidentes verdaderamente nefastos, de los que el pueblo se burlaba, pero no les deseaba ningún mal. ¿Cuánto opositor furibundo, que además de repetir sin dudar todo lo que oye en Globovisión, es incapaz de explicarse o ubicar el origen de su rechazo visceral al ver o escuchar al Presidente Chávez por más de dos minutos? ¡Ojo! El problema no es estar en desacuerdo con Chávez, eso no es cuestionable, la pregunta es: ¿De dónde salió todo ese odio que te revuelve las tripas y que nunca sentiste ni siquiera por el autor de la masacre del 27 de febrero de 1989? ¿De verdad crees que eso también es culpa de Chávez? Si en contra de tus principios morales o religiosos, te has sorprendido deséandole cosas horrendas al Presidente o a cualquier otro ser humano, te invito a preguntarte ¿cuánto terreno ha ganado en el territorio de tu conciencia el enemigo que inventó esta guerra?
Ética de guerra
Los que sí queremos al Presidente que eligió la mayoría y estamos conscientes de la guerra en que vivimos, a veces nos preguntamos si no será justo utilizar las mismas armas con que nos atacan. Porque todo el mundo sabe que cuando alguien pelea sucio o hace trampa saca algo de ventaja.
Sin embargo, con el tiempo nos damos cuenta que no hace falta. ¿De qué le sirve la mentira a quien tiene en la verdad su mejor arma? No conozco persona o gobierno que jamás haya dicho una mentira; pero bastante trabajo tenemos ya con desenmascarar mentiras todos los días y aclarar las correspondientes verdades.
Ocurren sin embargo otras prácticas poco éticas, incluso ilegales, como hackear cuentas de correo o intervenir líneas telefónicas y hacer públicas algunas conversaciones. Particularmente no me gusta que se difundan por radio y televisión conversaciones telefónicas privadas; pero cuando termino de escucharlas ya no me disgusta tanto.
Esto me generaba un dilema moral, porque además de ser un delito tampoco me gustaría que algún día mis conversaciones personales las escuche todo el país por televisión. Pero el dilema desaparece cuando la información que revelan esas conversaciones (como ha ocurrido varias veces en Venezuela) desenmascara el carácter corrupto, delincuencial y vendepatria de ciertos personajes: Los muertos que hacen falta de Mingo; la cañita para darle calor a la güarimba de Ricardo Koesling; el chequecito de Agustín Blanco Muñoz o el falso atentado en el 23 de enero de María Corina Machado, son algunos ejemplos.
Entonces, pensándolo bien, no solo estoy de acuerdo con que se difundan sino que se haga, como se ha hecho, por los medios del Estado. ¿Esto no es una guerra pues? Es un castigo menor para quienes, si nos atenemos a la ley, debieran estar presos. La única victoria posible sobre esta guerra es política. Por eso, a veces es preferible desenmascarar que encarcelar. Es deseable que la gente conozca y juzgue a los enemigos de la Patria.
¿Quiere decir que para nosotros el fin también justifica los medios? Depende. A veces sí, a veces no. ¿De qué depende? De lo que esté en juego en cada caso. En el contexto de esta guerra, que es una lucha por la superviviencia, no de un gobierno, sino de la misma Patria, el fin puede justificar ciertos medios en algunos casos. Por ejemplo, cuando se hace algo cuestionable para evitar un mal mucho mayor. Es ética de guerra.
¿Quién es el enemigo?
El bando agresor está compuesto de “soldados” con diversos grados de conciencia y responsabilidad sobre el rol que desempeñan. Desde simples repetidores de matrices de opinión de laboratorio, pasando por profesores universitarios, rectores, periodistas, escritores, guionistas, directores de radio y televisión, actores y artistas reconocidos, dueños de medios, diputados, alcaldes y gobernadores de oposición; hasta intelectuales de derecha propagandeados por CNN.
Muchos son asalariados de la CIA o alguna de sus sucursales como la NED, USAID, etc. Por ejemplo, los que tras la fachada de un abultado currículo recargado de diplomados en alguna universidad estadounidense, ocupan la vacante de “activistas” en nombre alguna organización que siempre contiene las nobles palabras “Ciudadana” o “Derechos Humanos”.
No es cuestión de ponerse paranoico pensando que están en todas partes. A lo largo de la historia el colonialismo siempre se ha valido de "malinches"[1]. Lo que es verdaderamente triste, y puede considerarse el mayor éxito de la agresión psicológica imperial, es ejercer de malinche sin siquiera darse cuenta y ad honorem. En este sentido, el mayor drama de la oposición en Venezuela, es que no tiene un solo "majunche"[2] que no sea malinche.
Mención aparte merecen los patéticos voceros de la Casa Blanca, los embajadores estadounidenses que se creen Virreyes de Indias o los pseudodiplomáticos del trabajo sucio como Roger Noriega. Todos ellos constituyen un ejército de mercenarios de diversas jerarquías, pero los que diseñan la estrategia, los que montan los planes siempre están más arriba, siempre son invisibles.
¿Enemigos o adversarios?
Si todavía no se ha convencido que se trata de una verdadera guerra o por lo menos de una forma muy oscura e injerencista de hacer política, te puede parecer que el término “enemigo” es otra manifestación del vocabulario “violento y belicista” del presidente Chávez. Confundiendo al agredido con el agresor, quizá te habrás preguntado: ¿No es una perversión de la sana política llamar “enemigos” a los adversarios políticos? ¿Acaso no somos todos venezolanos aunque pensemos diferente? ¿No somos un mismo pueblo solidario que antes de la aparición de Chávez no andaba pendiente de clases sociales y nunca estuvimos tan divididos ni sentíamos tanto odio entre hermanos? La respuesta a las tres preguntas es NO.
1) ¿No es una perversión de la sana política llamar “enemigos” a los adversarios políticos? En condiciones normales el contrincante político es un adversario u opositor, lo cual es deseable en cualquier democracia; pero aquel que por su propio beneficio es capaz de ofrecer al IMPERIO más criminal del planeta los recursos más preciados de su patria a precio de gallina flaca es y será siempre un ENEMIGO.
2) ¿Acaso no somos todos venezolanos aunque pensemos diferente? No puede llamarse venezolano ni patriota a quien saca del país todas las ganancias de sus empresas al tiempo que especula descaradamente (aunque dé empleo). A los fanáticos del “modo de vida americano” que les encanta hablar mal de su Patria, de su pueblo y de su historia. A los que venden información confidencial de su gente y de los recursos de su Patria para saciar la canina voracidad del Imperio. Alguien así no es un ciudadano ni mucho menos puede ser Presidente de una República que en el fondo desprecia, pero apetece, porque la sabe rica y próspera.
3) ¿No somos un mismo pueblo solidario que antes de la aparición de Chávez no andaba pendiente de clases sociales y nunca estuvimos tan divididos ni sentíamos tanto odio entre hermanos? Somos un pueblo noble y solidario, pero después de Simón Bolívar y antes de Hugo Chávez (con las excepciones de Cipriano Castro y Medina Angarita) este país, como el resto de las naciones de Nuestra América, siempre fue menospreciado por sus gobernantes. Más que partidos políticos unas cuantas familias ricas detentaron el poder en su propio provecho; dejándole sólo migajas al pueblo. Son lo que Chávez llama en ese “lenguaje trasnochado” OLIGARQUÍA. Los Amos del Valle, pues.
A ellos no les importa la gente. No les interesa su alimentación ni su salud ni su educación ni los pueblos indígenas ni los niños abandonados. Pero en el colmo del egoísmo que significa vivir de la miseria ajena, sí los utilizaban para lucrarse a través de organizaciones benéficas "con apellido", que captaban ingentes recursos provenientes de organismos públicos y privados nacionales e internacionales. Salvo raras excepciones, no les interesa el pueblo que padece necesidades por una sencilla razón: están sumamente ocupados en administrar y aumentar su propio patrimonio. Y eso es un trabajo a tiempo completo.
Si Chávez no hubiera sido electo Presidente, PDVSA estuviera privatizada desde hace años. Ya no tendríamos educación superior gratuita. Seguiríamos con un altísimo índice de conveniente analfabetismo. Nunca habrían llegado médicos cubanos ni tampoco venezolanos a los barrios. El sueldo mínimo probablemente no pasaría de 300 bolívares. Nuestros abuelos no cobrarían ni 100 bolívares de pensión. Nadie podría hacer un mercado regular con menos de 2.000 bolívares. Ni soñar con que un damnificado, desempleado o asalariado de sueldo mínimo llegara a tener vivienda propia.
¿Por qué hacen esta guerra?
La respuesta es demoledoramente simple. Por la misma razón que hicieron sus últimas guerras en Libia y el Medio Oriente: Por petróleo barato como el que tenían antes de la llegada de Chávez. La única razón por la que en América Latina no actúan como en el Medio Oriente es porque perciben la región como una extensión, más o menos rebelde, de su propio territorio. La estrategia que por décadas les funcionó es otra: promover por cualquier medio la elección de presidentes complacientes.
Y cuando esto no funcionaba promover Golpes de Estado que instalen por la fuerza dictadores obedientes como Pinochet, Stroessner o Videla. ¿Acaso no fue eso lo que hicieron durante todo el siglo XX en Venezuela, Guatemala, Chile, Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Perú, Panamá, Nicaragua, México, Haití, Honduras y Ecuador? por mencionar sólo algunos ejemplos. ¿Alguna vez escuchaste hablar del Plan Condor? Bueno, es historia contemporánea de los crímenes cometidos con ayuda imperial en Nuestra América.
El gobierno y el pueblo soberano que eligió a Chávez no iniciaron esta guerra, pero están obligados a defenderse. Es la única posibilidad, en este momento histórico, de preservar la vida social en función del bien común. Ni siquiera se trata de capitalismo vs. socialismo, aunque todavía hay mucho que decir en el debate ideológico; lo que está en juego es mucho más simple: Seguir avanzando en el camino de la LIBERTAD, de la INDEPENDENCIA o volver a ser COLONIA.Puedes llegar a pensar “Está bien, comprendo que vivimos en una guerra, pero yo no estoy dispuesto a tomar partido, porque no me gusta ninguno de los dos bandos". O tal vez decir "Me declaro pacifista, prefiero mantenerme al margen de esta guerra”. En otras circunstancias esas podrían ser decisiones políticas válidas; pero en un contexto de guerra, abierta o encubierta, no tomar partido nos convierte en cómplices del agresor en contra del agredido. ¿Si estuvieran golpeando a tu madre serías capaz de mantenerte al margen? Nadie se justificaría diciendo: "yo no la defendí porque estaba molesto con mi mamá o porque me parece que ella ha cometido demasiados errores". Se trata de algo más importante en este caso. De no caer en la trampa de que el odio inoculado contra Chávez te convierta, sin darte cuenta, en un traidor de tu Patria. Ese es el verdadero dilema.
No iniciamos esta guerra, ni tampoco fue Chávez quien nos metió en ella. Pero somos presa apetecida del mismo país que invade naciones a la fuerza, asesina presidentes y lo festeja, tortura sin compasión, mantiene sin juicio a prisioneros de guerra; asesina civiles sin el menor remordimiento y hasta se orina sobre los cadáveres de sus víctimas. Y además tiene la desvergüenza de hablar de Derechos Humanos. No somos sus enemigos porque Chávez les hable fuerte, les falte el respeto o porque no sea tan diplomático como debiera. Somos sus enemigos porque escogimos ser LIBRES de sus mandatos.
Epílogo
Ese país, que con razones de sobra llamamos Imperio, se considera señalado por la providencia para “malandrear”[3] y someter al mundo entero. Pero contra todo pronóstico en Venezuela y otros países de América Latina sus planes están fracasando y lo saben. Por eso mantienen esperanzas en el próximo 7 de octubre. Mantienen esperanzas en la ayuda que TÚ puedes darles eligiendo un presidente dócil a sus designios. En este contexto del que no podemos escaparnos la única salida pacífica es política. Es hora de sentarse a reflexionar seriamente en la Patria y en lo que te están ofreciendo “para salir de Chávez”. Después, me gustaría hacerte una última pregunta: En esta guerra en que vivimos ¿de qué lado estás tú?
[1] Mujer indígena de Hernán Cortéz que, además de servir de intérprete, asesoró y facilitó el trabajo del conquistador de México, actuando en contra de su propio pueblo.
[2] Según la Real Academia, de calidad inferior, deslucido o mediocre. El término es utilizado por el Presidente Chávez para caracterizar a sus contrincantes políticos.
[3] Venezolanismo utilizado como sinónimo de someter, subyugar o humillar.
bazomanuel@gmail.com