Hablar de Henrique Capriles no es algo que particularmente me agrade, sin embargo, creo necesario hacerlo a fin de evitar, en la medida de lo posible, los estragos que este señor candidato está haciendo en la contienda electoral. Una anticampaña donde prevalece la burla hacia el ciudadano común y el irrespeto hacia todas las instituciones que el estado ha construido a partir de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
No existe nada nuevo bajo el sol. Capriles tiene la propiedad de violar las leyes con una sonrisa, es lo que en mi pueblo se denomina, motolito, sí, tira la piedra y esconde la mano, o igual que las niñas que no rompen un plato… Así hemos visto en su accionar público a un hombre que en su adolescencia formó parte de una secta neonazi; luego fue confundador de un partido político con dinero proveniente de una generosa “donación” de la señora madre de su compinche y aliado, el señor Leopoldo López, quién desde una posición privilegiada en la antigua PDVSA, cometió un acto ilegal y antiético. Sin embargo, nada pasó, porque en aquél entonces nada pasaba con los actos ilegales de los funcionarios de la cuarta república.
Posteriormente, es protagonista destacado de sendos actos bochornosos acontecidos el 12 de abril de 2012: Primero, al solicitarle a un Embajador acreditado en nuestra patria, revisar las instalaciones de la Embajada para saber si habían altos dirigentes del Gobierno Bolivariano ocultos en su interior, desconociendo las normas elementales del Derecho Internacional sobre el Asilo Político, y peor aún, salir a calmar los ánimos de un grupo furibundo de perros de caza apostados en los alrededores de la mencionada Embajada diciendo que no garantizaba la existencia de estos dirigentes porque a él no se le permitió revisar el interior de la Embajada. Igual pasó con el caso Rodríguez Chacín, donde hizo el papel de Rambo, ocupándose personalmente de la detección de este ciudadano pasándolo por delante de una turba enardecida para garantizar la paz del país; utilizando nuevamente su criterio personalísimo sobre como calmar ánimos exacerbados de grupos de individuos. Así sin romper un plato y en un acto de buena fe el susodicho personaje quebró la vajilla entera!
El verdadero rostro de este candidato está oculto detrás de una fachada de hombre de bien y de paz, bueno, simpático, que no pierde la compostura, no insulta, no dice una palabrota, una especie de “Ghandi” según lo bautizara el propio Julio Borges, un macho machote, por quién las mujeres se vuelven locas, que trae paz y esperanza para su pueblo y, esa es la mentira que bien contada hará, según sus asesores de imagen, que llegue a la Presidencia de la República, en un franco desprecio por todos los ciudadanos de este país, opositores y chavistas y especialmente, por las mujeres; su principal asesor opina que el “Fin Justifica los Medios” y bajo esta concepción de “se vale todo", el candidato de ficción va de pueblo en pueblo, con gente traída de otros Lares, para tomarse la foto y convencernos a todos de la “gran mayoría que le sigue”, a él y su maravilloso y progresista programa de Gobierno, mientras viola las leyes venezolanas con un desparpajo que da vergüenza.
Sin inmutarse dice que no hay ley que diga los zapatos o pantalones que debe usar; insulta y agrede a la mujer venezolana, elabora su propio apartheid al enviar mensajes de texto masivo a los empleados públicos, miente cuando les dice que no serán utilizados con fines personales, aún cuando sus escoltas sean policías de Miranda; ni se les dará una franela para etiquetarlos, a no ser que sean las amarillas que reparte la Gobernación de Miranda; habla de un plan de empleo para todos, incluyendo a la tercera edad, obtenido gracias a que el estado progresista le otorgará prebendas, regalías y beneficios fiscales a los empleadores, como él; mientras a la masa trabajadora lo envía a capacitarse para que produzca. Eso es lo que hace falta en este país, mano de obra barata, niños, jóvenes, adultos y viejos, todos a producir, a dejar la flojera, el país no quiere parásitos que cobren dádivas en unas Misiones que él asegura mantendrá, siempre y cuando no sea con el dinero proveniente del petróleo. La renta petrolera no es para el pueblo, sino para beneficiar a empleadores, como él, al igual que las universidades y el conocimiento científico, el cual afirma es innecesario, a no ser para las élites que deben estar bien preparadas para convertirse en empleadores, como él, para continuar con la explotación del ser humano. Disculpen, motolito, es incapaz de hablar así, solo lo piensa mientras sonríe porque sabe bien que hay un camino y es grandioso para los empleadores, como él.
Ha demostrado, una y otra vez, que no acepta ni la institucionalidad ni las leyes nacidas a la luz del proceso constituyente, del cual formó parte, pero las necesita, para hacerse de la Presidencia y acabar con ellas. De allí que no afirme que reconocerá los resultados de la contienda electoral, antes por el contrario cantará fraude. Inútil es esperar de este personaje que cumpla con las leyes venezolanas, porque no cree en ellas, aunque eso no signifique que en un hipotético gobierno suyo vaya a permitir que usted ciudadano común las viole. El desprecio es hondo y profundo, por tanto será un gobierno represivo, que ahogará el Poder Popular, nada de estar exigiendo derechos, manifestaciones masivas, alteraciones del orden público, invocación del artículo 350, o solicitud de referéndums revocatorios. El personaje representa una vuelta al pasado, sin concesiones, al más franco estilo del “tamos mal pero vamos bien” de Teodoro, que significó, perdidas de miles de viviendas para la clase media, desempleo, insalubridad, mala alimentación, miseria y pobreza para la inmensa mayoría, mientras un grupito de tecnócratas y empleadores, como él, se hacían cada vez más ricos bajo el amparo de un estado neoliberal y promotor de una de las peores condiciones de vida que hemos conocido los venezolanos. Guerra avisada…
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