Si Aveledo y Capriles tuvieran nociones de decencia y abrigaran escrúpulos, tendrían que despedirse para siempre de sus electores, a quienes han engañado estúpidamente desde el 11 de abril del 2002, hasta el sol de hoy. En el supuesto negado de tener suficiente coraje para reconocer la mala fe que los anima, se despedirían hasta nunca jamás de sus seguidores, con la gallardía que no les dio natura ni les prestó Salamanca.
Se despedirían como hombres de bien, que no son, cantando… adiós muchachos compañeros de mi vida, barra querida de aquellos tiempos, me toca a mí, voy a emprender la retirada, debo alejarme de mi buena muchachada. Lo de buena muchachada se les aceptaría por las circunstancias, pero de buenos nada tienen, ni quieren tener; Goicoechea, Juan Carlos Caldera, Nixon Moreno, Julio César Rivas vestido o en pelotas, David Smolansky o el resto de guarimberos a sueldo que se proclaman jóvenes caprileros, y que cuando sean grandes quieren ser como Diego Arria.
Capriles y Aveledo deberían, al alimón, reconocer que han engañado vilmente a la pequeña burguesía que cree en la seriedad de, y le inventó aristocracia a, Sir Raymond William. Deberían pedirle perdón a la clase boba y media que le inventó intelectualidades y erudiciones al engolado, certificadas por El Matacuras, Kiko el payaso servil, y doña Colomina, bisabuela de Chucky.
Deberían decirle toda la verdad a Henry Falcón; que lo consideran un arribista, un simplón, un bueno para nada sin pedigrí político, que tiene menos discurso que el flaquito y eso es mucho decir, que es feúcho, grisáceo, plebeyo, mal vestido, y que sin los votos chavistas no llega ni a la esquina.
Deberían arrastrarse a los pies encallecidos de los adecos y copeyanos pobres que tienen todo el derecho a seguir siendo adecos y copeyanos, y morirse en el intento de creer en la burguesía y sus secuaces, porque los cambios históricos se toman su tiempo y tardan generaciones, y la conciencia no es ninguna cuestión de ideas sino de hechos, es el ser social lo que determina la conciencia social, y no tiene viceversa.
Ese par debería reconocer que ya no tienen nada que buscar, ni mediante violencia manifiesta, ni mediante violencia camuflada, que hasta estas elecciones llegaron, que se equivocaron de cabo a rabo, que el pueblo venezolano nunca ha sido pendejo sino que tiene un sentido histórico telúrico, que acumuló fuerzas durante siglos, que se creció en su sabiduría, que en estos últimos catorce años se fortaleció y ya no lo detiene nadie, ni ustedes enemigos jurados externos, ni los de adentro, los malparidos, que los hay, en nuestra Revolución.
Capriles y Aveledo tienen que desaparecer por la derecha mientras baja el telón y cantan a dúo… adiós muchachos ya me voy y me resigno, contra el destino nadie la talla, se terminaron para mi todas las farras, mi cuerpo enfermo no resiste más.
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