El Rey de los enchufaos

Érase una vez un caballero, por llamarlo de alguna manera, que se creía amo, dueño y señor del reino donde habitaba. Este personaje gobernaba, en teoría, un pedacito de ese feudo, pero era tan malcriado y engreído que se empeñó un buen día en que debía ser él y nada más que él quien debía gobernar todo el país.

Kike, como se llamaba el personaje de marras, fue electo por los habitantes de la comarca de Miror para que dirigiera esa región, pero él que además de malcriado y engreído era envidioso, no se conformaba con eso.

Llegó el día en que se debía elegir al nuevo rey y Kike, ni corto ni perezoso, fue el primer chicharrón en inscribirse como candidato.

Los habitantes de Venezziola, como se llamaba el reino, eligieron mayoritariamente a Niko para que fuera quien guiara los destinos de ese país. Como los resultados no le favorecieron, Kike hizo lo que mejor sabía hacer. Como si de un niño de tres años se tratara armó una pataleta descomunal y comenzó a insultar a medio mundo. Visto que las semanas pasaban y pasaban y ya nadie le paraba ni medio, agarró y dijo en tono castizo: “sois todos unos enchufaos”, batió todo su cuerpo, se dio la media vuelta y se fue a recorrer todo el reino para rogarle a los súbditos que le creyeran que él era el verdadero gobernante del país.

Kike, que creía que sus argumentos eran tan sólidos como una piedra, agarraba unas calenturas enormes porque la gente no lo tomaba en serio. “Enchufaos”, espetaba cada vez que eso ocurría.

Mientras tanto, los habitantes de la comarca de Miror se sentían abandonados a su suerte, hasta que un buen día, hartos de la situación, decidieron darle a su gobernante el título del Rey de los enchufaos, porque a pesar de que mensualmente se le depositaba en su cuenta un salario por ser gobernador, gobernar era lo menos que él hacía.

Total que el susodicho pasó a la historia como el Rey de los enchufaos y en el diccionario de ese país, al lado de la palabra enchufao, aparecía su foto para recordarle a la gente que cuando se es elegido para dirigir una comarca o un reino, se debe ejercer la función como Dios manda y no como el soberano de marras que cobraba sin trabajar.

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Rosa Ángela Latorraca González


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