A medida que los resultados de las elecciones municipales del 8D se precisan, va quedando con mayor claridad la magnitud de la derrota política que las fuerzas revolucionarias le han propinado a la derecha opositora; derrota que, si bien, se evidenció en las urnas electorales, con las cifras en votos emitidos por el pueblo venezolano ese día, ya esta se avizoraba desde el momento en que el gobierno presidido por Nicolás Maduro pasó a la ofensiva frente a la guerra económica y psicológica que la derecha parasitaria le había declarado al pueblo venezolano, en el marco del plan insurreccional que tenía concebido, en el que las elecciones municipales, en el supuesto de que salieran favorecidos con el voto popular, sería el hito decisivo, el punto de quiebre.
Capriles y todo el equipo político de la derecha opositora apostaba a que el 9 de diciembre, el Presidente Maduro tendría que salir de Miraflores, arrojado por la avalancha de votos que sacarían, señal esperada para sacar a la gente a las calles reclamando su renuncia y con lo cual se demostraría el pregonado fraude de las elecciones del 14 de abril, oportunidad en la que, según el punto de vista de la derecha, el triunfo obtenido en las urnas electorales les habría sido usurpado; de allí el carácter plebiscitario que se le imprimió al evento electoral, en el que la elección, propiamente, de las autoridades municipales, estaba ubicado en un segundo plano.
Este plan, como sabemos, orquestado desde el exterior, en los círculos imperiales, se vino abajo con la respuesta corajuda y decidida que le dio el pueblo venezolano. Recuperado del trauma moral y afectivo que significó, sin duda alguna, el fallecimiento del Comandante Chávez, ocurrido apenas hace 9 meses, el bravo pueblo chavista salió a votar en defensa del gobierno bolivariano, consciente como estaba de lo que había en juego, la legitimidad de Nicolás Maduro y, en consecuencia, la posibilidad de la pérdida del esfuerzo constructivo de bienestar para las grandes mayorías, del Proyecto de Chávez de la Patria buena, además, naturalmente, de la emergencia de un escenario de violencia presagiado ante un eventual triunfo de la propuesta opositora.
La respuesta popular fue contundente tanto en la sumatoria de votos a nivel nacional (necesaria para determinar la derrota infringida a la estrategia imperial-derechista como en el número de alcaldías alcanzadas por ambas opciones).
En sus análisis públicos, la derecha ha intentado, como es su costumbre, manipular la realidad, señalando que los resultados son más o menos parejos y que el país sigue dividido en dos mitades. Por supuesto, la cacareada intención plebiscitaria, ahora, no es mencionada por ninguno de los voceros de la llamada MUD y mucho menos por sus analistas de postín que tienen 14 años equivocándose, ininterrumpidamente, con el mayor de los desparpajos.
Perocomo decía Chávez
La realidad es otra, como le gustaba decir al líder de la Revolución Bolivariana, las matemáticas no mienten, hablan por sí solas: las fuerzas revolucionarias (PSUV y GPP) obtuvieron 255 alcaldías mientras que la MUD alcanzó 75, es decir, fueron más que triplicados, estando las otras 7 restantes en manos de alcaldes independientes, cuya tendencia, por lo demás, es a sumarse a trabajar conjuntamente con el gobierno nacional; y en cuanto, a la sumatoria de votos a nivel nacional, ejercicio que hay que hacer a pesar de que estas eran unas elecciones municipales aunque, dado el propósito plebiscitario que la derecha se empeñó en asignarles, es un dato necesario para apreciar la realidad política y la magnitud de la derrota que recibió la representación del imperio en nuestro país, especialmente, quien luce, hasta ahora como abanderado de tal postura político-ideológica, Henrique Capriles Radonski, el gobernador ausente de Miranda.
Como se sabe, en las elecciones del 14 de abril pasado, la diferencia entre Nicolás Maduro y Capriles fue de 223599 votos, claro está, hay que hacer la salvedad que aquella era una contienda presidencial, a diferencia, de ahora que si bien eran elecciones municipales, fue por la propia derecha, por su obcecación golpista e insurreccional, que adquirieron un carácter de dimensión y medición nacional, obteniéndose el resultado preliminar de 5.111.636 votos contra 4.435.097, lo que indica que hubo una diferencia a favor de la opción revolucionaria de 676.539 votos con tendencia a aumentar el diferencial en la medida en que se registren los datos que faltan.
Estamos en presencia de una victoria popular revolucionaria, imponiéndose el legado de Chávez y reafirmándose el liderazgo de Nicolás Maduro y registrándose, en contrapartida, una derrota político-ideológica a las huestes de la contrarrevolución. Se abre una nueva etapa en el país, en la que el Presidente Nicolás Maduro, con esta reforzada mayoría podrá desarrollar y profundizar las políticas transformadoras expresadas en el Plan de la Patria 2013-2019, conceptualizado por Chávez, y hoy convertido en Ley de la República, recientemente, sancionada por la Asamblea Nacional.
Plebiscito para Capriles
A todas estas, a quien si le salió un plebiscito en las recientes elecciones fue al flaco Capriles, el pueblo de Miranda pasó factura a su irresponsable manera de asumir su papel como gobernador ausente de esta entidad. Volviendo a las matemáticas se registra que: el 71% de las alcaldías (15 de 21), el 67% de las cámaras municipales y el 62% de los concejales y concejalas fueron ganadas por el chavismo y el 52,1% de los mirandinos y mirandinas votaron contra la dupla Capriles-MUD. De allí que luce como razonable que este caballero se vaya preparando para lo que le espera, entre otras cosas, la pérdida de su condición como abanderado de la oposición, 4 derrotas sucesivas en 14 meses es más que suficiente para que sus propios correligionarios lo defenestren.