Esa lloradera de los estudiantes violentos que pedían “Maduro Vete Ya”, y ahora lloriquean porque no se fue, es algo novedoso en el historial del movimiento estudiantil venezolano porque es insólito que los jóvenes neonazi pidan a gritos que no los toquen ni con el pétalo de una rosa por ser ellos hijos de papá y mamá. Cobarditos estos muchachitos que no saben del coraje y la valentía de los estudiantes revolucionarios chavistas, herederos éstos de quienes sí con argumentos válidos enfrentaron, en el pasado, a organismos de seguridad despiadados y asesinos entronizados en Venezuela desde la dictadura de Juan Vicente Gómez, a principios del siglo XX, hasta la llegada de Chávez en 1999 cuando se implantó el actual estado de derecho respetuoso de los derechos humanos.
Esos carajitos de ultraderecha lo que no tienen de valientes les sobra de crueldad criminal para matar a traición a gente inocente. La falta de hidalguía la llenan secuestrando a los vecinos en sus urbanizaciones y la carencia de ideología la compensan con odio, racismo y antichavismo. Cuentan estos forajidos con la complicidad de los alcaldes de sus municipios y con sus policías municipales que son sus niñeras armadas para bridarles protección.
Los partidos de la derecha opositora justifican, promueven e impulsan a ese movimiento fascista del “yo no fui”. Ambiguos los unos y los otros. No hay otra manera de discutir con los manipuladores de ideas falsas sino remitirse a la observación simple y sencilla. Ahí están las llamadas Guarimbas a la vista de todos pero los alcaldes de Sucre, Chacao, Baruta y el Hatillo parecen no ver cuando aparecen, desaparecen y reaparecen en sus narices.
Esas Guarimbas son la expresión del terrorismo vecinal movidas por los más bajos instintos inhumanos. Son sólo una muestra de lo que sería la extrema intolerancia de la ultraderecha en el supuesto negado de acceder al poder. Asociados a la Guarimba perdurará la imagen siniestra de los decapitados, de los fallecidos por no recibir atención médica, de los abaleados por limpiar una calle secuestrada y de las angustias y miedos causados a los niños por la prohibición de ir a sus escuelas. Ahora nadie sale a responsabilizarse de las Guarimbas pero la lógica más elemental permite identificarlos con quienes no las han condenado de manera tajante, inequívoca y contundente, vale decir: la MUD, los alcaldes oposicionistas y el movimiento estudiantil fascista de las universidades autónomas y privadas.
El terrorismo y la tortura son propios de la ideología reaccionaria. Los revolucionarios repudian el terrorismo y la tortura por convicción, siempre ha sido así. El terrorismo y la tortura no tienen nada que ver con la lucha armada revolucionaria que los guerrilleros asumieron en la década del sesenta. Tampoco con la resistencia indígena, con la guerra de nuestra independencia ni de la Federal. El terrorismo es una expresión extraña a la cultura del pueblo venezolano importada desde la Colombia uribista y paramilitar por personajes obscuros y siniestros como el propietario de la Quinta Daktari y la tortura, por su parte, ha sido una práctica tradicional y sistemática de los gobiernos de la derecha contra los revolucionarios.
Ahora veremos con estupor la hipocresía rebosar en el discurso institucional de los estudiantes derechistas y de quienes los apoyan. Según ellos la violencia fue desatada y lo siguen haciendo seres extraterrestres lo cual sería más creíble que acusar a supuestos infiltrados del gobierno de esos hechos vandálicos.
No hay mal que por bien no venga, la oposición logró más que Nicolás Maduro: unir y poner al chavismo rodilla en tierra contra el fascismo.