En primer lugar, los intelectuales establecen una relación con las clases fundamentales, pero también con otras clases presentes en la sociedad,... Su mayor vínculo, el más orgánico y articulado, es con la clase dominante, sobre todo en el momento de apogeo de la extinción hegemónica de su poder ideológico político.
Antonio Leal
Está suficientemente demostrado que el Estado Nacional, el gobierno bolivariano y el pueblo venezolano están sometidos a un plan insurreccional que, si bien, arranca la presente fase en el 2014, es la extensión de toda una estrategia concebida por el imperialismo y la derecha local e internacional, prácticamente, desde el inicio del período histórico que se instaura en nuestro país con la asunción del Comandante Chávez al poder político, con la manifiesta intención de derrocar la constitucionalidad vigente y dar al traste con el proceso revolucionario que, desde entonces, se viene desarrollando.
Muestra fehaciente de esta aseveración es la reciente declaración del señor John Kerry, Secretario de Estado gringo, en el sentido de que Washington se reserva la opción de imponer sanciones contra Venezuela para obligar a una salida pacífica y negociada con los opositores, que desde el 12 de febrero han protagonizado protestas contra la gestión de Maduro. A cuenta de qué, este señor y su gobierno se toman la atribución de amenazar a un país soberano como el nuestro, quién les ha dado esa facultad, a no ser que sea la inveterada grosería intervencionista que ha caracterizado a los círculos imperiales estadounidenses, a todo largo del siglo XX, en la región latinoamericana y caribeña.
Pareciera que a estos imperialistas del norte y a sus lacayos del sur, por la desesperación que los embarga, se les escapa los ostensibles cambios políticos, culturales y hasta psicológicos que se han operado en la región en estos últimos años, con el despertar y toma de conciencia de nuestros pueblos, en especial del pueblo bolivariano, cimentado en la alianza cívico-militar y en la integración nuestro americana, forjadas por Chávez, de tal manera que la resistencia a cualquier tipo de agresión imperial contra nuestro país sería inmediata, sólida, eficaz y contundente.
Respuesta política certera
Es evidente que esta fase insurreccional reviste características específicas con relación a las desarrolladas en otros momentos, si bien es igual de violenta (en un mes de ejecución, ya lleva 30 muertos y más de 300 heridos) tiene ribetes de mayor monstruosidad y de naturaleza fascista, estimulando el odio entre los venezolanos; no cuenta con apoyo militar y el aspaviento mediático interno luce disminuido a lo interno aunque no así a nivel internacional; y, lo que es fundamental, la gran mayoría del pueblo mantiene una posición de rechazo a los insurrectos y de identidad con el gobierno bolivariano legítimamente constituido; la acción vandálica insurreccional socialmente está circunscrita a sectores pudientes y de clase media (el propio Capriles en un atisbo momentáneo de lucidez llegó a reclamar ¡Dónde está el pueblo!) y, territorialmente, cada día se reduce su área de acción.
El gobierno bolivariano le ha venido dando una respuesta certera, oportuna y eficaz a la situación planteada, orientándose en los lineamientos estratégicos de Chávez, teniendo claro, que lo fundamental es preservar la revolución bolivariana, garantizando la paz de los venezolanos y que el tratamiento debe ser, en primer término, de carácter político antes que represivo, policial o militar, movilizando al pueblo de manera permanente, propiciando la Comisión Nacional y Estadales de Paz y desarrollando una intensa actividad diplomática destinada a aislar al imperialismo y a potenciar la solidaridad internacional. En ningún momento se ha bajado la guardia, respetando como nuca antes, en nuestro país, los derechos humanos y manteniendo en pleno y normal funcionamiento el aparato del Estado.
Intelectuales desvergonzados
A todas estas, hay que denotar el papel de los intelectuales orgánicos de la derecha, que conscientes de la manifiesta consolidación del bloque histórico social que está conduciendo al país, construyendo una nueva hegemonía, y alarmados por el debilitamiento ostensible e inevitable del bloque de clases burguesas al cual sirven, de una manera u otra, se han abocado al lastimoso y vergonzante papel de justificar las criminales acciones de los guarimberos, de apuntalar la ambigua e irresponsable actitud de la mentada MUD (por cierto en franca vía de extinción, producto de sus contradicciones internas y de su incompetencia política), y hasta a bramar por la intervención extranjera en el sagrado suelo de la Patria de Bolívar. Al no ser capaces de promover una fórmula electoral opositora consistente se agolpan para lanzarse por el abismo de la aventura.
Cómo estos intelectuales pueden sostener que las protestas de los fascistas guarimberos deben ser apoyadas por ser pacíficas y democráticas, cuando es público y notorio el carácter violento y subversivo de las mismas. No es que sean ilusos es que están comprometidos hasta los tuétanos con la insurrección fascista-imperial; este es el caso de: Pompeyo Márquez, Teodoro Petkoff, Gloria Cuenca, Marta Colomina, Margarita López Maya, Carlos Blanco, Antonio Pascuali, Heinz Sonntag, Germán
Carrera Damas, Américo Martín, Marcelino Bisbal, Leonardo Padrón, Ibsen Martínez, Carlos Raúl Hernández, Trino Márquez, Tulio Hernández, Alonso Moleiro, Gustavo Coronel, Alberto Franceschi, Paciano Padrón, Luis Ugalde, Alberto Barrera Tyska, Elías Pino Iturrieta, Milagros Socorro, Gerver Torres, Cecilia García Arocha, entre otros y otras. Sus declaraciones, columnas y programas los delatan. Los conversos de la izquierda son los más detestables. Mayor desvergüenza no tiene parangón en la historia del país.