Cuál y con quién es la guerra de Lorenzo, es un asunto que se ventila desde infinidad de perspectivas, pero las víctimas, numerosísimas, son todas civiles y abundan ancianos y niños que sufren los dramáticos embates de esa guerra en la que Lorenzo se reconoce y a propósito de la cual dialoga con Hausmann y su corazón.
No debe extrañar la natural fluidez entre estos dos entendidos en el tema de la guerra, porque el corazón de Hausmann, tan extranjero como su apellido, no dudó ni un momento para aplicar un paquete de ajustes que, en tiempos de Carlos Andrés, dibujó líneas angustiosas en el rostro del pueblo venezolano, cuando por obra, gracia y voluntad del Fondo Monetario Internacional, la población fue sometida al padecimiento de medidas cuyo verdadero nombre es hambre y cuyo apellido más exacto y trágico es el atropello homicida contra los ciudadanos.
Por primera vez reconoce Lorenzo que está en una guerra que antes había negado amplia y enérgicamente y, al ser acusado por sus contrarios de tales veleidades bélicas, sonreía con la misma sonrisa que cruza el rostro a todos los dirigentes de oposición que niegan con tanta fuerza tal especie que parecieran decirle a quien tal argumento esgrime, algo así como "usted lo que está es loco".
Pero no estaban ni están locos quien tal asunto afirman, y ahora los incrédulos deberían replantearse sus voluntarias dudas, porque deben ser bien voluntarias esas dudas para que existan ante semejante montaña de pruebas.
Está en guerra Don Lorenzo; y ha demostrado que es un peligroso contendor por su poderosísima falta de escrúpulos que permite someter a todo un pueblo al hambre y la vicisitud, para acabar con un gobierno que expresa la voluntad de más de la mitad de la población electoral venezolana que, en el democrático ejercicio de la mayoría, escogió a un presidente para que gobernara durante seis años. Resulta intolerable que Don Lorenzo o cualquier otro Don, trastoquen esa voluntad por el hecho de que a ellos no les guste.
Pero Don Lorenzo sabe bien lo que hace, y sigue fiel y cabalmente el libreto apuntado por sus amigos norteños para someter a un país al desabastecimiento y a toda la detestable periferia que de allí deriva (bachaqueo, corrupción, etc.).
Don Lorenzo no ha disparado un tiro, ni mucho menos sus blanquísimas manos han lanzado una bomba, pero ha sido terrible su guerra y desesperanzadora su metralla; precisamente porque el muerto que le interesa a Don Lorenzo es el sueño del pueblo.
Gracias a la guerra de este gentil hombre, millones de niños, mujeres y hombres han sido agredidos y sacudidos en la estructura de su vida cotidiana y fundamental, al ser sometidos a la falta dirigida y programada de alimentos.
Es un gran guerrero Don Lorenzo y tendrá que usar armas muy largas para poder registrar en la cacha de su revólver todas las víctimas inocentes de ésta, su guerra extraordinaria.
Necesitaba este guerrero expresar el afecto a su par, a su igual, al otro Don; a Hausmann, que desgraciadamente tiene su corazón puesto en Venezuela aunque su planta insolente se encuentre en otro lejano territorio.
No nos hace falta el amor de Hausmann. No lo queremos, no lo necesitamos. Ya tuvimos suficiente de el en los tiempos de Carlos Andrés Pérez, cuando con el paquetazo dictado por el FMI, trajo la guerra, sembró la infamia y corrió la sangre del pueblo en ríos que aun no tienen castigo.
Del amor de Hausman tuvimos suficiente en tiempos pasados e ingratos. De su corazón, de sus latidos sanguinarios ya se poblaron suficientemente los cementerios. No nos quiera señor Hausmann porque de su amor sólo han florecido tumbas colectivas y lloran miles de hogares traspasados por el dolor. Por favor, no nos quiera, olvídenos. No negocie con entes financieros internacionales nuestro futuro, no nos traiga la felicidad que fue llevada a Libia, a Irak, Siria, Afganistán.
No nos quiera señor, y sobre todo, no nos represente. No hable por nosotros, porque a usted nadie lo ha elegido para tal cosa.
Estos guerrero de nuevo tipo, honorables y de buena presencia, apuestan por la caída del gobierno constitucional de Venezuela, ese es su sueño dorado, y si para ello un pueblo tiene que perecer de hambre, será un daño colateral como afirman con frecuencia ante la infamia, sus amigos del norte.