Uno mira la foto milímetro a milímetro y entiende que eso se veía venir. Pero, embargo, por sus propias contradicciones, que no son tales, dos de ellos nunca pensaron que nuevamente, algún día, como el pasado viernes 19 de mayo, iban a estar cobijados bajo el mismo techo y bajo los mismo, colores. Sin embargo, todos se ven imperturbables ante tan amoroso encuentro, como ególatras premonitorios de lo que les guardaba un calculado futuro. Cierto es que por los personajes, la foto no es para pasar largas horas de contemplación y ensimismamiento, como quien pierde el día mirándose el ombligo, las uñas de las manos y los pies.
Por terquedad, uno vuelve a mirar la foto y escucha, como en un acto de magia de Harry Potter, la voz de El Puma, José Luis Rodríguez, cantando a todo pulmón: “Agárrense de las manos”. Y, obedientes, el trío de personajes de la foto, casi aparece tomado de las manos en sublime acatamiento.
Uno los observa juntitos y la foto, que se ha ido tornando amarillenta por su contenido, recuerda la toma de cuando un sacerdote le levantó la mano a Carlos Ortega y a Pedro Carmona Estanga en la quinta La Esmeralda.
Esos eran otros tiempos, tiempos de locura del “Chávez, vete ya”, dirán algunos.
Uno mira la foto con detenimiento y descubre que es más de lo mismo, que lo único que ha cambiado es el escenario y los protagonistas, sin embargo la intencionalidad es la mismísima.
Uno los aguza los sentidos y los encuentra tan pegaditos que parecen que estuvieran unidos secretamente de alguna parte del cuerpo, como verdaderos hermanos siameses.
Ante la realidad que salta a la vista, uno se pregunta: ¿El trío se reunió para enamorar a las aspirantes del reinado del Miss Venezuela o estará planificando comprar unas tierritas para sembrar el petróleo? ¿Se habrán juntado para resolver a tres manos los crucigramas o para pegar barajitas en el álbum del Mundial de Fútbol Alemania 2006?
Uno vuelve a mirar la foto y se convence, de una vez por todas, que el grupito, el trío que integra el comando, está muy lejos de ser un club de mansos y devotos muchachos que llevan escondidos debajo de sus camisas medallitas de vírgenes o santos de su más íntima devoción.
Uno cree que, lo más que pueden portar es la arrugada fotografía de un cardenal disociado, ya que para eso la Constitución, que ellos cuestionan, les garantiza la libertad de culto.
Uno mira la foto, antes de que tanta miradera nos produzca conjuntivitis, y descubre que el retrato es la más fidedigna y vulnerable simulación de un acto de amoroso entendimiento, porque todos sabemos que, —en lo más profundo— ninguno de los tres se soporta. Veamos quiénes aparecen en la publicitada fotografía. De izquierda a derecha, un gordito que, según lo publicado en la gran prensa, tiene un expediente policial.
En el centro, ex alcalde de Caracas acusado por hechos de corrupción durante la IV República. A su lado, en la extrema derecha, el secretario general de un partido de los tiempos de las cúpulas podridas y del puntofijismo, que se vino a menos; es decir, cuesta abajo en la rodada.
Por última vez, uno presta más atención a la foto del grupito, ahora sí, y detalla una apabullante y luctuosa soledad de pueblo. ¿Será que el soberano no se retrata en grupo con el grupito? ¿Se habrá dado cuenta de eso Oscar Pérez, Antonio Ledezma y Henry Ramos Allup?
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