Cuando reconoció que el discurso emancipador del presidente Chávez se materializaba con la Ley de Tierras, Pesca e Hidrocarburos, quiso darle un golpe con el apoyo financiero y militar de Washington, sin percatarse que el pueblo le reclamaría con coraje la insolencia y que la cepa bolivariana en la FAN habría de colocar las cosas en su lugar y hacer retornar al presidente a su legítimo cargo.
El fracaso del 11 de abril pudo haber sido un triunfo político para la oposición. El presidente volvió con un discurso conciliador, reconociendo errores y rectificando decisiones, dejando que los tentáculos del nauseabundo puntofijismo neoliberal de PDVSA siguiera apropiándose de los recursos energéticos del país. Precisamente, ese poder omnímodo que ejercía la oposición desde la cúpula de la industria petrolera, le permitió ejecutar un sabotaje petrolero que colocó al país al borde la quiebra económica e institucional como una forma de chantaje que forzara la renuncia del presidente. Nuevamente, el coraje del pueblo venezolano, encarnado en el trabajador petrolero y la diligencia del presidente Chávez al frente de las labores de rescate de PDVSA, logró arrebatarle a la oposición y a sus apoderados en Washington y Texas, la conducción del petróleo venezolano para ponerlo al servicio del pueblo y los mas necesitados.
Sin militares ni petroleros golpistas infiltrados en las instituciones del Estado, a la oposición no se le ocurrió otra cosa que llamar a guarimbas y subvertir el orden social mediante atentados terroristas, con lo cual dejaba ver su verdadera cara fascistoide y criminal. Paralelamente, la oposición comenzó a violar sistemáticamente la constitución con sus “firmazos” y “refirmazos”, por lo que el gobierno tuvo que invitar a la OEA y Centro Carter para que la arrearan por el camino institucional y evitar las desviaciones antidemocráticas que le eran costumbre.
Finalmente, la oposición logró convocar un referéndum revocatorio presidencial cuyos resultados desfavorables intentó infructuosamente de manipular. Sus dirigentes se inventaron todo tipo de teorías tan disímiles como estrambóticas para demostrar el "fraude electoral", aunque todas las organizaciones internacionales, empresas encuestadoras así como analistas y expertos en matemáticas, estadísticas y elecciones en Venezuela y el exterior garantizaban, sin un dejo de duda, que el presidente Chávez había sido ratificado en el cargo con cerca del 60% de la votación.
Con la vía electoral también bloqueada por la voluntad popular, la oposición decidió que la mejor manera de sacar a Chávez del poder era mediante su deslegitimación, y asume el abstencionismo electoral como su línea política. Como era de esperarse, incluso dentro de sus propios partidarios, la estrategia abstencionista cosechó mas fracasos, aunque el descomunal apoyo que goza el presidente la obligue a seguir apostando a ella, esta vez solapada en la farsa de unas primarias cuyo ganador deberá retirarse de la contienda cuando Súmate así lo decida. Para ello, la oposición hace que las universidades dirigidas por rectores antichavistas auditen el registro electoral y así les provea con la “prueba científica” de rigor que justifique su abstencionismo.
Las conclusiones fueron desastrosas: "no hay evidencia de fraude en el registro electoral." (Globovisión, 19 de Julio de 2006)
Y como el CNE ha asumido una actitud de condescendencia para que después no esgrima excusas a la hora de decidir su participación en las elecciones, y ante la inercia que tienen sus precandidatos estancados en menos del 20% de aceptación, la oposición se impacienta y contrata los servicios de Dick Morris, un "visionario" estratega importado de la patria del Tío Sam, para que le diga como puede vencer a Chávez.
La respuesta fue contundente y fulminante: "nadie puede derrotar a Chávez... el primer mandatario está hoy más fuerte que nunca." (El Nacional, 16 de Julio de 2006)
La única esperanza, dice el gurú de las ciencias sociales, es que surja un "outsider", un hombre como Leopoldo López o Ricardo Smith que sea capaz de conectarse con la gente a un nivel emocional.
Ante este panorama aterrador y después de tantos golpes y fracasos, cualquier propuesta, por descabellada que parezca, puede hacer renacer la esperanza y salir de Chávez ¡YA!
Es así como surge, entre la incredulidad y la exasperación, entre el asombro y la ciencia-ficción, un "outsider" que le roncará en la cueva a Chávez. Nada mas y nada menos que Er Conde del Guácharo.
Y lo preocupante no es que Er Conde se haya tomado en serio su broma, sino que la oposición verdaderamente cifre en él sus esperanzas y lo asuma como una opción válida y legítima.
Pobre oposición. Tan bajo ha llegado... Cuando se pensaba que había tocado fondo, se las ingenia para seguir cavando y hundiéndose.
En una hora tan aciaga, le espera la difícil tarea de mirarse el ombligo y ver como hace para librarse de las cadenas puntofijistas, neoliberales y fascistoides que la tienen aferrada a la antipolítica que le impusieron sus apoderados en Washington. La oposición está en la obligación de renovar su primitivo discurso político y sumarse con nuevos bríos a los retos que tiene el país por delante en su proceso de integración regional y de constitución de un nuevo orden mundial pluripolar donde prevalezca la paz, el progreso, la democracia participativa y la justicia social. De lo contrario, seguirá condenada a caminar la senda del fracaso, apoyando formulas inauditas y descabelladas como la que ahora le acompaña, alienándose así del resto de la sociedad.
(*) Internacionalista