Por más que lo hemos intentado repetidas veces a la final siempre nos hemos visto obligados a darle repuestas, quizás como todo un villano, a las posturas de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), que cada día no solo le miente a la feligresía católica del país, sino al propio papa Francisco.
A lo largo del tiempo los obispos de Venezuela se convirtieron en expertos mediáticos, y hay que reconocerles que esa es una cualidad propia de quienes se esconden detrás de una sotana, con malas intenciones.
Debemos aclarar, en este caso, que no nos referimos a esos sacerdotes que de verdad y con devoción, como el padre Numa Molina, que promulgan el evangelio y el amor a Cristo, sino a aquellos -como monseñor Urosa Sabino- y el padre Palmar, allá en el Zulia, entre otros obispos, que solo promueven la confrontación y el odio entre los venezolanos.
Esta vez los obispos de nuestro país viajaron al Vaticano para reunirse con el Santo Padre tal como en una nota de prensa la propia CEV lo había anunciado.
Incluso, desde que se supo esta noticia, de inmediato intuimos que estos obispos, como voceros genuinos de la oposición, solo viajarían al Vaticano a reunirse con el papa Francisco con el único propósito de seguir mintiéndole, como en efecto lo han venido haciendo y de manera descarada desde hace mucho tiempo y sin ningún tipo de remordimientos.
De entrada la carta que le llevaron los obispos al papa la utilizaron para destacar "la total adhesión a su persona y magisterio y que cualquier otra interpretación -o algo que se diga en su contra- es falsa y malintencionada".
Ante esta postura los obispos de Venezuela, de manera premeditada, tomaron las previsiones para quedar bien ante el papa Francisco, pero al menos, aquí en Venezuela, todo el mundo sabe que nunca han acatado los llamados del Vaticano para promover el diálogo entre el sector oficialista y la oposición en aras de lograr un feliz entendimiento que permita mantener la paz.
De acuerdo a los obispos, utilizando la metodología del falso-positivo, aseguran que en Venezuela "ya no hay propiamente un conflicto ideológico entre "patriotas" y "escuálidos"- sino una lucha entre un Gobierno devenido en dictadura".
Ciertamente los sacerdotes también manifiestan que el pueblo clama por pan, medicamentos y seguridad, pretendiendo con ello obviar que ha sido la propia oposición, de la mano con el sector capitalista, quienes han promovido una guerra económica y el desabastecimiento que tanto afecta a todo el país.
Los benditos obispos por igual le cuentan al papa Francisco que el gobierno se ha negado a solicitar la ayuda humanitaria internacional para traer medicamentos al país, los cuales pudieran ser canalizados a través de Caritas de Venezuela, como si el gobierno no supiera que esa es la "concha de mango" que la oposición desea que pise para pedir con crudeza una incursión armada en nuestra nación.
El Episcopado venezolano por igual le advierten al papa Francisco que se ha convocado una constituyente peligrosa, que está fuera del marco legal, dejando a un lado, así como si nada, los postulados de nuestra Constitución, que así la contempla.
De una manera desquiciada los obispos aseguran también que la Asamblea Nacional Constituyente, prevista para fines del próximo mes de julio, "será impuesta por la fuerza y sus resultados serán la constitucionalización de una dictadura militar, socialista marxista y comunista".
También la CEV asegura que a través de la Asamblea Nacional Constituyente se anularán los poderes públicos constituidos y se arreciará la persecución y el exilio de los opositores y la corrupción de los gobernantes y sus adláteres".
Incluso los obispos advierten al Santo Padre que de aprobarse la Constituyente, sin reconocer que esa sería la voluntad de las mayorías, no se descartan mayores controles a la libertad de expresión, incluso a la libertad religiosa y mayor represión para la ciudadanía.
Es evidente que la CEV le teme a la Constituyente, pues en el caso de las acusaciones a priori, sin fundamentos, cargadas de odio y rabia -promovidas por la ultraderecha- serían controladas bajo nuevas leyes, como la inclusión de las Misiones, precisamente en repuesta a lo que tanto desea la mayoría en el país.
Los obispos finalmente le manifiestan al Santo Padre que el pueblo venezolano sufre cada día más, pretendiendo obviar que la crisis real que vive la nación es inducida por la derecha, con apoyo del imperio que solo desea ponerle la mano al petróleo de todos los venezolanos.
El descaro llega a su máxima expresión cuando la CEV asegura que "la brutal represión en las protestas por parte de los órganos de seguridad del Gobierno ha cobrado más de sesenta vidas jóvenes", sin reconocer que ha sido precisamente la oposición la que ha generado esas víctimas, entre ellos guardias nacionales, policías y estudiantes, con miras a responsabilizar de estos hechos, y a nivel internacional, al gobierno revolucionario, mediante sus continuas campañas mediáticas.
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