Grande sorpresa no llevamos ayer, cuando al entrar a la sede del comando de campaña del candidato opositor la encontramos convertida en un auténtico caos. Dando por perdidas las elecciones del 3D, los sesudos analistas del oposicionismo, como queriendo arrancarle verdades inéditas a los muros, golpeaban sus cabezas enrarecidas contra las paredes de aquel lugar de desconcierto.
Decenas de mujeres caminaban apesadumbradas con el rostro extenuado. Se halaban los cabellos y gritaban acongojadas ante la triste tragedia que sus ojos lacrimosos presenciaban irremediablemente. Por su parte, los asesores internacionales, asombrados ante el barullo que reinaba en el recinto, marcaban presurosos los números telefónicos de la Casa Blanca para darle conocer a George Bush la desconsolada malaventura electoral que descomponía las estructuras del oposicionismo.
-¿Qué sucede aquí?, preguntamos al voleo, como tratando de saltar por la salida de emergencia de nuestra gran confusión?
-Mire hacia allá y después nos da a conocer su diagnóstico, dijo un miembro del comando de campaña del candidato opositor, confundiéndonos con un psiquiatra electoral.
Sin poder disimular nuestra intromisión, dirigimos presurosos la mirada hacia el rincón que señalaba la mano temblorosa del dirigente oposicionista. Efectivamente, allí malmirado se encontraba el candidato opositor. Estaba sentado en un viejo taburete. Tenía los músculos faciales tensos y las pupilas se volvían hacia arriba y hacia abajo como buscando una chuleta, dejando los ojos en blanco. Llevaba puesto un atuendo original, pero confuso.
-¿Por qué lleva puesta esa vestimenta tan extraña?, interrogamos acuciosos.
-Como Rosalito resultó un Conde del Guácharo de tercera mano, el gerente del comando de campaña decidió disfrazarlo del conocido cuenta chistes para justificar las risotadas hilarantes que provoca cada vez que habla. Aprovechando la fiesta de Halloween, le puso un sombrero de cogollo, camisa y pantalón arremangado y alpargatas doradas con la bandera de EEUU. Lo grave del caso es que Rosalito, desde que aceptó llevar el disfraz, afirma sin cesar que se siente poseído por el espíritu guasón de El Conde. La mejor prueba de este hechizamiento es que sus últimos discursos han sido unas cuchufletas, genuinos chistes, que arrancan estruendosas carcajadas.
-Creo que usted está confundido, porque El Conde ha llevado una campaña electoral muy seria.
-El que ha realizado una campaña sensata y formal es Benjamín Rausseo, porque el espíritu de El Conde se metió para siempre en el cuerpo de Rosalito, lo que ha producido el desorden disociativo que presenta nuestro candidato.
-Pero por lo visto, parece que el abanderado de la Casa Blanca se siente muy bien asumiendo a plenitud el síndrome de El Conde.
-Lo cierto es que desde que emitió su desacreditada frase de que “no hay que pedirle peras al horno”, Rosalito se convirtió en un serio problema para la oposición. Desde ese día, cuando habla, no sabemos si lo hace en serio o en broma. Por ejemplo, casi nos morimos de la risa cuando el pasado lunes 30 de octubre admitió públicamente que será derrotado el 3D.
-Ante esta realidad, ¿qué cambios sufrirá la campaña de Rosalito?
-De persistir Rosalito en el enloquecimiento de creerse El Conde del Guácharo, nos veremos en la necesidad de darle un viraje al trabajo electoral. Por lo tanto, la nueva estrategia incluye mudar el comando de campaña a Musipán y comprar a Benjamín Rausseo la franquicia de El Conde.
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