Es evidente que tanto el auto proclamado presidente de Venezuela, Juan Guaidó, como el presidente del imperio, Donald Trump, se mueven en un escenario político más o menos similar, similar porque ambos se desviven, sobre todo en los últimos días, por querer levantar su perfil en las encuestas, que cada día les son más adversas, el primero para intentar conquistar al electorado de Venezuela y el segundo tras una reelección en el cargo, que se ve menos probable.
Guaidó, desde que surgió en la palestra pública, sobre todo por ese paso alocado y sin tino que lo condujo a autoproclamarse presidente del país, sin que nadie lo eligiera, ha navegado en un océano de tormentas, que lo han llevado incluso a pactar con el mismo diablo, allá en el norte, y con la clase política más rancia y desvergonzada que tiene Colombia, solo porque desea consolidar su proyecto golpista y así acceder al poder.
Pudiera ser reiterativo decir que Guaidó es torpe, aunque hay que reconocer que ha sido sagaz para inventar propuestas, que hasta ahora nunca se habían visto en el mundo político y moderno en el país.
Partiendo de la anterior premisa estamos obligados a refrescar los pasos golpistas y alocados, en perjuicio de la nación, que Guaidó ha venido dando, una vez que recibió el apoyo del imperio, para venderse como el legítimo y único presidente de Venezuela.
Recordemos, de manera sucinta, que Guaidó no solo ha apoyado los actos violentos que ha promovido la oposición, a extremos exagerados.
Pero Guaidó además ha dado muestras evidentes que no es una persona normal, honesta y con buenos principios, pues lo primero que hizo fue robarse el dinero, junto con otros lacayos de la oposición que lo secundan, de la ayuda humanitaria que se gestó con planes golpistas desde Colombia, a través de varios artistas internacionales.
Guaidó igualmente es responsable que el imperio se haya apoderado de la empresa Citgo que le generaba importantes ingresos a Venezuela para cubrir, por ejemplo, los gastos para los niños que eran trasladados a Italia a tratarlos con cáncer.
El campo venezolano dejó de recibir también los insumos necesarios que venían directamente de la empresa venezolana Monómeros, con sede en Colombia, para producir nuestros alimentos, solo porque Guaidó promovió igualmente estrategias que permitieran que el país neogranadino se quedara con esta empresa.
En Guaidó la depravación llega a tales extremos que pactó y se hizo fotografías con grupos subversivos, asesinos y miembros del narcotráfico en Colombia, a cambio de solicitar apoyo para promover un golpe de Estado desde esa nación.
Las pruebas de que Guaidó se ha enriquecido con el dinero de los venezolanos son más que evidentes. Se sabe que compró bienes en España (discoteca) EE.UU y en Colombia, mientras que a su padre, quien dejó de ser pilotó de aeronaves, le compró una línea de taxis con una flota de vehículos propios también en el país europeo.
No es mentira que Guaidó maneja recursos cuantiosos en dólares, pero aun así, y a pesar de saber que Venezuela requiere ayuda económica para enfrentar la pandemia del coronavirus, no le ha aportado un solo centavo, que solo los utiliza para provecho personal, incluso para promover el asesinato del presidente Maduro, y para financiar los gastos dispendiosos de sus cómplices.
A Guaidó además habría que responsabilizarlo también de la crisis que afecta al país por la falta de gasolina, pues ha sido promotor que el combustible que trata de conseguir el gobierno por intermedio y ayuda de otras naciones, sea decomisado en alta mar y a la fuerza por el imperio, como en efecto se ha hecho.
En los últimos días hemos visto que Guaidó anda desesperado. Esta vez, con palabras rebuscadas y con un discurso cantinflero trata de rediseñar un nuevo plan golpista que busca en primer lugar reunificar a la oposición a su alrededor para dar con el traste del gobierno chavista. Pero una vez más se equivoca y fracasa.
Acaba de entrevistarse con María Corina Machado, con esa mujer bonita y elegante, pero con unas ideas igualmente cuestionables que tienden a promover un golpe a través de una invasión.
"Maricori fue precisa ante las insensateces que le planteo Guaidó. Le corto el rabo de un solo tajo, aunque ya lo traía estropeado, una vez que le dijo que le quedan 120 días para que deje de ser "presidente" interino.
El autoproclamado, en este sentido, creyó que la bella dama le iba ofrecer su apoyo incondicional para que sea el presidente golpista de darse a la fuerza una transición. Que equivocado estaba a sabiendas que es ella la que quiere llegar a Miraflores.
Por cierto, la esposa de Guaidó, Fabiana Rosales, quien se hace llamar primera dama, rugió de inmediato como fiera herida. Bajo ningún concepto podía permitir que la estabilidad económica de su querubín y la de su familia, incluyéndola, corra riesgo de perderse. "María Corina es peor que el coronavirus", dijo.
Pero Guaidó tampoco quiso quedarse atrás. Sin medir sus palabras, porque está claro que no piensa, se atrevió a decir para ofender a la "bella loca" "que las mujeres no entienden de política". Demuestra así que viene de la misma escuela que se formaron los adecos, que vieron a la mujer durante muchas décadas, en materia política, como a un ser incompetente, o como un cero a la izquierda.
Ese es Guaidó, subestima la inteligencia y la capacidad de las mujeres venezolanas, y porque no decirlo, al género que nos dio el ser, solo por creerse, en su condición de "medio hombre", más superior.
Las cartas están echadas. La oposición buena, responsable, esa que cree en los procesos democráticos y que respeta las decisiones de las mayorías y a la Constitución, no cree en Guaidó, simplemente porque lo conocen bien. La estela de delitos y de triquiñuelas que ha dejado a su paso les hace saber que no es el personaje indicado para que los represente, por ello buscan hasta en los propios confines del infierno a un líder que sea al menos igual de malo que el diablo, pero aún no ha aparecido.