Al cumplir Copei 61 años de su fundación, una cofradía de dirigentes copeyanos no encontró mejor idea para celebrar el nuevo aniversario del partido que proponer su cambio de nombre.
Al hacer este planteamiento, estas mentecillas sesudas tratan de desconocer o de olvidar que parte de la historia de Copei ha consistido, exactamente, en cambiar de nombre. Pues, Copei se originó en la Unión Nacional Estudiantil (UNE), separada de la Federación de Estudiantes de Venezuela en 1936. En octubre de 1938 dirigentes de UNE fundan el partido Acción Electoral, que en 1942 se integra al Movimiento de Acción Nacionalista (MAN), para conformar el partido Acción Nacional, organización que en 1946 se convierte en Comité de Organización Política Electoral Independiente (Copei).
Por consiguiente, los copeyanos se equivocan al creer que las más recientes derrotas electorales que ha sufrido su partido se resuelve con un simple cambalache patronímico. El grave problema de Copei, como el de todas las organizaciones oposicionistas, es que no ha sabido interpretar los grandes cambios que están ocurriendo en el país, por lo que ido perdiendo el contacto directo con el pueblo. Por lo tanto, creemos que Copei, en lugar de cambiar de nombre, debiera reconocer sus culpas y regenerarse.
Los copeyanos deben saber que está comprobado que el cambio de nombre es pérdida de tiempo, un sinsentido. Veamos algunos ejemplos. ¿Quién no sabe que Superman es Clark Kent; que Spiderman es Peter Parker; que Batman es Bruno Díaz; que Robin es Tim Drake; que Roberto Bolaños es El Chavo; que Piro Piro es Rosalito; que El Tigre es Eduardo Fernández y que Bingoman es Carlos Ortega?
De tal manera, ¿qué resuelve Copei cambiándole el nombre a César Pérez Vivas por el de Vinicio Carrera? ¿Qué gana Copei con decir que Oswaldo Álvarez Paz es Jacques Maritain, si continuará pensando como Germán Borregales? ¿Quién puede creer que a Oscar Yánez nadie lo llamará Chivo Negro porque adoptó el nombre de Pedro Pablo Aguilar? ¿Acaso Rafael Caldera dejó de ser Rafael Caldera porque, rolo a rolo y tolete a tolete, dividió a su propio partido para fundar a Convergencia?
Cabe destacar que el oposicionismo es summa cum laude y ostenta títulos de magister y PhD en el arte de cambiar nombres. Por ejemplo, al golpe de Estado del 11A de 2002 el sector opositor lo llamó “Vacío de poder”. Al sabotaje petrolero lo denominó “Paro cívico”. A la derrota del referendo presidencial lo designó “Fraude”. A la explicación del susodicho le encumbró el nombre de “Cisne negro”. Al Frijolito III lo llamó “Candidato único” y a la ineptitud para organizar elecciones internas le dice “Súmate”.
Igualmente, al descalabro y a la paliza electoral sufrida el 3D de 2006 el oposicionismo le invistió el mote indigesto de “Triunfo político”. A la demagogia, el engaño, la estafa y la mentira le otorgó el eufemismo de “Tarjeta Mi negra”. A la unidad partidista la aclama como “Primero Justicia”. A Rosalito le endosó el adalid de “Líder” y al disimulo para engañar a sus seguidores Petkoff lo llama “Mentiras blancas”.
Definitivamente, cambiarle el nombre a Copei resulta algo ocioso, porque por más que Copei se tongonee llamándose Partido Popular, siempre se le ve el bojote. El pueblo se ha vuelto tan indiferente con las organizaciones oposicionistas de la IV República, que a todas les está aplicando la letra del bolero siguiente: “Qué raro, ayer te ví pasar y al quererte llamar / la verdad, es para que te asombres / a pesar de lo mucho que te amé, / me puedes tú creer: se me olvidó tu nombre”.
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