La derecha metropolitana mirandina en el limbo

En general, la derecha venezolana tiene perdido el rumbo desde hace bastante tiempo, podría decirse que ya lleva, prácticamente, una generación, sin bitácora que le haga posible mantener un sendero coherente hacia el logro del objetivo primigenio que debe caracterizar el quehacer de toda agrupación política que se precie de tal: la conquista del poder.

Naturalmente, la derecha venezolana ha intentado todos los experimentos habidos y por haber, desde participar en elecciones, promover golpes de estado, convocar huelgas generales, desatar guarimbas insurreccionales, organizar intentos de magnicidios, proclamar presidencia interina, etc., hasta solicitar intervenciones extranjeras con invasión militar incluida. Y todo ha sido en vano. Se entiende que tanto fracaso acumulado genera pérdida de perspectiva, atolondramiento, inconsciencia, y hasta eso que la psicología clínica ha acuñado últimamente: disociación sicótica, es decir, divorcio total de la realidad social circundante.

Insisten que son mayoría

Han sido derrotados, siguen siendo derrotados, no son capaces de enhebrar una fuerza social y política que le haga frente a las fuerzas bolivarianas, pero insisten que son mayoría. No terminan de entender que el sorprendente resultado de las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015 no fue producto de un esfuerzo de construcción política propio sino resultado de la orquestación de las medidas compulsivas que ya estaba desarrollando el imperialismo en concertación con la burguesía comercial, agroindustrial y bancaria que lograron crear un ambiente caótico que aturdió momentáneamente a amplios sectores del pueblo, aturdimiento, del cual, el bravo pueblo ha sabido sobreponerse guiado por la sabia y tesonera dirección política bolivariana.

Un sector de esa derecha dislocada ha terminado por desgajarse del sin sentido que representa el llamado Grupo de los Cuatro (G4) y ha decidido asumir, por fin, una compostura política acorde con el juego democrático, ha participado en los últimos procesos electorales y se está abriendo camino en el esfuerzo de labrar una referencia política con la aspiración de convertirse en alternativa a la fuerza revolucionaria en el poder.

Mientras, los del G4 persisten en seguir dando tumbos, por una parte, apoyado en el soberbio poder imperialista, haciendo uso indebido y lucrándose de recursos nacionales ubicados y depositados en el exterior y, por otra parte, esperando una señal del nuevo mandamás de la casa blanca washingtoniana para determinar qué camino tomar, así es su antipatriotismo y grado de postración frente a la élite estadounidense. No hay que tener la facultad de leer el futuro para vislumbrar cuál será el derrotero de esta descoyuntada dirigencia.

A contracorriente de la línea nacional

Si, grosso modo este es el cuadro que presenta la derecha a nivel nacional, ahora bien, llama la atención los pasos que viene dando la derecha en el ámbito metropolitano mirandino, área en la que mantienen el poder político en las alcaldías de El Hatillo, Baruta y Chacao, a las cuales hay que sumarle la de Los Salias, es decir, son cuatro alcaldías, en las que a pesar de los dislates cometidos a nivel nacional, astuta y hábilmente han podido preservar esas instancias de poder, participando en las elecciones, y actuando a contracorriente de la línea seguida a nivel nacional.

Para esta dirigencia de la derecha metropolitana mirandina el petimetre Juan Guaidó es "presidente interino" de Venezuela, aplauden las medidas coercitivas que el gobierno estadounidense aplica de manera grosera e inmisericorde le impone al país, porque, también, consideran que apretando hasta la asfixia al pueblo venezolano, este va a terminar dándole la espalda al proyecto reivindicador de Chávez, claro espejismo disociador que no les permite profundizar ni mucho menos escrutar en las catacumbas del bravo pueblo.

Ambivalencia política

A la hora de analizar la sociedad venezolana lo hacen desde los cristales con que miran a las capas medias de las urbanizaciones del sureste de Caracas, creyendo que es el espectro adecuado para interpretar e interrogar al conjunto social nacional, pero, además, no se percatan del descontento que se está gestando en sus propias bases tradicionales de apoyo, producto de la ambivalencia de su accionar político y de la soberbia en su gestión de gobierno.

Hasta hace poco días, esta dirigencia de la derecha metropolitana mirandina, no contaba con una política que los identificara y que los dotara de un sentimiento unificador, porque a decir verdad, no han tenido el coraje de expresar su vinculación con el guaidocismo, pero, tampoco terminan por desvincularse, efectivamente, del mismo. He allí una clara expresión de su ambivalencia que en política es mejor conocida como oportunismo.

Bandera izada, bandera arriada

Pero, hete aquí, que de repente aparece el elemento unificador, con el que aspiran nuevamente relacionarse con las amplias masas, ahora sí, consideran estos dirigentes, van a salir de la inopia política en la que se encontraban. La oportunidad la presentan calvas, y esta no es más que salir en defensa de la integridad mirandina, hoy amenazada por la pretensión de alguien, no se sabe de quién, pero eso no importa mucho, lo que si importa es que al fin consiguieron, luego de yermos meses, políticamente desolados, de una bandera movilizadora: la defensa del territorio mirandino amenazado de ser cercenado por el chavismo liquidador.

Qué mejor bandera que esa para salir a decirle a los mirandinos metropolitanos que aquí están los defensores del gentilicio de nuestro estado. Y comenzaron a entusiasmarse, a convocar asambleas para motivar a los ciudadanos y ciudadanas a estar prestos, lanza en ristre, megáfono en mano, red social en acción, para impedir que se cometa la atrocidad de desmembrar al estado Miranda.

Ah, caramba, que contrariedad, resulta que cuando ya creían que tenían el gran factor político movilizador, salió el gobernador del Estado Bolivariano de Miranda, Héctor Rodríguez Castro, a poner las cosas en su justo sitio: nadie va a dividir Miranda y si eso se plantea él será el primero en salir a enfrentarlo. Bueno se acabó el guarapo, otra vez la dirigencia de la derecha mirandina metropolitana quedó sin política, sin bandera que izar, más bien con bandera arriada.

Qué vaina, otra vez, en el limbo.



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Miguel Ugas

Miembro de la coordinación nacional del MoMAC

 miguelugas@gmail.com

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