Desde que el proyecto de cambio del huso horario nacional fue presentado por el presidente de la República, Hugo Chávez, el oposicionismo que le “da fastidio todo lo que se hace bajo el sol” no ha logrado asimilar el hecho de que se adelante en 30 minutos la hora actual.
En cuanto a los beneficios que traería este ajuste de hora, el ministro del Poder Popular para Ciencia y Tecnología, Héctor Navarro, explicó con claridad meridiana que “los seres vivos tienen sincronizada su actividad metabólica con la luz solar para la regulación de diversos ciclos biológicos”. Y reveló que “cuando una persona se levanta en la oscuridad, puede sufrir alteraciones de diversa índole; siendo los niños los más afectados, pues éstos segregan la hormona del crecimiento durante la noche”.
A pesar de lo positivo que representa la variación de hora, los oposicionistas -dándole cuerda a su enajenación existencial- han rechazado la proposición presidencial y prefieren seguir en la oscuridad, entre gallos y medianoche, para poder seguir suministrándole rienda suelta a la alteración psicótica inoculada con cronometrada precisión por los medios privados.
Las acciones disociadas de la oposición son tan puntuales y predecibles, que no resultaría extraño que a un oposicionista se le ocurra plantear que deben lanzar al río Guaire, a la Fosa de Cariaco y al Lago de Maracaibo todos los relojes que existen en el país con la finalidad de que Venezuela se quede sin hora. “Reloj no marques las horas”, llamarían a esta trastornada operación.
Aunque no lo veamos como si se tratara de ganarle tiempo al tiempo que se le apaga, consideramos que la oposición debe tomarse un tiempecito para dejar de equivocarse al momento de poner en marcha su táctica y estrategia política.
En cambio, el presidente Hugo Chávez siempre ha sido acertado en este sentido. Sabiendo que el tiempo es oro y que el tiempo constantemente le da la razón, el primer mandatario nacional propuso en el proyecto de Reforma Constitucional reducir a seis horas la jornada laboral. Eso se llama jugar sabiamente con el tiempo: por un lado adelanta 30 minutos y por el otro rebaja dos horas. De allí, que -al ver trastocado su atrasado reloj mental- el oposicionismo perdió la noción del tiempo histórico que vive.
Por lo tanto, inmerso en una lucha estéril y mentecata contra el cambio del huso horario y la reducción de la jornada laboral, pareciera que el sector opositor sigue sin entender que su hora y su tiempo se quedaron detenidos eternamente en el pasado. Por lo visto, los tiempos adelantan para el Gobierno nacional que es una barbaridad, pero se paraliza y empantana para la oposición.
El oposicionismo no ha comprendido que el 6 de diciembre de 1998 finalizó su “horario de atención al público” y que el tiempo se le convirtió en una piltrafa, en un harapo de la vida.
Porque hay que ser ciego y sordo o estar sumido en el octavo sueño, para no darse cuenta que el grito “no volverán” cada día se prolonga en el tiempo con una puntualidad meridianamente indiscutible que marcha con su indetenible y brioso tic, tac, tic, tac. “Tu tic-tac me recuerda mi irremediable dolor”.
Lo risible del asunto de enfrentar el cambio del huso horario, es que muchos están a la espera del instante cuando Oscar Pérez, Antonio Ledezma, Hermann Escarrá, Ezequiel Zamora, Oswaldo Álvarez Paz y el grupito de opositores disociados salga, sin retardo alguno, a marchar con cartelones, pancartas y franelas que digan: “¡Con mi hora no te metas!” o “El viejo huso horario somos todos”.
Cuando llegue ese cantinflérico momento, la oposición habrá entrado -sin pérdida de tiempo- de manera irremediable en su hora loca. Y así se habría cumplido infaliblemente la letra de un conocido bolero: “Reloj no marques las horas, / porque voy a enloquecer”.
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