Evento electivo con claro ventajismo

Quienes compiten en un encuentro donde se escoja a un grupo de personas para conformar la directiva de determinada organización, social, económica o política, siempre los elegidos tendrán gran preeminencia sobre otras personas que junto con ellas concurran para una nueva elección, más si ésta otra selección es casi inmediata; así sea para el desarrollo de otras actividades cónsonas o no. Una segunda participación de los ya electos y votados por la misma gente, naturalmente que no puede verse como algo muy justo, no, en esta segunda selección operará un obvio ventajismo y por tal razón esa escogencia estará viciada si lo que se quiere tener es una organización seria y ecuánime en donde el predominio de unos señores no se impongan sobre los demás, este sistema de competición no es el apropiado; a menos que en la realidad se busque formar lo que se ha dado por llamar “cogollo” y así permitir que éste se imponga en todas la decisiones a tomar, con la razón o sin ella, pudiendo esto suceder por tiempo indefinido o al menos por un período bastante prolongado.

Ahora bien, cuando una persona ofrece su nombre para ser escogido como integrante de una organización y esto se hace en una elección popular, al serlo no debe aprovechar esa embestidura para utilizarla como trampolín y entonces aspirar casi inmediatamente a otro cargo por aquella especifica organización, por cuanto el votante primario podría sentirse engañado cuando lo escogió para que desarrollara determinada actividad, por haber reconocido en él aptitud para dirigir aquella institución, por consiguiente, no es muy digno que el electo deseche aquella elección para entonces dedicarse a atender otra, ya que estaría cometiendo un error garrafal al dejar de atender algo de primordial importancia por escoger otro destino que parece ser más apetecible en el ámbito económico y administrativo. No, a la persona escogida por el voto popular para atender determinado asunto, no debería permitírsele aspirar a ser electo para desempeñarse en otro cargo, ya que en cierta manera está traicionando a quienes le dieron su apoyo la vez anterior; y puede confundir a sus electores.

Veamos un ejemplo. Un señor que es un eminente jurisconsulto y maneja extraordinariamente bien lo que respecta a la redacción y empleo de las leyes, por saberse poseedor de esas aptitudes y pensando puede dar su aporte al país en la interpretación y aplicación de las leyes se lanza como candidato para ver si puede ingresar al Poder Judicial de la Nación, y al ser apoyado por un grupo político es elegido Magistrado; pero una vez que este señor forma parte del ente oficial al poco tiempo es estimulado por los dirigentes del grupo político para que aspire a otro cargo público y finalmente así lo decide. En aquel otro cargo manejará gran suma de dinero y dispondrá de su presupuesto, pero sale del ambiente considerado natural para él y pasa a ejercer la jefatura de un poder ejecutivo regional; lo cual ignora. ¿Como es posible que se haya perdido una extraordinaria mente y voluntad para tratar de mejorar el asunto legal del país, por habérsele permitido aspirar a un cargo donde no tiene ninguna o poca aptitud para su efectivo manejo; por lo cual sea presumible tenga un tremendo fracaso?

No, aquí en Venezuela debería haber cierto impedimento para que los ciudadanos no anden saltando de un destino público a otro, por lo menos no antes de haber cumplido algún tiempo ocupándose de su labor para la cual fue designado anteriormente. Actualmente este país está en pleno desarrollo social, económico, técnico y político, por ello la gente escogida para ocupar determinado trabajo debe dársele la oportunidad de demostrarlo y si es acertado en la actividad que le corresponda ejercer, debe ser conservada y dejada allí por un tiempo prudencialmente extenso, suficiente como para que desarrolle su trabajo y se sienta que ha cumplido con las expectativa que se esperó de ella. Venezuela debe constituirse, cada vez más, en un Estado democrático y social, de derecho y de justicia, que propugne los valores de libertad e igualdad, alimentado por la defensa y el desarrollo de la persona a la cual habrá que garantizarle el respeto a su dignidad, ello, por el ejemplo que imponga la gente virtuosa que trabaja en el gobierno y aquella que integre las organizaciones políticas que lo apoya.


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José M. Ameliach N.


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