Emisiones netas cero 2060

El calentamiento del sistema climático planetario es inequívoco. Para el 2020 se registró un aumento en la temperatura superficial promedio de 1,2°C con respecto al de la época preindustrial. Un aumento de esta magnitud no se había registrado en los últimos 100.000 años, mucho antes del inicio de la civilización humana con el descubrimiento de la agricultura hace apenas 10.000 años (1).

La concentración de CO2 en la atmósfera supera hoy las 420 partes por millón. La última vez que se registró algo parecido fue hace unos 4 millones de años, cuando los humanos no existían y el nivel del mar se encontraba unos 24 metros sobre el que conocemos (1).

La actividad humana es la causa fundamental de las crecientes alteraciones al equilibrio climático planetario. Una multiplicidad de indicadores confirma el deterioro al tejido de la vida en el planeta, a un nivel que no sólo amenaza nuestra propia existencia, a corto plazo, sino la de millones de otras formas de vida. Entre esos indicadores se encuentra el calentamiento global, consecuencia principalmente de la adicción humana al consumo de petróleo, gas y carbón. Durante más de 100 años hemos frenéticamente escarbado las entrañas de la tierra para extraer crecientes cantidades de estos recursos y quemarlos para aprovechar una fracción de la energía que contienen.

Esta energía es el flujo vital que ha alimentado la explosiva expansión de la economía mundial durante más de un siglo, especialmente a partir de la Segunda Guerra Mundial. La industrialización se convirtió rápidamente en paradigma de ‘progreso’, aunque implicara aplastar a su paso al resto de las especies que comparten el planeta, destruyendo y contaminando bosques, ríos, mares y suelos, incluyendo el envenenamiento de los alimentos que consumimos, el agua que tomamos y el aire que respiramos.

El calentamiento global es uno de los retos más importantes de la humanidad en la actualidad. Se debe fundamentalmente al consumo de combustibles fósiles. El 86% de las emisiones de CO2 se debe al consumo de hidrocarburos, el 14% restante a la deforestación. Las emisiones de CO2 a su vez representan el 76% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero, medidos en términos equivalentes. De las 50.000 millones de toneladas de gases de efecto invernadero que se emitieron a la atmósfera en el 2019, 38.000 millones correspondían al CO2.

La superación de la amenaza del calentamiento global implica necesariamente una reducción pronunciada y acelerada de las emisiones netas provenientes de la quema de combustibles fósiles, en particular las emisiones de CO2.

El objetivo del Acuerdo de París es evitar que el aumento de la temperatura superficial promedio supere los 2°C para finales del siglo 21 con respecto al promedio de la época pre-industrial, haciendo lo posible por limitarlo a 1,5°C.

Para limitar el aumento de temperatura a 1,5°C es necesario que las emisiones acumuladas durante el período 2021-2100 se limiten a 400 giga-toneladas. Implica emisiones netas cero globales para el 2040 a más tardar.

Para limitar el aumento de temperatura a 2°C, las emisiones acumuladas 2021-2100 no pueden superar las 1100 giga-toneladas. Implica emisiones netas cero globales para el 2080 a más tardar.

De continuar las tendencias actuales, el límite de 1,5°C se excederá en 10 años y el de 2°C en apenas 30 años.

El Acuerdo de París ha tropezado con inmensa resistencia, debido fundamentalmente a que la quema de combustibles fósiles todavía aporta el 84% de la energía que se consume en el planeta, de la que a su vez depende la actividad económica, el transporte, la producción de alimentos, el complejo industrial-militar, el suministro de agua, electricidad y demás servicios de soporte a toda la humanidad.

No sólo es muy limitado el tiempo disponible para transformar la matriz energética global para hacerla depender fundamentalmente de fuentes alternas de energía, libres de emisiones de carbono, como la solar, la eólica, la hidráulica y la nuclear. La inversión necesaria para esta transformación energética supera los 150 billones de dólares en los próximos 30 años, 70% superior al PTB mundial en el 2019, antes de la pandemia (2).

La Agencia Internacional de Energía se refiere a la "profunda brecha entre las expectativas por una transición rápida hacia energías renovables y la realidad de los sistemas energéticos mundiales" (World Energy Outlook, Nov 2019)

Los combustibles fósiles deben ser progresivamente sustituidos por fuentes alternas de energía. Entre tanto, tal y como se reconoce en el Acuerdo de París, es ineludible desarrollar mecanismos complementarios para mitigar las emisiones que inevitablemente se introducirán a la atmósfera en las próximas décadas por consumo de hidro-carburos.

Ante esta emergencia, se han propuesto medidas como la extracción de CO2 de la atmósfera y su almacenamiento a través de procesos industriales, cuyos costos hasta ahora superan los 120 dólares por tonelada. También se han propuesto riesgosos y costosos procesos de geo-ingeniería, como la inyección de aerosoles en la alta atmósfera para reflejar parte de la radiación solar y reducir así la incidencia sobre la superficie del planeta.

Una medida alternativa es la reforestación. A través de la fotosíntesis, los árboles absorben CO2 de la atmósfera, retienen el carbono para la formación de tejidos y emiten el oxígeno. Por cada tonelada de carbono retenido se mitigan 3,7 toneladas de CO2.

Con la reforestación de 400.000 hectáreas en 20 años, a una tasa de 20.000 hectáreas por año, Venezuela registraría emisiones netas cero para el 2060, aunque continúe con el consumo de combustibles fósiles para el impulso de su economía durante ese mismo período (figura 1).

La reforestación debería realizarse principalmente en cuencas hidrográficas seleccionadas, para proteger las fuentes de agua de generaciones futuras y aliviar los impactos de inundaciones y sequías.

Se mitigarían 180 millones de toneladas de emisiones de CO2. Contabilizadas en compensación por las emisiones provenientes del consumo de petróleo y gas, se desembocaría en emisiones netas cero para el 2060 a escala nacional.

Las plantaciones deben realizarse prioritariamente con mezclas de especies nativas, con un período promedio de maduración de 40 años, adaptadas a los pisos altitudinales y a los ecosistemas de los sitios seleccionados. Serán de carácter no comercial, salvo la comercialización de créditos de carbono (mitigación de transferencia internacional) en el marco del Acuerdo de París, artículo 6.

La comercialización de créditos de carbono no sólo debe cubrir los costos de la reforestación. Debe incluirse un diferencial para el establecimiento de plantaciones comerciales complementarias, con especies de alto valor comercial, para aliviar la presión sobre los bosques naturales del país por el consumo de madera y productos derivados.

Los bonos de carbono en el mercado ETS (European Trading System) de la Unión Europea se comercializan en la actualidad por encima de US$ 70/tonelada CO2. La reforma conocida como Reserva para la Estabilidad del Mercado (MSR, Market Stability Reserve) a inicios del 2019 reduce significativamente la oferta de bonos o permisos de emisiones, de 1.700 millones en el 2018 a 750 millones en el 2023. El precio tiende así a superar los 80 Euros por tonelada en el 2022 y los 100 Euros para el 2030.

El Departamento del Tesoro de Estados Unidos (US Tresury Department) propuso a inicios del 2017 la aplicación de un impuesto a las emisiones de US$ 50/ton CO2 para el 2019 (WorkingPaper 1115, Jan2017). Este precio aumentaría hasta alcanzar los $70/ton CO2-eq para el 2030.

El premio nobel de economía Joseph Stiglitz y el anterior economista jefe del Banco Mundial, Nicholas Stern, en un análisis a solicitud del Fondo Monetario Internacional, propusieron un impuesto entre 50 y 80 dólares por tonelada de CO2 antes del 2020, a elevarse hasta $100 para el 2030 "para cumplir con los objetivos del Acuerdo de Paris y evitar una catástrofe global" (The Stern–Stiglitz High-Level Commission on Carbon Prices (2017).

El costo acumulado 2021-2060 es de 3.300 millones de dólares. El valor acumulado sólo en créditos de carbono superaría los 6.000 millones de dólares, sin incluir los beneficios fundamentales: la estabilidad del suministro de agua a poblaciones locales, el control de sequias e inundaciones. La tasa interna de retorno supera el 20%.

El costo medio de mitigación es de $15 por tonelada de CO2. El precio actual en el mercado de bonos de la Unión Europea supera los 70 euros, con tendencia al alza.

Se pueden solicitar fondos de cooperación internacional, en el contexto del Acuerdo de Paris, ante:

La Organización Internacional de la Madera Tropical (OIMT) para el diseño del proyecto, la selección de sitios y la identificación de especies a plantar.

El GEF (Global EnvironmentalFacility) del Banco Mundial para la implementación del proyecto en el marco del Acuerdo de París.

El Banco Interamericano de Desarrollo

La Corporación Andina de Fomento

Conviene impulsar iniciativas complementarias en otros países del ALBA.

Venezuela

La economía venezolana ha sufrido un brutal colapso a partir del 2015, de magnitudes propias de una guerra. Múltiples deficiencias internas contribuyeron con esta devastadora tragedia. Sin embargo, es incuestionable el destructivo impacto del cerco financiero, económico y comercial impuesto por Estados Unidos y la Unión Europea a partir del 2015, cuando Venezuela fue declarada "amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional de Estados Unidos".

Este asedio vino acompañado de un ataque sistemático contra la moneda nacional, ataques terroristas y saboteos contra la industria petrolera, el sistema eléctrico, el transporte y otros servicios básicos del país.

Las emisiones de CO2 reflejan el colapso de la actividad económica, particularmente las relacionadas al consumo de gas y derivados del petróleo (3).

La ineludible recuperación económica restituirá al país en su senda natural de desarrollo. Las emisiones por consumo de combustibles fósiles tienden a mantenerse en las tendencias establecidas previo al colapso.

Algunas medidas pueden reducir las tasas de crecimiento de las emisiones de CO2, como el reemplazo del gasoil por gas en centrales termoeléctricas, la eliminación de la deforestación para el 2030 a más tardar, el mejoramiento de la eficiencia energética de diversos sectores industriales.

En el marco del Acuerdo de Paris, Estados Unidos y la Unión Europea se comprometieron en la COP26-2021 a alcanzar la meta de emisiones netas cero para el 2050. Lo mismo hizo Japón, mientras que Rusia y China asumieron el mismo compromiso para el 2060, e India para el 2070.

Venezuela puede y debe alcanzar un objetivo similar, emisiones netas cero 2060, complementando las actividades de mitigación de emisiones con el establecimiento de mecanismos para la captura y almacenamiento de CO2.

El petróleo es el combustible fósil de mayor consumo y el segundo más contaminante, después del carbón. El consumo de petróleo emite en promedio 0.40 toneladas de CO2 por barril. Cada hectárea puede mitigar un promedio de 440 toneladas de CO2, en 20, 30 o 40 años, dependiendo de las especies utilizadas y de los sitios plantados. Cada hectárea reforestada, en suelos seleccionados, puede compensar las emisiones provenientes de 1.100 barriles de petróleo.

El costo de mitigación es de US$ 15 por tonelada de CO2, o US$ 6 por barril de petróleo. La compensación de las emisiones de CO2 provenientes del consumo de petróleo es equivalente al 10% de su precio, cuando se comercializa a US$ 60 por barril.

Sin embargo, en la actualidad no es necesario compensar la totalidad de las emisiones de CO2 provenientes del consumo de petróleo. Conviene reducirlas hasta equipararlas con las del gas para producir la misma cantidad de energía. Esto implica reducir las emisiones en un 40%, incluyendo las emisiones durante los procesos de explotación, refinación y transporte. Conviene compensar 0.16 toneladas de CO2 por barril de petróleo comercializado. El costo promedio sería de 2,4 dólares por barril, el 4% de su valor cuando se comercializa a $60/barril.

PDVSA podría desarrollar programas de plantaciones forestales, no comerciales, utilizando preferiblemente mezclas de especies nativas, para reducir las emisiones netas por consumo del petróleo a no más de 240 kilogramos de CO2 por barril. Cada hectárea reforestada podría, en este sentido, compensar las emisiones complementarias de 2.750 barriles de petróleo.

La plantación de 400.000 hectáreas en 20 años compensaría las emisiones de 1.100 millones de barriles de petróleo, de tal manera que las emisiones netas se equiparen a las del gas para generar la misma cantidad de energía. Se compensarían en promedio las emisiones complementarias del consumo de 55 millones de barriles anuales durante 20 años consecutivos, a un costo promedio inferior a 3 dólares por barril.

Considerando los beneficios que se pueden generar al comercializar créditos de carbono en el contexto del Acuerdo de París, una alternativa es compensar parte de las emisiones provenientes del consumo de petróleo Venezolano, y negociar parte de las emisiones mitigadas como créditos en el mercado internacional.

El petróleo compensado sería menos contaminante que el de competidores, al tiempo que genera significativos beneficios ambientales y sociales al reforestar preferiblemente cuencas hidrográficas para garantizar el suministro de agua y mitigar los impactos de sequías e inundaciones.

Esta iniciativa puede convertirse en el primer módulo de una estrategia para el reverdecer de Venezuela, con la reforestación de cuatro (4) millones de hectáreas para el 2040, con el objetivo prioritario de proteger y rescatar fuentes de agua, recuperar tierras degradadas y restituir parte de los bosques naturales devastados en las últimas décadas, particularmente en la mitad del país al norte del Orinoco. Entre 1980 y el 2015 se destruyeron en Venezuela 12 millones de hectáreas de bosques naturales. Venezuela dispone de 14 millones de hectáreas catalogadas como aptas para el establecimiento de plantaciones forestales.

Se mitigarían 1.800 millones de toneladas de CO2, equivalentes al diferencial de emisiones entre petróleo y gas por el consumo de 550 millones de barriles anuales durante 20 años, o 1,5 millones de barriles diarios durante el mismo período.

Informe completo en este enlace

https://1drv.ms/b/s!AmpwMGPEZNtrhOZgNBDli7HFV1I_8Q?e=0L1ECD

 

jc-centeno@outlook.com



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Julio César Centeno

Ingeniero; estudios de maestría y doctorado en la Universidad de California. Profesor de la Universidad de los Andes. Director Ejecutivo del Instituto Forestal Latino Americano. Vicepresidente de la Fundación TROPENBOS, Holanda.

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