Nada es más elocuente que el “progreso” que han vivido los maracuchos., que andan locos por embarcarse en el autobús sicodélico del patuleco de las mil rayas pitiyanquis.
Hay cientos de miles de maracuchos que les importaría un comino si el Puente sobre el Lago de Maracaibo en lugar de llamarse Rafael Urdaneta le colocarán el nombre de Nixon Moreno.
Se sentirían mucho más identificados con este violador que con insigne general en jefe, que idolatraba a Bolívar. Para mí que hay cientos de miles de maracuchos que adoran más a Santander que a Bolívar.
¿Cuántos se volverán locos por besarle los pies al paramilitar de Uribe?, coño.
Eso es lo que trae ese progreso que anda pregonando Capriles, la moda de los sifrinismos lacayunos, la misma que arrasó con todos los pueblos a los que llegaron las compañías petroleras con las mariqueras sofisticadas de la tecnología de punta y de puta: Roblecito (cerca de Las Mercedes del Llano), Cabimas, la misma Maracaibo, muchos pueblos de Monagas y Sucre.
Que en el Zulia, badulaques de la catadura de Manuel Rosales, Mazuco o Pablo Pérez sean hombres que arrasen en las elecciones, es como para llenarse de pavor, de una indecible arrechera. Tristemente esos seres tan simples, se llaman venezolanos, pero en verdad no tienen nacionalidad, no tienen un coño en la cabeza ni en sus tristes y deplorables aguacates. A ellos todavía no les ha llegado la historia sino Batman, Mickey Mouse o Tarzán. Son seres profundamente obnubilados por embeberse en sus propios ombligos, estupidizados por la explotación que en esas tierras impusieron los gringos.
El Zulia, vino así, a convertirse en un filón de mierda, con sus reinas adorables como la mujer de Rosales. Qué coño podrá tener en la cabeza alguien que vote a esa señora que es la madre de la vacuidad más insulsa que quepa imaginar.
En Zulia ha sido siempre tierra de nadie. Fue la última región que se independizó de los españoles y no porque sus habitantes lo quisieran, sino porque llegaron fuerzas coaligadas poderosas del centro, del oriente, de los andes y de la Nueva Granada.
Y para mayor desgracia revientan allí la más pavorosa explotación petrolera y pasan entonces directo de la más absoluta abulia patria al servilismo de las superdotadas ranas plataneras del Norte. Pareciera aquella región destinada a convertirse en otro Panamá, y si los gringos hubiesen puesto el suficiente interés en arrancarla de Venezuela, durante el mandato de Gómez, hoy casi todos esos zulianos se sentirían felices.
Puertorriqueños en su propia Venezuela, a la que no quieren, a la que odia y desprecian.
Qué horrible vaina, carajo, cargar con ese soberano karma.
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