Decir, en casos como estos, la manida frase caraqueña “¡Eso me sabe a casabe!”, no sirve para nada, menos para fortalecer nuestro espíritu ni el de nadie.
Cumaná siempre ha sido una ciudad de gente no sólo buena, generosa al máximo, sino también pacífica y por demás tranquila. Pocos cosas le incomodan. Su historia es la del estoicismo humano y la disposición para lo bello y causas justas. Al hablar de la historia de ella, quienes algo conocemos, y mencionar hechos que alteraron su vida rutinaria llena de paz y armonía, pese lo gritones que solemos ser los cumaneses, hay que tener muy buena memoria. La presencia del “Falke”, aquel barco que llegó por Puerto Sucre, lleno de hombres y atiborrado de armas para tomar la ciudad bajo el gobierno de Juan Vicente Gómez, que produjo intercambio de disparos desde los alrededores del puerto hasta el final de la “Calle Larga”, justo en la cabeza del puente, que produjo las muertes del bachiller caraqueño Eutimio Rivas y de Román Delgado Chalbaud, comandante de la invasión, fue motivo de comentarios por muchos años. Lo fue también aquel lamentable y trágico acontecimiento del estadio Cumaná, el mismo donde lucieron sus habilidades peloteriles, Candelario Muñoz, el “Marutón” Ramírez, el caigüireño “El Pelúo” Astudillo, Aureliano Patino, más conocido como “Toña La Negra”, Luis “Cachare” Mejías” y en el futbol “Lalito Velásquez, donde se entremataron miembros de las familias Rondón y Yegres, quienes hasta aquella noche cuando blandieron las peinillas y brotó la sangre a borbotones, eran buenas amigas. Como también nos pasamos años comentando y hasta tratando de indagar detalles sobre el misterioso caso de la muerte de la joven bonita llamada Bunilde Blohm.
En ella la vida se alteró desde su nacimiento mismo por fenómenos ajenos a su gente, como los frecuentes terremotos del pasado; aquel inolvidable del año 1929, el último de los grandes, de cuando el mar se metió dentro de la ciudad hasta las faldas del “Pan de Azúcar”, el mismo año de la invasión del “Falke” de la que ya hablamos, por los trágicos resultados que dejó, centenares de víctimas, cambiado casi radicalmente el aspecto de la ciudad que quedó en ruinas y haber devastado una valiosa herencia arquitectónica colonial; acontecimiento que, pese haberse producido mucho años antes de este escribidor haber nacido y por el cual escribí mi novela “La Tía Panchita”, todavía treinta años después se hablaba de él como si hubiese sido ayer mismo. También se hablaba, tal que un hecho reciente, que Pedro Elías Aristiguieta se perdió con sus fuerzas entre Cumanacoa y Cumaná y no pudo llegar a tiempo a apoyar a quienes desembarcaron de “El Falke”, lo que se dio en ver, según las versiones orales, como una de las causas determinantes del fracaso de aquella aventura. Pese eso había sucedido varias décadas atrás.
Como cuento en mi novela “El Crimen Más Grande del Mundo”, premio Narrativa IPASME, año 2010, los hechos que más conmovían a la ciudad eran los frecuentes destrozos en los cines “Paramount” y “La Glaciere”, cuando las películas no satisfacían las aspiraciones de aquel público sencillo, poco exigente y normalmente pacífico o cuando las enormes ballenas llegaban a las cercanías de la desembocadura del río Manzanares.
Pero ayer recibí la noticia que en Cariaco, población muy cercana a la capital del Estado Sucre, se produjeron alteraciones motivadas a la escasez de productos alimenticios que dejaron varios heridos. Pero más que por esto mismo, por los agitadores políticos profesionales que quieren sacarle provecho a las dificultades. Cariaco no se nombraba en la prensa nacional desde hace varios años atrás, cuando fue motivo de atención, precisamente por haber sido epicentro de un terremoto que también produjo sus efectos en la ciudad del Manzanares. Y por la bella y heroica historia de una humilde maestra quien rindió su vida por introducirse entre las ruinas de la escuela para sacar de allí al único de sus alumnos que quedó atrapado. Por fortuna logró salvar al muchacho; ella lamentablemente se convirtió en mártir.
Hoy, revisando los medios informativos, lo que habitualmente hago al levantarme, mientras tomo el primer café de la mañana, eso cuando hay en mi casa, que ahora es demasiado frecuente que no haya, me entero que en Cumaná, mi ciudad natal, por la misma razones que en Cariaco, se produjeron disturbios con saldo de un muerto y cerca de dos decenas de heridos. Un hecho similar no se producía de cuando el gobernador por AD, de apellido Gil, en los estertores de la IV República. Ahora mismo, mientras esto escribo, se habla de alteraciones del orden en varios puntos de la ciudad donde vivo, Barcelona y la vecina Puerto La Cruz. Los promotores los mismos, las excusas también las mismas.
Hechos similares se producen en varios sitios del país. Es cierto que la oposición, aquella ganada para la violencia, está detrás de ellos; pero también es verdad que las circunstancias económicas, como la escasez, la inédita, súper galopante inflación y desmedida especulación, aunada a esa imagen idílica que exhibe el gobierno, sirven de combustible o acelerador para que los interesados logren sus propósitos.
Una vez leí, creo que palabras del Dr. Caldera, según las cuales, el presidente de la república podía ser un ciudadano de los menos informados de los acontecimientos cotidianos. Sostenía que el entorno presidencial, quizás para no llenar de preocupaciones al primer mandatario nacional, solía ocultarle informaciones sobre asuntos puntuales, sobre todo aquellos que afectaban la vida cotidiana. Alguien calificó eso como un secuestro habitual que el estrecho círculo presidencial ejerce sobre el alto funcionario por creer lo hace bien o fines inconfesables.
Señor presidente, posiblemente su entorno, ese extenso universo “horizontal” que caracteriza la organización política partidista, que en buena medida es la misma que controla al gobierno, le oculta mucho de la realidad. Uno cree eso, porque escucha los programas televisivos, radiales de su gente y más de las veces, para no decir siempre, invierten todo su tiempo hablando contra el adversario y culpándolo de la tragedia nacional o inventándose un país que no existe. En sus programas, como “Martes de Maduro” o algo así, quienes le acompañan y toman la palabra, hablan de un país que no es sólo eso que dicen, mientras callan las calamidades o las mencionan de manera genérica y desdibujada. Este no es un país y sobre todo un pueblo sólo preocupado por el revocatorio y las firmas chimbas, con muertos incluidos, que la MUD consignó ante el CNE. Los suyos, el entorno horizontal y hasta quienes pudieran no serlo pero hacen sus programas idílicos que usted escucha y ve, le ocultan una parte fundamental de la historia cotidiana que le brinda un perfecto caldo de cultivo a los violentos e interesados hasta en prender una guerra en Venezuela.
Nos acabamos de enterar de un hecho trágico del cual usted no habla, a lo mejor lo desconoce y perdone si le subestimo, lo digo justamente porque no hace mención de ello ante la opinión nacional; de un gigantesco desfalco, crimen contra los venezolanos, relacionado con carne importada de Argentina por un valor cuantioso en dólares provenientes del ahorro nacional y de los venezolanos. Asombra como esos hechos se repiten cotidianamente y la horizontalidad que rodea al gobierno no los impide y menos uno escucha al sector oficial fijar posición y tomar medidas duras contra los responsables. Es eso más triste, cuando uno sabe que para hacer esas cosas, los presuntos beneficiados del sector privado deben tener, de eso no hay duda, sus socios o beneficiarios de adentro.
Hace casi tres semanas se anunció al país que había llegado por varios puertos la cifra de 190 mil toneladas, sobre todo de aceite y harina de trigo y a esta altura, en las panaderías, no se halla ni siquiera pan dulce, una de las trampas de los panaderos para sacarle mayor provecho al negocio del pan. Justamente, son ahora los alrededores de las panaderías donde más se forman colas y fomentan disturbios.
Habiéndose uno enterado de lo de la carne, recordando la llegada de la harina de trigo y el aceite, sabiendo que estas dos últimas cosas no se haya en parte alguna, y la primera cuesta un “ojo de la cara”, se siente tentado a pensar en el mismo libreto. Y observando que lo de Cariaco y Cumaná se repite en otras partes, con la misma o mayor violencia, mientras no escuchamos nada que nos llene por lo menos de fe que la tendencia será revertida, pues los discursos históricos románticos y las disputas políticas abundantes nada alivian, uno no va a caer en aquella irreverencia de Caupolicán Ovalles de haber preguntado a Betancourt ¿Duerme usted, señor presidente?, que no fue sólo irreverente el título sino por demás osado el poema, simplemente con humildad y angustia, en tono muy menor y hasta le ruego, le diremos ¡Por favor, despierte usted, señor presidente!