Por una intrigante fatalidad también con las letras de Mérida puedes escribir MIERDA. Un sentido oculto por desvelar en este torbellino de locos sin rumbo pero que van a toda vela.
Un lugar (Mérida) que podría ser el más hermoso del mundo, pero hundido en el mero hueco de una profunda letrina. Sus propios hijos poco a poco la han ido anegando con fervor en un anchuroso muladar hoy poblado por zamuros y luengas alimañas de partidos ultramontanos; de maniguas infectadas de indolencia, con sus fenecidos ríos como llagas purulentas condenándonos a todos, sus aletargadas montañas como cuencas cadavéricas mirando hacia el vacío y esperando lo peor.
¡No sabemos, insistimos, a qué parte de este mundo pertenece Mérida! Cuál será su lugar geográfico o si lo tiene, y si a alguien esto le importa. Pero no está en Venezuela: Inmersa entre paracos, bachaqueros, guarimberos, narcos, sicarios y oleadas de refugiados colombianos; en medio de una rancia godarria de incultos prepotentes; de un bandidaje de beatos y beatas que cual cuervos enfurecidos de odio e impotencia van por mercados y plazas maldiciendo cual perro de Pavlov, entre la indolencia del dejar hacer y la apoplejía meridiana propia de siervos llorones y meretrices canceladas…).
Aquí, muy pocos, en medio de la nada, estamos luchando a brazo partido contras las fuerzas de Santander que ayer pactaron con Páez sobre el cadáver de Bolívar, y que hoy ante el intento regenerador de la patria intentan nuevamente ultrajarla, descuartizarla.
Eso sí, para mayor cuña, Mérida está gobernada por un adeco y el alcalde del municipio Libertador es otro adeco, tal cual como anhelaban con sevicia sus más adictos guarimberos uribistas. Ambos mandamaces de una nulidad de toda deprimente brumosidad, pero… ¿a quién le importa en verdad todo este adefesio…? En la cúpula purpural de este infierno oficia un gran cuervo de protervo copete cardenalicio, predilecto hijo de los Borgias, de los Torquemadas, hermano siamés del padre Palmar.
Escribo estas líneas en plena oscuridad, la luz se va nueve o diez horas todos los días, y sigo siendo chavista a muerte compartiendo con Bolívar y los pobres este rancho de oprobio, nuestra tragedia y dolor inmensos. Imagínense si yo, viviendo en estas circunstancias, fuese un maldito privilegiado. ¡Cómo entonces yo podría escribir como lo hago con sangre y con lágrimas! Imagínense que yo todos los días anduviese predicando los valores de Chávez, sus dones superiores y sublimes, pero a la vez aprovechándome de los bienes del Estado, sin compartir con mis compatriotas que están sufriendo allá abajo horriblemente: ASÍ, YO ME SENTIRÍA COMO UN MISERABLE, COMO GRANDÍSIMO FARSANTE E HIJO DE PUTA.
Como Martí, nada me doblega, y con los pobres de la tierra quiero mi suerte echar…
De qué vale un líder o un revolucionario que no esté allá abajo en los infiernos con su pueblo. ¡No es hablar de las catacumbas de los dientes para afuera! No es verlos hablar con estruendos de consignas, pero COÑO, tener a la vez esos portes de burgueses, como si esta tragedia no los tocara, que no los veamos compartir el duro pan (que no se consigue), el cambur verde o podrido que ayer echaban a los cochinos... ¡De qué vale, COÑO, SI NO LOS VEMOS ALLÍ PARTIRSE LOS LOMOS CON LOS MUERTOS DE HAMBRE QUE ANDAN AZAROSOS POR LA CALLES Y CAMPOS!
Esto no es una queja sino una LUCHA, una guerra, una HISTORIA, la que dejaron inconclusa Bolívar, Sucre, Zamora... Una necesidad inevitable de batallar y vencer, de ir hasta los tuétanos de nuestras penas y dudas.
Con cortes de luz de nueve o diez horas en esta Mérida, implica que a veces tengas que comer una vez al día, invertir tus hábitos: almorzar y bañarte de madrugada, por ejemplo, y soñar todo el tiempo con los ojos abiertos, y repasar uno a uno todos los cuentos que te echan, y llenarte de risa y arrecheras...
Lo explicaré:
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Se hizo un plan de cortes de luz que es una MIERDA (cual Mérida) y una improvisación que provoca enormes risas (de calaveras).
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Eso implica que si sales a comprar algo para preparar lo que se pueda para comer, después de hacer descomunales colas entonces no pasan tus tarjetas, que los bancos no tienen línea, que no hay internet ni comunicación telefónica. Que tampoco puedas hacer transferencias.
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Que en los edificios (casi todos), además de no tener gas desde hace meses, tampoco te llega agua. Puedes reírte y apretar los dientes y tragar saliva o soltar un escupitajo a la nada... Pero debes ante todo aullar al lado de tus seres queridos, con tus enfermos, con los dolientes de esta tierra de nadie, callada y altivamente.
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Por lo cual lo habré de decir mil veces: Mérida no pertenece a Venezuela, ya casi nadie sabe si eso pueda ser o no importante. Que revisando los legados godos de la injerencia, nos estamos encontrando con que ésta es todavía una región que forma parte del Virreinato de la Nueva Granada, tal cual como estaba acordado antes de 1739.
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Aquí los buseteros trabajan dos días seguidos y el siguiente lo usan para llevar todo el efectivo que recogen de los pasajeros para cambiarlo por el doble (que reciben por transferencia) allá en su patria que queda en el Rosario de Cúcuta, donde nació el vil Hombre de las Leyes. Hay que advertir que además en Mérida se vive en un permanente paro de transporte y los pasajes son carísimos. Aquí el pueblo se desplaza como gamos, con sólo un cambur en las entrañas.
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Desde hace diez años se vienen haciendo estos sangrientos y larguísimos cortes de luz, y te echan por delante, los expertos electromagnéticos y en visiones atmosféricas, las rancias explicaciones de las fulanas sequías. Todo en medio de una improvisación espantosa.
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Cientos de miles de aparatos dañados, con atascos en ascensores, congestionamientos y trancas tremendas, y los consabidos peos de que ahora no se le presta atención a nadie en la administración pública, en muchos centros educativos, hospitales, Seguro Social, CDI’s. Una paralización forzada de la productividad, del transporte, del movimiento incesante que exige la actividad social hoy además apuñalada de muerte por la guerra económica.